CUARENTA

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Agarro mi bolsa y salgo de mí apartamento lo más rápido posible, Isaac había sido encontrado golpeado a la mitad de una calle sólida unos metros más allá del edificio y la policía había llamado al primer número que encontró en su teléfono y ese número fue el mío. Me dijeron que estaba inconsciente pero bien y lo estaban llevando a un hospital para que curen sus heridas.

Subí a mí auto y manejé hasta el hospital que me indicaron, mi padre se quedó con la duda de donde fui ya que salí sin avisar, pero es que me haría perder el tiempo con sus preguntas y yo necesitaba llegar con urgencia.

Quince minutos después llegué al lugar bajé del auto, entré al hospital y pregunté en recepción en que habitación se encontraba Isaac Lombardi, una vez que recibí respuesta corrí hasta el ascensor pero este no abrió y tomé las escaleras, subí rápidamente al tercer piso ignorando el cansancio y la pequeña punzada en la herida del abdomen, al llegar a la habitación encontré dos policías afuera de esta.

—Buenas noches —les saludé— ¿si puedo pasar verdad? Me llamaron informando que Isaac se encontraba aquí.

—Claro, puede pasar y por favor convenza al joven de que tiene que brindar su declaración.

—No se preocupe —ellos se alejaron de la puerta y giré el pomo para entrar.

Lo vi acostado en la camilla con su ropa ensangrentada y con polvo, sus ojos estaban cerrados y me acerqué a él para darle un abrazo.

Se quejó por el abrazo fuerte que le di— ¡¿Dolcezza?! —dijo en un tono de sorpresa y pregunta a la vez dándome una sonrisa de labios cerrados— Ten cuidado que duele —me separé de él y se incorporó soltando un quejido.

—¿Qué te pasó? —su rostro estaba todo moreteado, tenía un morado en la mejilla, el costado del labio inferior levemente hinchado y siete puntos de sutura en el lado de la sien.

—Unos idiotas me agarraron e hicieron está obra de arte —dijo con sarcasmo.

—¿Quiénes fueron?

—No fue nadie importante —recordé que cuando lo abracé se quejó entonces alcé su camiseta—. ¡Hey! Calma tus hormonas —trató de bajarse la camiseta, pero vi los pequeños moratones que tenía en las costillas.

—Tienes moratones en las costillas Isaac.

—Con razón me dolía.

—Estoy hablando en serio, ya dime quien te hizo esto —exigí.

—Como crees que voy a saber Alaia, deja de hacerme tantas preguntas que por algo los policías están afuera y no aquí interrogándome —no me creía eso de que había sido algo sin importancia.

—¿Qué crees que fue?

—No lo sé.

—¿Te robaron algo? —negó moviendo la cabeza— ¿Y así dices que es algo sin importancia?

—Alaia yo sé lo que he hecho y estoy consciente de que tarde o temprano sucedería esto, ya deja de hacer tantas preguntas que este asunto no es de tu incumbencia —traté de contener las ganas de romperle más la cara ya que estaba muy magullada, recordando que él no es alguien que cuente sus cosas.

No dije nada simplemente guardé silencio y me senté en el sofá que había ahí, estaba enfurecida con él. Sí, sé que quizá no me tiene la confianza que quiero que me tenga pero tampoco vamos a estar como en el principio que sólo me decía cállate ya que no quería escuchar mi voz.

—Sabes que, no me callaré, no está vez —me levanté del sofá acercándome a él de vuelta— Me dirás lo que te pasó por las buenas o por las malas pero lo harás —traté de sonar lo más firme posible.

Un Mundo Diferente [completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora