CUARENTA (PARTE II)

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ISAAC LOMBARDI

—Alaia... —sentía que estaba temblando a mí lado, pero ella me chitó y dejé que hablará, quería escuchar algo de ella y sentir que me tiene confianza. Pasé mis nudillos por su rostro, bajé a su brazo repasé este y tomé su mano.

—Por lo que supe mi padre estuvo metido en esos negocios a los que se le llaman turbios y cuando no pudo salir de ahí, ellos cobraron venganza una tarde en la que mi madre Catalina Beaumont y yo fuimos a dar un paseo —la escuché tomar un respiro e hizo una pequeña pausa, el temblor había disminuido y ahora sólo son pequeños toques con sus dedos en mi mano, como si estuviera nerviosa—. Mi padre creo que en el fondo sabía lo que pasaría ya que no quería que saliéramos de la casa sin escoltas, recuerdo que insistí tanto para ir al parque que mi madre aceptó, quizá ella pensó que pasaría nada si sólo saldríamos por un par de horas, al salir de la mansión en la que vivíamos el conductor se desvió del camino y terminamos en un descampado ahí comenzó la tragedia. En ese lugar nos esperaban unos hombres, sus rostros estaban tapados con pasamontañas. Entonces mataron al chofer y las escoltas e hicieron bajar a mí madre del auto, yo no bajé y adentro se quedó un hombre conmigo —su voz perdía el volumen por momentos pero no llegaba a quebrarse— Mi madre estaba afuera siendo golpeada por esos hombres, le jalaban el cabello, le escupían, le pateaban, le cortaron el rostro y le hicieron múltiples heridas, pero ella soportaba todo eso, se tragaba el dolor y me hablaba y cantaba canciones, me decía palabras para que me tranquilizara y dejara de llorar como si yo fuera la que estuviera en su lugar ya que el hombre me forzaba a mirar la escena apuntándome con una pistola —después de todo sigue aquí de pie y su voz no se entrecorta al hablar demostrando que ni la peor de las desgracias la pudo derrumbar, admiro la persona fuerte que es

¡Joder, admito que admiro a esta mujer!.

—Las horas pasaron y yo ya no tenía más lágrimas que derramar pero no dejaba de gritar y reclamarles por mi madre, mientras tanto ella nunca flaqueo ni pidió compasión para ella, sólo para mí, pedía que no me toquen ni hagan daño, cada vez se iba oscureciendo y mi mente de niña pensaba que papá vendría como un superhéroe y nos salvaría de esos malvados —soltó una risa amarga— pero papá no llegó y mamá se apagó cuando unos de esos hombres le dio un tiro en la frente y ella cayó al suelo desangrándose, el hombre me dijo que podía bajar para despedirme de ella y eso hice, le gritaba que despertará me arrodillé ante ella y la niña de cinco años sólo quería una caricia y un estoy bien de su madre, pero no, ella no respondía por más que le gritaba, mi madre nunca despertó, mis manos quedaron manchadas de su sangre y ahí fue cuando me secuestraron y me llevaron a ese lugar oscuro, es por eso que tuve tanto miedo esa vez que nos secuestraron —ahora entendía la historia que me contó ese día que el maniático de Elías nos secuestró y todo el miedo que tuvo al estar ahí recordando lo que pasó de pequeña— La pequeña de cinco años nunca entendió por qué le hicieron eso a su madre y se culpaba porque no pudo hacer nada, la mujer de veintiuno lo comprendió hace algunos años pero aún se sigue culpando de vez en cuando, tuve pesadillas por años con ese día y hasta ahora las tengo pero ya son menos —no tenía palabras para consolarla, me había dejado mudo con su historia y es por eso que me molesta que me cuenten algo ya que no me salen las palabras de consuelo, pero a ella quería escucharla así no tenga que decirle.

Busqué su cuerpo y lo pegué al mío con cuidado, acariciaba su cabello escuchando su respiración algo acelerada.

—Lo siento tanto, maldición Alaia, siento tanto no saber que decir en estos momentos.

—Con que me abraces así es más que suficiente —nos quedamos por unos segundos o quizá minutos así, se sentía tan bien tenerla entre mis brazos.

—Si por mí fuera nunca volverías a sufrir —dije. Se separó sin soltarme.

—La vida se trata de sufrimientos sobre sufrimientos Isaac, y depende de ti si te levantas y sigues adelante o te quedas en el suelo lamentándote.

—¡Joder mujer, te adoro! —confesé.

—Te quiero Isaac —enterró su rostro en mi cuello y sonreí.

—Dilo nuevamente —le pedí.

—Te quiero Isaac —se escucha tan bien que no me cansaría nunca de escuchar esa frase— Te quiero —repitió, no podía abrazarla muy fuerte por su herida pero juro que si no la tuviera ya la estuviera comiendo a besos y follándola como le gusta que lo haga.

La solté e hice que me mirara tomando su mentón—Mi promesa de tatuar mis caricias en tu alma siguen en pie y al parecer no te arrepientes, ¿te gusta el peligro, piccolo angelo?

—No me gusta el peligro, me gustas tú —mis labios se ensancharon en una sonrisa, una egocéntrica y de felicidad.

El demonio ya tenía al ángel que sería su debilidad y su fuerza a la vez.

Me acerqué a ella y tomé su cuello acercándola a mí para devorar sus labios, transmitiéndole mis ganas de tenerla gimiendo debajo mío, pero conteniéndome ya que en este momento primero es su salud.

No puedo prometerle que conmigo estará a salvo del peligro porque es lo que más frecuentará pero haré hasta lo imposible para que no la vuelvan a dañar, haré de todo para que nadie la toqué, ella ya es mía y lo mío no lo daña ni lo toca nadie, así tenga que vender mi alma al diablo nadie tocará a mí dolcezza. 

Un Mundo Diferente [completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora