Capitulo 36: Cafeína

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18th Diciembre
6:09 A.M.

Todavía no se asomaba el sol y ya había brincado el pequeño Egbert por el susto que le causó ver una mano alargarse por detrás de él hasta alcanzar la taza de café que tenía delante.

–Pensé que habíamos superado lo de asustarte cada que tomaba tu café –Había sido Helen quien sin pedir permiso le dio un sorbo y en seguida arrugó el gesto, asqueada–. Mierda, John –Tosió un poco por el costado y le regresó la taza–. Cambia tu maldito gusto.

–No está tan cargado –Habló suave mientras confirmaba que el sabor era algo pesado–. Pues bueno... Parece que un poco.

El muchacho tenía el computador delante con mucha luz en la pantalla, con alguna página web la cual Helen se inclinó para ver de qué trataba.

– ¿Qué lees? –Preguntó mientras se esforzaba para leer más de una línea.

Su problema con la lectura había pasado de libros a páginas web y ahora la estaba sudando por leer un párrafo. Para su suerte, no le bastó más que un par de líneas.

–Lo estamos haciendo bien –Habló Helen mientras su novio sintió cierta pizca de incomodidad con aquel "estamos" ya que realmente sólo lo estaba haciendo él–. Y pues que sigue respirando así que todo bien.

Egbert tenía tres días revisando desde temprano que el tratamiento que le estaban dando a Dirk era el correcto. Su brazo había estado bien, él había estado bien, pero era mejor verificar que ese brazo seguiría unido a su cuerpo mucho tiempo.

– ¿Hay más vendas? –Preguntó Helen sin dejar de ver el ordenador.

–Creo –Echó la cabeza al aire para tener una imagen mental del botiquín–. Creo que sí, sí.

–Para dormir casi todo el día, las tiene como si hubiera barrido la casa con ellas –Suspiró, negando ligeramente con la cabeza como si estuviera enfadada al recordarlo–. Hoy se las cambio, recuérdamelo.

Para la mano tan pesada que tenía Helen, había tomado el rol de madre. Ella era la que revisaba y cuidaba al Strider a cada minuto del día, estaba tan al pendiente como alguien que tenía algo en el horno. Era su forma de decirle que le quería, sin usar las palabras y muchas veces eran esos actos los que más importaban.

El aura le había casi que cambiado desde dos días atrás: empezó a darle más miedo a su mejor amigo le diera fiebre, que si una polilla se le posaba en la cabeza al salir; pareciera una comparación absurda sino fuera porque probablemente la chica le tiene un repele impresionante a ese tipo de insectos.

–Claro –Sonrió mientras se asomaba a ver la hora en el computador– Cariño ¿No has dormido, no?

La chica le echó una mirada al reloj y habría jurado que era más tarde, se le había ido la mano intentando adivinar un poco la hora adecuada para bajar. Ella había visto que eran las ocho en su teléfono, pero explicaba un poco el por qué aún apenas amanecería.

John ya sabía de antemano que su novia a esas horas no se levantaría ni siquiera para ir a la escuela, una emergencia o se le quemara la casa. La Makara se levantaba a medio día o no se levantaba.

–Me dormí muy temprano –Respondió para justificar la hora en la que andaba despierta.

– ¿No estábamos hablando como a las once?

–Eso es temprano –Sonrió.

Hubo un silencio en lo que el chico le tomaba la mano, mientras él tenía el codo apoyado en la mesa. Ya se le veía en la cara que no estaba hablando en serio y que ya sabía que le habían pillado la mentira, bien parecería que nunca hubiera querido que le creyeran tremendo cuento.

Who You Wanna Be | John Egbert [Homestuck]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora