QUINCE

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ALAIA LEWIS

Habían pasado casi dos meses desde que retomé mi anterior rutina, volví a las prácticas en el hospital y solo faltaban unas cuantas semanas para que terminen, pasaba tiempo con mis amigos, nada de trabajos estresantes y me iba muy bien, en una de las fiestas a las que me invitó Rouse conocí al tal André y resulta que es el amigo de Isaac, quedé sorprendida, que pequeño es el mundo.

Una de las veces que hablé por teléfono con Ali, me enteré que la operación de Isaac no había dado un resultado positivo, pero que estaba tranquilo eso me sorprendió mucho.

También la empresa de mi padre poco a poco se iba levantando y me alegraba mucho por él.

Mientras iba manejando al cementerio ya que hoy se cumplía un año más del fallecimiento de mi madre iba recordando todos los momentos maravillosos que pasé al lado de ella, las risas, algunos regaños cuando no me comportaba, los momentos en familia que eran los mejores y hasta el día en que la perdí, ese día también lo recordaba.

Cuando llegué bajé de mi auto y caminé hasta su tumba, hay flores frescas, seguro mi padre las trajo temprano.

—Catalina Beaumont Miller —leí su nombre.

Recé por ella para que esté descansando en paz y por mí porque a pesar de los años me seguía sintiendo culpable de su muerte y no la superaba.

Lloré y oré un poco más, dejé las flores al lado de las de mi padre y caminé hasta la salida.

—Al —llamaron y levanté la mirada, era mi tía Verónica, la hermana menor de mi madre, la peli negra se acercaba a mí casi corriendo, con una sonrisa en el rostro, corrí hasta ella para acortar el camino.

—Tía Vero —le di un abrazo hace tanto que no la veía.

—¿Como estas querida? —sonrío

—Muy bien, ¿tú cómo estás y mis primos?

—Ellos están bien, te extrañan mucho. ¿Quieres ir a la casa? y así los ves ya que desde hace mucho que no nos visitas.

—Está bien —primero fuimos a dejar las flores y algunos adornos que ella había traído y después subimos a mi auto hasta su casa.

Fuimos conversando sobre algunas cosas que han pasado en los tres meses que no nos habíamos visto, ella era la única de mis tías que le tenía mucha confianza.

Llegamos a su casa y me invito a pasar a la cocina.

—¿Ya almorzaste hija?

—Todavía no tía.

—Ven siéntate, te serviré algo para comer —mi estómago y yo le agradecimos ya que no desayune nada en la mañana y moría de hambre— Puedes ir a llamar a tus primos y por ahí les anuncias de tu visita se pondrán muy contentos.

Subí las escaleras, conocía perfectamente esta casa ya había venido muchas veces, primero fui a ver a Jayden, él tiene 17 años.

Toqué la puerta y escuché un pase de su parte.

—Hola primito —estaba jugando un videojuego como siempre.

—Hola pequeña brócoli —dejó su juego a un lado y vino a darme un abrazo y un beso en la mejilla, su cabello oscuro lacio estaba un poco largo, tenía ojeras debajo de sus ojos marrones.

—Ya te he dicho que no me digas así —choqué mi puño contra su hombro.

—Ya sabes que te digo así por qué tu cabello es muy chino y mí tampoco me gusta que me digas primito —dijo la última palabra imitando voz de mujer, solté una risa.

—Al —entró al cuarto el hermano menor de Jayden, Pol y me dio un abrazo que casi me quiebra las costillas.

—Por Dios has crecido tanto en unos meses, ya no eres un enano —lo abracé.

—Te extrañé mucho —dijo soltándome

—Yo también te extrañé ya ti también primito —dije pasando mi brazo por la espalda de Jayden y me reí, el rodó los ojos pero también soltó un risa.

—Bueno bajemos a almorzar, que para eso vine —bromeé empujándolos ligeramente para las escaleras.

—Auch, pensé que era porque nos extrañabas —dijo el mayor tocándose el pecho dramatizando.

—Sabes que bromeo tonto.

Comimos y charlamos muy amenamente, después jugué play con Jayden y cuando nos aburrimos fuimos al parque a jugar fútbol con Pol, no soy muy buena jugando pero me gusta.

Regresamos a la casa muy cansados ​​y cuando ya iba a oscurecer, se me hacía tarde y tenía que regresar a casa, me despedí de mi tía y le dije que no iba a dejar tanto tiempo para visitarla otra vez.

Estaba manejando a casa cuando me entró una llamada.

—Hola papá, dime.

—Hija una señora llamada Ana te ha venido a buscar, quiere hablar contigo

—¿Ana, la mamá de Isaac? — respondí sorprendida.

—No lo sé, pero ven de prisa que solo vine a la casa por unos documentos, tengo que regresarme a la empresa —¿a esta hora tan tarde?— por cierto ¿dónde has estado?

—Fui al cementerio y me encontré con la tía Vero, pasé la tarde en su casa.

—Está bien, apresúrate.

—Ahí voy —colgué.

La mamá de Isaac es la única señora que conozco llamada Ana, para que querrá hablar y si se enteró de mi pequeña mentira o quiere que vuelva a trabajar, no imposible.

Y lo más importante comosabe dónde vivo si nunca le dije.

Un Mundo Diferente [completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora