💚 Primera parte de la bilogía |Draco Malfoy| 𝓐𝓷𝓲𝓵𝓵𝓸𝓼 𝔂 𝓟𝓸𝓬𝓲𝓸𝓷𝓮𝓼.
Creía que los miedos se proyectaban únicamente en los sueños... Pero, ¿quién pensaría que podrían hacerse realidad?
Desde pequeña mi madre y mi padre me rogaron que m...
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Me encontraba en un profundo sueño.
Sueño que protagonizaban mis amigos, los cuales no me habían escrito en toda las vacaciones. El peso que sentía a mi lado, estaba molestándome. La luz que se filtraba por mis párpados, así como la caricia fría que sentí por mi mejilla, me hicieron suspirar. Mis labios fueron besados con demasiada lentitud, viéndome obligada a soltar una queja cuando se apartó.
—¿Draco? —me incorporé entre las sábanas, frotando mis ojos hasta que caí en cuenta—. ¡Draco! —me levanté, quedando frente a él—. ¿Qué haces aquí?
—Vine a saludar a una estúpida pelirroja por su cumpleaños —me observó de pies a cabeza.
Llevaba puestos unos shorts muy cortos y una remera holgada encima, a la que agradecí por cubrir mi trasero.
—Mi padre va a matarme —contesté, acercándome a él.
—No vine a causarte problemas, Snape. Tu padre no está.
Pasé una mano por mi cabello para acomodarlo. Seguro estaba hecha un desastre.
»Feliz cumpleaños.
—Gracias —sonreí—, no era necesario que te metieras en mi casa. Con golpear la ventana, servía.
—Quería darte una sorpresa, no esperaba que siguieras dormida.
—Lo siento por contestarte así, no suelo tener este tipo de visitas —sonreí.
Negó con la cabeza. Me permití analizarlo de pies a cabeza, pasando lentamente por la camiseta negra y los pantalones caros que llevaba encima. Su cabello estaba algo revuelto, por lo cual pasó una mano repleta de anillos de plata para acomodarlo. Llevaba un reloj en su muñeca derecha. No pude quitarle los ojos de encima hasta que aclaró su garganta.
—¿Algo que llamara tu atención, Chiara?
—Para nada —negué, moviéndome por la habitación para observarme en el espejo de cuerpo completo.
Definitivamente, me veía un desastre a su lado. Tiró de mi muñeca y me besó, tomándose demasiado tiempo para disfrutarlo.
—Te ves bien.
Mordí mi labio inferior y negué con la cabeza.
—Entonces estás muy ciego —murmuré, alejándome.
El timbre de la puerta sonó, obligándonos a salir por el pasillo. Me acerqué a la puerta y miré por la ventana, corriendo un milímetro la cortina.
