VEINTE

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ISAAC LOMBARDI

Llego el día, me duché y esperé a que llegara Alaia, ya sabía a donde iríamos, mientras la esperaba sentado en el jardín que se había vuelto el lugar en donde me sentía más cómodo en esta casa.

Escuché unos pasos y un olor dulce acercarse a mí.

—Hola —era ella— ya está aquí su nueva servidora, ¿dónde lo llevo?

—Si ya me di cuenta, hueles muy dulce pensé que Ali traía unos de sus pasteles —dije levantando mi rostro a donde provenía su voz.

—¿Acaso me has hecho venir para escuchar tus comentarios sarcásticos? —dijo, en su tono hubo enojo.

—Alguien está de mal humor, está bien vamos —me levanté y ella agarró mi mano y la puso en su hombro, tal acción no me incomodó aunque ya conociera mi casa, solo quería salir.

—Lo siento no quiero quitarte el puesto de gruñón.

—Que graciosa —salimos de la casa no sin antes despedirnos de Ali.

—¿Dónde iremos? —preguntó después de subir al auto, su tono había cambiado a uno más animado.

—¿Este es el mismo auto con el que casi me arrollas? —pregunté escuchando el auto encenderse.

—No, este es mío, con el que casi te arrolló es el de mi padre —contó arrancando el auto, dejó escapar una pequeña risita.

—¿No tuviste problemas? —pregunté

—No encontré a mi padre cuando llegué a casa, había salido por un asunto, no se enteró de nada. ¿A ti ya no te duele el brazo?

— No, y maneja a la playa —respondí.

Dio un pequeño gritito que me asusto— Me encanta la playa —dijo alegre, pensé que su reacción sería diferente y eso me sorprendió.

Había pensado en la playa porque es el lugar en el que puedo sentirme relajado, pero pensé que esos lugares no iban con ella.

—Pensé que no te gustaba la playa —opiné.

—Si me gusta, ¿qué te hizo pensar eso? —preguntó.

—Como siempre estas con sudadera pensé que eras friolenta —siempre que ella ponía mi mano en su hombro tocaba la tela de la sudadera.

—Las sudaderas no las utilizo por qué tengo frío —eso me generó intriga pero no pregunte más.

—Ya me doy cuenta —durante el camino fuimos en silencio escuchando música.

—Hemos llegado —aviso la chica después de un largo tiempo, abrí la puerta que estaba a mi costado para bajar al igual que ella, cuando salí del auto ella llegó a mí y agarró mi mano sin permiso para ponerla en su hombro, se sentía raro.

Avanzamos al mar, sentí como la brisa chocó con mi rostro y mis brazos descubiertos, escuché el sonido de las olas, mientras más nos acercábamos iba sintiendo como mis zapatillas se iban hundiendo en la tierra y el olor a salado del mar se iba entrando por mis fosas nasales, me di cuenta de que Alaia ya no me estaba guiando pero no me importo y seguí avanzando, quería sentirme libre al menos por un momento después de tanto meses.

Sin querer había avanzado mucho y el agua ya me llegaba a la altura de la bermuda que traigo puesta, traté de retroceder pero una ola me agarró desprevenido y me arrastró más adentro del mar, me entró agua a la nariz, sentía que me ahogaba y trataba de salir pero el agua estaba hasta mi cuello, después de varios esfuerzos por nadar a la orilla sin éxito, ya no tenía fuerza para seguir tratando de tomar aire y solo me estaba dejando hundir.

Un Mundo Diferente [completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora