CUARENTA Y CUATRO

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ISAAC LOMBARDI

Despertamos en la cabaña y después de un buen mañanero salimos de ahí, Alaia se dio con la sorpresa de nos habían dejado en la playa, ya que no encontraba a su amiga, entonces subimos a un taxi.

La abracé y puso su cabeza en mi hombro, la había sentido rara este fin de semana, quizá por momentos estaba feliz pero a veces se quedaba en silencio, parecía como si no estuviera aquí.

—Te noto extrañamente silenciosa —le comenté.

—Me estoy imaginando el sermón que me dará mi padre, el fin de semana paso demasiado rápido y me encantó estar contigo.

—Han pasado demasiadas cosas en estos días, ¿pensaste algún día hacerte un tatuaje con el amor de tu vida?

—¿Quien dice que eres el amor de mi vida?

—Si no lo soy, ¿entonces por qué aceptaste el tatuaje?

—No quiero que seas el amor de mi vida eso suena como si te recordara como tal, quiero que seas el amor para toda mi vida, así como él tatuaje que nunca se borrará de mí, que siempre estará conmigo.

—¿Y si algún día me tienes que recordar?

—Te recordaré como lo que eres el amor para toda mi vida porque no podré querer a nadie como te quiero a ti y rogaré para que nunca llegué el momento en que tenga solo tu recuerdo, espero siempre tenerte conmigo —deseaba lo mismo estar siempre con ella, sentir lo placentero de su cercanía, darle todo de mí y que se quede siempre conmigo.

—Me gusta como suena, el amor para toda mi vida. Eres mi amor para toda la vida, dolcezza.

—Te amo Isaac —me sentía completo cuando ella decía esa frase, era como la clave para que me sienta pleno, para que me olvidara de todo y solo seamos ella y yo.

Tomé su rostro y la acerqué a mí para devorar sus labios, esos labios tan dulces que habían pronunciado esa frase que había alterado mi ser haciendo mi corazón palpitar aceleradamente.

Llegamos al edificio y subimos el ascensor hasta su piso.

—Hablamos después—me dio un beso fugaz en los labios— Ya anda.

Conté los pasos hacia el ascensor y bajé a mi piso, toqué la puerta de mi apartamento.

—Buenos días Isaac —abrió Ali.

—Buenos días —le devolví el saludo.

—Tu padre te ha estado buscando todo el fin de semana —me senté en el sofá.

—¿Para qué?

—No me quiso decir, me dijo que le llames cuando antes, te llamé pero tu teléfono estaba apagado.

—Estuve haciendo cosas más importantes que atender sus asuntos.

—¿Como te fue, lograste hablar con Alaia?

—Le conté todo, bueno hasta donde creí que fuera necesario, estuve con ella todos estos días.

—Me parece bien —asentí con una pequeña sonrisa recordando en fin de semana.

—Iré a darme una ducha y después llamaré a Omar.

Fui a ducharme y una vez libre de arena de playa decidí que Omar espere un poco más mi llamado y descanse un poco ya que dormir en una silla de playa no es nada cómodo.


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Un Mundo Diferente [completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora