Capítulo 21

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Narra Blade

(Viernes)
Iba muy contenta en el colectivo. Llevaba los regalos, un poco de comida, dos mudas para mañana y el domingo que me quedaría en casa y claro, y mi pijama de Bob Esponja no podía faltar.
Estaba que no cabía dentro de mí. Díganme si ustedes no lo estarían sí vieran a sus parientes luego de tres meses.
Sí, sí pueden llamarme mala hija y mala hermana. Me lo merezco.

Llegué luego de una hora a casa. Estaba tal y como la recordaba. Era una casa muy sencilla. Era de color beige, puerta pequeña de madera de doble hoja y una ventana al lado izquierdo. Estaba protegida por una hilera de vallas color blanco en todo derredor, y no puedo olvidarme de Petunia, nuestra rosa. Pobre, es la única que sobrevivió a los intentos de plantar de papá.

Me encantaba estar en casa, ese sentimiento de estar cómoda y a gusto nunca lo lograría experimentar en ningún otro lugar.

Me paré en la entrada, di un suspiro y entré. Hasta acá me llegaba el olor de la famosa carne asada de papá. Era mi comida especial de bienvenida. Mi papá y mi hermano nunca me han dejado, se aseguran que esté segura de lo que sienten por mí. Sé que les importo y que me aman mucho mas de lo que puedo imaginar.

Ay, voy a llorar.

No, no lloraré.

No estoy llorando, ustedes lo están.

Abro la puerta y veo a papá con su delantal de chef que tiene un montón de trozos de carne de todo tipo dibujado. Se ve gracioso. Es uno de los primeros regalos que le di luego de haberme mudado al campus del instituto. Se le ve f-e-n-o-m-e-n-a-l

Corro dejando mis cosas en el suelo de la entrada y me acobijo en sus brazos. Él me aprieta aún más y me da un corto beso en la cabeza.

-También te extrañe, pequeña. -sus palabras me hicieron renunciar a mis ganas de no llorar y un sollozo se me escapó. - No llores, todo va a estar bien. Papito está acá.

Ay, Dios mío. Esas palabras logran que llore aún más. Parezco una cascada.
Él sabe el efecto que causan y me soba la espalda como a una bebé, así con ternura y delicadeza.

-Ya, ya, pequeña.

Cuando me separo de su cuerpo, sonrío aún con la nariz y los ojos rojos. Siempre me ha dado vergüenza que me vean llorar pero con ellos no. Creo que con tu familia aprendes a ser transparente y te sientes cómoda aunque conozcan todas tus facetas.

-Blaaaaaadeeee, llegaste.

Es es Jared, mi hermanito de 12 años. Viene corriendo hacia así que abro mis brazos de par en par y lo estrecho cuando llega a mí.

-Te extrañe mucho, Jared.

-Y yo a ti, pequeña. - y no, no es porque sea más baja que él, sino porque dice que me protegerá de todo y por eso soy la pequeña de la casa aunque soy mayor. Hombres... - ¿me traj... digo, nos trajiste algo?

-Sí, claro que sí. Para las dos personas más importantes en mi vida, lo mejor.

-Este- dije tendiendo una caja azul-, es para ti papá. Y este - extendí la caja verde, - para Jared.

Ambos me agradecieron por los obsequios y sonrieron al ver el contenido. Papá sacó las pulseras. Me ayudó a ponerme la mía, también la de mi hermano y por último dejó que yo le pusiera la suya.
Los tres extendemos nuestras manos y las vemos. Muy parecidas y aún más con las tres pulseras.
Los tres nos abrazamos y sonreímos. Creo que esto tiene mucho significado para los tres, y espero no ser la única que piensa así.

Jared se probó su otro regalo, la camiseta, frente a un espejo colocado en la sala. Se le veía contento y eso me ponía contenta a mí.

Cuando volteé para ver a papá, sus ojos estaban cristalinos y sorbía la nariz.

-¿Quéeee? ¿Arthur Rizzo llorando? No, no, arriba que así no podrás ver bien la carne y se te quemará.

-Ese es un mal consuelo, aunque amo la carne y por ella hago lo que sea.

-Lo sé, lo sé. - ambos nos dirigimos hacia la cocina ya más tranquilos.

Papá siempre ha amado cocinar, y no muestra sus artes culinarias con nadie a quien no le agrada. Es selectivo con sus amigos, así como yo.
Bueno, todos somos así. Incluso Jared. Creo que ser muy racional es una ventaja en muchos aspectos.

-Mmm, huele delicioso. Me muero de hambre. - hago un puchero y ojos de cachorro. - ¿Estará listo ya?

-Claro que sí, nena. Si quieres puedes instalarte en tu habitación y te llamaré cuando todo esté listo. Me encargaré de que esta noche sea perfecta, porque estás acá.

-Gracias, pa.

Antes de subir le doy una ultima mirada, la cual me responde con un guiño.
Yo amo a mi familia, ellos son lo único que tengo. Luego del accidente perdí contacto con la familia de mamá y no se esmeraron en buscarnos ni nosotros a ellos. Creo que hacerlo sería como revivir su recuerdo una y otra vez sin parar.
En cambio, sí hablo un poco con la familia de papá. Son tranquilos y muy amables; pero, de todos ellos mi favorito es el abuelo Andrés.
Un señor de 64 años, con un corazón tan grande como el iceberg que chocó contra el titanic, una sonrisa como el gato de Alicia en el país de las maravillas y una personalidad tan simpática y amena que es imposible de comparar.

Él vive a unas horas de distancia y vamos durante las vacaciones a estar con él y su esposa unas dos semanas.
Son los mejores días, claro, si pudiera clasificarlos.

Con el pensamiento aún de mi familia en mente, me detengo frente a mi puerta con el pomo helado en mi mano. Hacer esto siempre me pondrá el corazón a mil.
Tomo una enorme bocanada de aire y abro barriendo con mi vista toda la habitación. Se encuentra exactamente como la dejé y sin polvo o sucio en ella. Sí, papá es fanático a la limpieza, sin exagerar.

Hago que mis pies se muevan del suelo y entro.
Los recuerdos de mamá me invaden al instante. Ver la foto en la que salimos juntas me pega como una bofetada. La extraño tanto como no tienen idea.

Lo único que me consuela es la idea de saber que cada día se encargó de mostrarnos cuánto nos amaba.
No culpo a nadie, entiendo perfectamente que los accidentes pasan y que las cosas a veces no están a tu alcance para detenerlas.

Aunque el accidente pasó hace 6 años, todavía sigo teniendo miedo de la lluvia y los autos juntos. Las pesadillas de esa noche aún no se han ido, y a mi memoria le da por jugarme malos ratos.
Solo espero que pronto todo cambie, que llegue el día en que todo sane. No que se borre la cicatriz, porque de eso estamos hechos, pero sí que cierre y que deje de doler como cuando la obtuve.

Cierro mis ojos para no llorar y pienso en cosas que me hacen feliz: mis familiares, mis amigos, mis libros, mi carrera y... él.

Lo sé, dirán que estoy loca por decir que el recuerdo vago de alguien puede hacerme feliz.

Es verdad que no recuerdo totalmente al niño que fue mi mejor amigo durante mi infancia, pero créanme por favor cuando les digo que pensar en él, me llena. Pasé una gran niñez junto a él; y aunque no recuerdo todo, sigo soñando con sus ojos hazel y su cabello castaño.
Desearía volverlo a ver y abrazarlo muy fuerte. Decirle que lo extrañé y que nunca se fue por completo de mi mente. Pero, ¿qué más da? Seguramente ya no me recuerda, ni piensa en mí así como yo en él, y no creo que volvamos a encontrarnos en este mundo tan grande.

Pero, si les soy sincera *inserte voz de secreto*, no sé qué haría si lo viera, digo si supiera que está tan cerca de mí.

No Te Enamores De Jack. ©  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora