CUARENTA Y SEIS

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ALAIA LEWIS

Al llegar a la casa de mi padre me di con la inesperada sorpresa de que Carlo mi tío como le digo de cariño al mejor amigo de papá y su hijo Gerard están aquí, con razón Will no me dijo la razón por la que me quería aquí, él sabe bien que hubiera puesto mil pretextos antes de venir.

—Buenas tardes querida —se acercó Carlo a saludarme con un abrazo, mientras Gerard solo se quedó mirándome.

—Tío, ¿qué te trae por aquí? —correspondí a su abrazo.

—Ya te extrañábamos —le sonreí, yo también lo había extrañado, fueron buenos los momentos que pasamos cuando vivía en Francia.

—Me alegra tu visita, tío... ¿Cómo has estado? —le pregunté.

—Muy bien, los negocios han ido excelente —él siempre hablando de negocios.

—Me alegra escuchar eso —miré a Gerard que no había dejado de mirarme, su mirada sobre mí me incomodaba.

—¿Cómo te ha ido en la universidad? —preguntó Carlo.

—Muy bien, todo está perfecto —le respondí, Gerard vestía traje formal, sus facciones habían madurado desde la última vez que lo vi que fue cuando tenía diecinueve y yo tan solo catorce años, tenía un rastro de barba, sus ojos negros mostraban astucia y misterio, había cambiado mucho— ¿Acaso no piensas saludarme? —le reclamé mirándolo, él me miro fijo y me dio una sonrisa triste, nuestra despedida no fue la mejor pero creo reaccioné inmaduramente, al fin y al cabo solo era una chiquilla.

—Lo siento Alaia —se disculpó y creo que fue por la última vez que no tuvo la oportunidad de hacerlo, por qué no aceptar sus disculpas estoy en un punto de mi vida en el que no quiero guardarle rencor a nadie a pesar de todo, todo en mi vida es pleno y soy feliz.

—Ven aquí, tonto —abrí mis brazos y él vino a mí, agarró mi cintura y me alzo dándome vueltas en el aire, me reía mientras le pedía que me baje— no te he disculpado del todo, así que tienes que hacer méritos mientras estés aquí —le di golpecitos en su hombro.

—Los haré para que veas que estoy arrepentido de verdad —me bajó.

—Idiota —murmuré y me reí.

—Lo soy, no puedo negarlo —rodeé los ojos.

—La mesa está servida —avisó tío Carlo que no me di cuenta cuando desapareció de la sala de estar.

—Ahorita vamos —respondió Gerard y Carlo volvió a la cocina— Estoy feliz de volverte a ver Alaia —se veía sincero y le sonreí.

—Para ser sincera a mí no me agrado verte cuando entré, pero bueno ahora creo que estoy feliz porque nos hemos disculpado mutuamente —confesé y asintió.

—¿Y cómo has estado pequeña niña rulosa? —eso de pequeña niña rulosa es un apodo que él me había puesto, la razón mi cabello rizado, este siempre ha sido la razón de los apodos raros que tuve de niña.

—Ya no me digas así y te contaré después que ahora estoy hambrienta.

Caminé hasta el comedor, la mesa estaba casi servida y fui a la cocina para ver si puedo ayudar en algo.

—Este almuerzo no es para hablar de eso —escuché decir a mi padre antes de entrar a la cocina.

—¿Les ayudo en algo? —pregunté entrando, ignoré lo que dijo ya que supuse mi tío quiere hablar de negocios.

—No Al, ya está todo listo —respondió Will.

—Bien, entonces vamos.

Salí de la cocina y ellos atrás mio, Gerard no estaba en donde lo dejé, mi vista fue hacia el jardín trasero y ahí se encontraba él atendiendo una llamada ya que tenía el celular pegado en la oreja.

Un Mundo Diferente [completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora