VEINTICUATRO

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ISAAC LOMBARDI

—¿Eres un idiota sabes?, ella solo se preocupó por ti y tu terminas desquitando tu furia con ella como siempre —dijo André que estaba en la otra máquina caminadora del gimnasio al lado mío.

—Solo no se hubiera preocupado y ya, no se lo pedí. Y ya cállate mejor no te hubiera contado nada —en este momento me arrepentía de haberle contado como terminó mi "paseo" con Alaia.

—Pero ya me lo contaste y te estoy dando mi opinión, deja de ser tan cerrado.

—No cambiaré y bien lo sabes.

—Y yo que pensé que ya se llevaban mejor.

—Esa chica y yo no nos llevaremos bien nunca.

Muy en el fondo sabía que había sido muy brusco con ella y que quizá ya no me hable, me fastidié por una tontería, quizá fue porque quise escuchar una respuesta diferente de la chica que me llevó a un lugar para hacerme sentir libre.

Hasta ahora no me había cuestionado por mi comportamiento hacia alguien como ahora lo hago por ella, cuando me convenzo que debo dejarlo así mi mente me da la opción de disculparme y aunque trate de alejar esa idea es la que más deseo hacer.

Podría poner la excusa de devolverle su chaqueta, pero no quiero que piense que solo porque me quede con su chaqueta me veo en la obligación de arreglar las cosas, tampoco quiero verme como alguien que hace berrinche y después vuelve arrepentido.

Joder, ahora es cuando odio no poder dejar mi orgullo a un lado y aceptar mi error.

Bajé de la caminadora dando fin a mi rutina y me sequé el sudor con la toalla que tenía en mi cuello.

—Yo también terminé, vayamos por nuestras cosas —fui con mi amigo al locker donde dejamos nuestras cosas y después de darnos una ducha salimos del gimnasio.

Cuando llegué a casa subí a mi habitación, me senté en el sofá que hay ahí y pensé en que podía hacer, lo primero que se me vino a la mente fue Alaia, vaya que mi mente se empeñaba en recordarme la idiotez que había cometido.

Aunque me pasé la mitad de la mañana tocando guitarra la necesidad de hacer algo para arreglar el problema no salía de mi mente y sin más rodeos decidí llamarle.

Le di un mando a mi celular y en seguida estaba timbrándole, con cada timbre sentía un corrientazo en el estómago, me desesperaba que no conteste.

—Hola Isaac —ignore su voz somnolienta.

—Alaia, te llamaba por qué ayer olvidaste tu chaqueta —dije de lo más normal.

—Te olvidaste de regresármela dirás, pero puedo ir a recogerla si quieres.

—Tu olvidaste pedírmela, pero la puedo ir a dejar.

—¿Ahora es mi culpa? cuando se supone que debes devolver las cosas que te prestan.

—Bien, bien no quiero empezar una guerra solo por algo que olvidé —acepté mi culpa— ¿me darás tu dirección? —me dio la dirección y nos despedimos con un nos vemos.

Me di otro baño, porque sentí que no me había bañado bien, me vestí y bajé a la cocina para almorzar.

—¿Ali? —llamé su atención al terminar de comer, ella estaba a mi costado almorzando conmigo.

—Dime mi niño —respondió.

—Puedes llamar un taxi, voy a salir.

—¿Saldrás, a dónde? —sabía que iba a curiosear.

—Me quedé con algo de Alaia, iré a su casa a devolverle.

—¿Alaia? Pensé que no te hablabas con ella —su tono fue de sorpresa.

Un Mundo Diferente [completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora