No Te Enamores De Jack. ©

Capítulo 43

Narra Blade

—Sí, papá. Estoy en camino, ya casi llego. No, no hace falta que vengas a la parada. Sí, estoy bien. De acuerdo, te llamo si algo sucede.

Dios, sí que lo he preocupado. Ya si viviera lejos de la parada no me imaginaría qué hiciera. Pero igual lo amo, aunque me haya insistido en recogerme aún cuando vivimos como a tres cuadras  de la parada. Tan tierno mi padre.

Caminé a paso rápido para llegar, esta mochila pesaba. Traía las libretas del instituto, mudas para la semana, y un obsequio para papá y uno para Jared. Este viaje me salió muy caro, estoy sin energías y sin aliento.

Dejo caer las cosas a la entrada y abro para encontrarme con papá. Trae su delantal de trozos de carne y una espátula en su mano.

—¿Te ayudo, nena?

—No hace falta, ve a hacer lo que estás haciendo en la cocina sino se quemará. Mientras, yo subiré esto de a poco.

—Está bien, no quiero darte panqueques quemados.

—Y traigo mucha hambre para que sepas..., no desayuné esperando encontrar algún platillo hecho por ti.

—Te acabas de ganar una porción extra.

Yo se los digo, son buenos incentivos.

—Lo acepto.

—Bien.

Dicho esto él corrió para voltear uno casi quemado que estaba en la sartén. Ese no iba a ser para mí, o al menos lo esperaba.

Subí primero mi mochila con los cuadernos que aparentemente se habían puesto más pesado que como los recordaba. Vale más que ya casi termina el instituto.

¿Y la universidad dónde la dejas? ¿O escribirás en el aire?

Duh, obvio que no.

Sacudí mi cabeza para dejar de hablar conmigo misma y regresé para volver a subir pero ahora con una bolsa de mano donde traía la ropa.

Una semana. Vaya, parecía mucho tiempo. Pero..., creo que de verdad lo necesito. Todo me tiene tan mareada y asustada que no sé qué hacer. Me parece que cualquier cosa que haga o diga puede ser un paso en falso y arruinaré todo.

Jack actúa como si no me conociera, y eso pesa casi el doble en mi espalda. Más que mis libretas, y ve que esas pesan mucho.
No lo sé, siento que es tan descarado. Y me entran unas ganas de tirarle un zapato en la cara, de verdad que sí.

Suspiro sentándome en la cama. La habitación está como siempre, intacta como la dejé y limpia por papá. Solo hay un detalle diferente que le da un toque diferente a la mesita al lado de mi cama. Es la foto donde estamos Abel, mi otro amigo, Jack y yo. Es casi la misma foto, o bueno la misma ocasión pero diferente toma. En la de él la toma está de lado, ninguno ve a la cámara; en cambio, en la mía sí, todos vemos hacia la cámara y sonreímos. Esta la tomó mamá.

Agarro el marco sobre mis manos y sin pretenderlo, acaricio la cara de Jack con el pulgar. Lo extraño tanto, digo, al Jack que era antes.

Me siento mal por a veces desear que no sea él. No lo malinterpreten, no porque sea Jack mismo, sino por lo que siento y cómo distorsionó su trato mi manera de verlo.
Sé con certeza que las personas cambian, pero ruego de verdad que no se haya convertido en esto. Me resultaría imposible contarle y de hacerlo, no creo tener los resultados esperados.

¿Resultados esperados? Oh, vamos. Claro que anhelo que al momento de contarle me diga que también me extraño, que siente mucho todo lo que pasó pero que ahora todo será diferente, o como los viejos tiempos.