OCHO (PARTE II)

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Desperté por un ruido que hicieron al abrir la puerta, sabía que era Alaia por su perfume.

—Siento despertarte bello durmiente pero son exactamente una y cuarenta de la tarde —no me era suficiente, quiero seguir durmiendo— Ali me dijo que no te despierte ya que te escucho toda la noche hablando por teléfono o solo... ¿quién sabe?, pero ahora es hora de almorzar, así que andando —dijo sacando el edredón que me abrigaba.

—Déjame en paz quiero seguir durmiendo —me abracé inconsistente para darme calor y seguir durmiendo.

—Isaac acaso no tienes hambre— sí, pero más es mi pereza así que no me levantaré— bien, alguien quiere quedarse de hambre al parecer.

—Está bien, está bien, en un rato salgo, ahora vete —dije mientras trataba de salir de la cama.

Escuché una risita de su parte mientras caminaba a tientas al baño.

Cuando salí del baño me vestí con un polo manga cero y un pantalón de pijama, no tenía ganas de hacer nada y una vez que termine de comer tengo pensaba volver a dormir.

Bajé las escaleras con cuidado y caminé a tientas a la cocina, escuché a lo lejos que Ali le preguntaba a Alaia si hoy saldríamos y ella le dio una respuesta positiva, me preguntaba cuándo yo le dije que hoy saldríamos otra vez.

Paré el paso cuando noté que algo se prendió de mi pierna y me agaché para encontrarme con el hocico del cachorro que Alaia adoptó, este lamio mi mano y yo acaricié su cabeza.

Lo tomé en brazos ya que me daba miedo pisarlo y seguí mi camino a la cocina.

Entré dando las buenas tardes.

—¿Te encuentras bien mi niño? —preguntó con voz preocupada Ali— no te desperté porque te escuché hablando temprano y supuse dormirías hasta tarde.

—No te preocupes Ali estoy bien —respondí— Alaia, toma al cachorro —sabía que ella estaba cerca ya que su perfume me llegaba a las fosas nasales.

Ella lo tomó de mis brazos con demasiado cuidado y me senté en la mesa, me indicó donde estaba cada alimento en el plato y almorcé tranquilamente con ellas dos, gracias al cielo no llegaron ni Ana, ni Omar, sino el ultimo mencionado me estaría dando un sermón.

Terminé de comer y me levanté, avisé que estaría en mi habitación y fui hacia ella. No pasaron ni cinco minutos cuando Alaia ya estaba entrando por la puerta diciendo los planes que teníamos para hoy o mejor dicho los planes que ella hizo para mi hoy.

—No quiero, acaso no entiendes no estoy de humor para salir.

—Otra vez volviste a tu maldita caparazón, por Dios Isaac ¿qué pasó?

—Nunca salí de ahí Alaia, no quise darte falsas esperanzas de ya haberme abierto contigo, aún sigues siendo una desconocida para mí— dije con dureza.

—Está bien ya que no haremos nada me sentaré por aquí a ver como te hundes en tu miseria.

—Has lo que quieras.

Paso un tiempo y me sentí incómodo porque sentía la mirada de la chica sobre mí, maldición.

—¿Será que puedes dejar de mirarme así? Sé cuando me estas mirando.

—Dije que iba a verte hundir en tu miseria y eso estoy haciendo— esa chica no se iba a cansar, así que mejor me arropé hasta la cabeza con el edredón y decidí tratar de dormir.

Sentí una mano tocarme el brazo y emití un quejido sin despertarme del todo.

—Oye despierta ¿no vas a cenar? —era Alaia otra vez.

—No ceno deberías saberlo, déjame dormir en paz —sentía demasiado sueño.

—Está bien, entonces ya me voy —antes de que terminará de hablar ya me estaba durmiendo otra vez.

Un Mundo Diferente [completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora