DOS

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ISAAC LOMBARDI

Después de estar por una semana en el hospital, salí. Los resultados de la tomografía fueron una mierda, peor no pudieron salir, arrojaron que el golpe afecto gravemente mi nervio óptico y no sé qué tanta mierda más, lo único que sabía es que el daño es irreversible.

Maldito idiota que me arruinó la vida, lo único que espero es que se pudra en la cárcel, aunque ni eso haría justicia a lo que me hizo.

Ali ayudo a sacar mis cosas del hospital y subir a mi cuarto al llegar a casa, me sentía inútil al no poder dar un paso solo, ya que no sabía con qué podía chocar.

—¿No necesitas nada Isaac? —me preguntó Ali.

—No, quiero estar solo.

—Si necesitas algo puedes llamarme, podemos salir al jardín a respirar un poco de aire, no tienes por qué aislarte —no quiero salir de la habitación desde que llegue, hace unas horas atrás.

—Quiero estar solo, por favor —no quiero que mi mal humor estalle con sus insistencias. Respiré hondo.

—Regresaré cuando este la cena y sácate esos lentes que te van a dejar marca en la cara, los tienes puestos desde la mañana —había olvidado eso.

Puse atención a los sonidos y escuché los pasos de Ali alejarse, la manija de la puerta abrirse y el sonido de la misma cerrarse.

Me sentía raro estar aquí sentado en vez de andar viendo los negocios de mi padre, antes tenía poco descanso ya que nunca me ha gustado estar sin hacer nada, en Italia son los asuntos del clan y acá administrar los hoteles de Omar.

Mi padre a las justas se preocupó por mí y fue a verme una vez al hospital tan solo para preguntar cómo me sentía y decir que el doctor le había comentado en mandarme a una universidad especial para continuar mis estudios, no lo mande a la mierda porque todavía guardo un poco de respeto hacia él, aun después de todo.

Froté mi rostro y me saqué los lentes, nunca había sentido tanta frustración en mi vida.

—Isaac, necesitamos hablar —la voz de Ana se hizo presente y me asustó ya que no había escuchado el sonido de la puerta.

—Yo no quiero hablar contigo —volví a ponerme los lentes, me siento incomodo delante de ella en estos momentos. Escuché sus pasos acercarse.

—Creo que sería bueno contratar un especialista para que te ayude a adaptarte a tu nueva condición —la escuché hablar a mi lado y me removí.

—Me importa poco lo que creas que sería bueno y no es necesario, buscaré a alguien para que me opere, sé que recuperaré la vista.

—Has escuchado al doctor, dijo...

—No confío en esos doctores y por favor vete de aquí que quiero estar solo.

—Isaac...

—No Ana, no haré lo que dices.

—Ali podrá apoyarte por ahora pero no siempre, tienes que hacer las cosas por ti solo.

—Ali está aquí por mí no para atender a ustedes, no me abandonará como tú, ella estará conmigo.

—Isaac por favor, déjame buscarte a alguien para que te apoye, confía una vez en mí.

—Ya te dije que no, ya tienes una respuesta de mi parte, ahora vete.

—Será por tu bien —el sonido de sus tacos resonó alejándose.

Espero no haga lo que ha dicho ya que si lo hace aumentará más mi antipatía por ella.

Se escuchó un toque por algún lugar y me desesperé al no saber de dónde provenía.

—Soy yo —no podía creer que no reconozca ninguna de las voces que me hablan— André.

—Ah, hola —contesté.

—Hola —sus pasos se escucharon.

—Sé que estas hecho mierda pero te vengo a rescatar, como un príncipe a su princesa en apuros.

—No tengo ganas de escuchar tus malos chistes.

—Nunca las tienes, Isaac. Pero igual vengo a acompañarte en tu encierro.

—Quiero estar solo.

—Sabes muy bien que eso no funciona conmigo, recuerda que fui la primera persona que se acercó a ti cuando llegaste a la escuela con tu aspecto de chico rudo y esas fueron tus primeras palabras, todos decían que te tenían miedo —lo escuche reír, si lo recuerdo— ¿Qué hacemos? ¿Quieres desahogarte, llorar, romper cosas?

—No tengo ánimos para nada.

—Entonces seguiré recordándote nuestras anécdotas.

—Las recuerdo todas, no es necesario.

—Lo sé pero vine para animarte no ver tu rostro aburrido, además me aseguraré si es verdad lo que dices. Empecemos con el día en el que te tiré un balonazo en el rostro de casualidad y tú me partiste la cara de un puñetazo —me reí ante el recuerdo.

Y así se pasó la tarde hablando sobre las miles de anécdotas que teníamos juntos.

Un Mundo Diferente [completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora