UNO

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ISAAC LOMBARDI

Por la mañana cuando abrí los ojos sentí un dolor fuerte de cabeza, no le di tanta importancia ya que lo relacioné al estrés.

Eran las 7:40 y tenía que estar en la empresa a las 8:00 salí tan rápido de la cama como si me hubieran puesto un cohete en el trasero directo a bañarme.

Me duché con agua tibia para que se me pase el dolor pero no sirvió ya que seguía y encima se había incrementado, me vestí con fastidio y bajé al comedor. Ana se encontraba bebiendo su café mañanero y vestida elegantemente para ir a su bufete, cosa de todos los días.

—Buenos días, hijo. Toma asiento para desayunar —dijo.

—No tengo hambre —avisé.

—¿Porque no desayunaras, mi niño? —entró Ali al comedor con una taza de café, supongo es para mí.

—No tengo hambre, Ali. Siento mi cabeza explotar.

—Vamos te daré una pastilla para que te pase el dolor —seguí a mi nana hasta la cocina y me senté en un banco mientras ella buscaba la pastilla en el botiquín—. Si te sientes mal será mejor que no vayas, el señor Omar entenderá.

—No quiero darle más razones para que me dé un sermón, solo dame la pastilla y listo —sirvió un vaso de agua y me dio la pastilla, una vez que me la tomé le di las gracias a Ali y me despedí.

Al salir de la casa tomé mi auto y me dispuse a manejar, no sabía la razón por la cual la pastilla todavía no hacia efecto.

Había demasiado ruido de los autos y eso hacía que el dolor aumente al igual que mi mal humor.

El semáforo cambió de color y pisé el acelerador ya que tenía prisa y la vía estaba libre, llegando a la avenida me aseguré de que no viniera ningún carro en sentido contrario y al avanzar un carro salió de la nada lo vi venir a toda velocidad, moví el volante en otra dirección para no chocar pero el carro me impacto antes de que pudiera hacer algo y solo sentí un fuerte dolor en la sien.

                                                                                            /./

Siento mi cuerpo entumecido, mis ojos pesados y no los puedo abrir, el dolor de cabeza es agudo. Escucho un sonido como las máquinas de los hospitales y el recuerdo de intentar no chocar con un auto vino a mi mente.

Mierda, sí choqué.

Llevé mi mano a mi cabeza y al tocarla sentí una tela envolviéndola, froté mis ojos para así poder abrirlos pero me di cuenta que estaban abiertos, mis ojos están abiertos y no puedo ver nada, el aire no llegaba a mis pulmones, mi pecho sube y baja.

—¡Doctor! —grité, no puedo ver nada y esto no me está gustando— ¡Doctor! —Intenté bajar de la camilla y al hacerlo sentí un pinchazo en el dorso de mi mano, escuché un ruido y unos pasos.

—Señor regrese a la camilla —dijo una señora que creo es la enfermera, me agarró de los hombros y yo forcejeaba para que me suelte.

—Quiero al doctor, suéltame, el doctor, no puedo ver, ¿dónde carajos está el doctor? —mi desesperación no podía ser más, ¿por qué todo está oscuro?

—Enfermero, ayúdeme por favor —porque llama a un enfermero y no a un doctor.

—No puedo ver, quiero a un doctor.

—Tranquilícese señor, el doctor estará aquí pronto —me llevaron otra vez a la camilla. Sentí que agarraron mi brazo y lo quité— Señor tengo que ponerle la intravenosa de nuevo.

Un Mundo Diferente [completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora