CINCUENTA Y CUATRO

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ANDRÉ

No podía procesar lo que Isaac me acaba de decir, ¿Cómo que está muerta, si solo fue a un viaje? ¿Ahora como se lo diré a Rouse?

Salí del edificio y tomé mi auto para manejar a casa de Rouse, no me imagino como reaccionara, yo todavía no me lo creo del todo y ella que es demasiado sensible decirle ahora que no vera más a su amiga... ay dios no quiero ni pensarlo.

Si no supiera que Isaac no hace ninguna clase de bromas pensaría que esta es una. Me lo contó con lágrimas en los ojos se culpó del suceso, esta mas que destrozado y en su mirada solo había dolor y rabia, la amaba demasiado nunca en todos los años que llevamos siendo amigos lo había visto así por una chica, aunque se demoró en darse cuenta que la amaba, aprovecho cada día para demostrárselo y quería protegerla a toda costa, ella se veía muy feliz al lado de él, sonreía cada que estaban juntos, eran la pareja perfecta.

¿Por qué tuvo que suceder esto?

Llegué a la casa de Rouse sin querer llegar, no hallaba las palabras para darle la noticia, con duda toqué su puerta, la abrió y apareció una sonrisa en sus labios cuando me vio.

—¿Qué haces aquí? —me abrazó y le devolví el abrazo pero no la sonrisa— no te esperaba, me dijiste que estarías ocupado y nos veríamos en la noche.

—Te tengo que decir algo —su sonrisa se borró y la cambio por una expresión de confusión.

—Pasa —pasé— ¿Qué sucede?

—Siéntate —lo hizo y me senté al lado suyo.

—¿Ya dejaras el suspenso? —respiré profundo.

—¿Recuerdas que Alaia fue a visitar a su abuela? —creo que esa pregunta fue tonta, es obvio que recordaría algo como eso.

—Claro, como no recordarlo, sigo enojada con ella por desaparecer de la nada y no responder su teléfono desde hace semanas, ya me estoy preocupando por ella.

—Isaac me dijo que su padre ya está aquí.

—Si su padre ya está aquí ella también, quiero ir a verla, ¿me acompañas? —se levantó.

—Espera —tomé su mano y volví a hacer que se siente, la tomé de las manos y la miré a los ojos.

—¿Le paso algo a Alaia? —no sabía cómo responderle— ¿Está en el hospital?, dime ya que sucede.

—Alaia esta... —me incito a que continúe con un gesto— ella murió —vi como su expresión cambio a una de enojo.

—No hagas ese tipo de bromas André —me regañó.

—Se lo dijo el padre de Alaia a Isaac —sus manos soltaron las mías y se tapó el rostro con ellas.

—No —se levantó del sofá— No es verdad —su voz se quebró, me levanté e intente abrazarla— Suéltame —tomé sus brazos e intente sacarlos de su rostro para darle un abrazo— No quiero que me abraces —sollozó, se tiró al suelo, su cuerpo temblaba y sus sollozos eran más fuertes.

—Cariño —tomé sus manos y esta vez me dejo ver su rostro— Yo también lo siento —verla llorar de esta manera hizo que mis ojos se aguaran.

—Ella no puede estar muerta, quiero ver su cuerpo, necesito verlo para creer —se levantó de golpe, se veía confundida y desesperada a la vez— Iremos a ver a su padre, tengo que preguntarle ¿qué paso?, ¿cómo paso?...

—Rouse, tranquila —la sostuve de los brazos mirándola a los ojos— tienes que calmarte.

—¿Como puedes decirme que me calme? Es mi mejor amiga de la que estamos hablando —sus lágrimas caían inundando su rostro— la misma que prometió ser la madrina de mis hijos, la que me dijo que nunca me dejaría sola —intentó soltarse de mi agarre pero se lo impedí— ella es mi hermana, no puedo estar tranquila, ella no puede haber muerto —se derrumbó nuevamente— No puedo estar sin mi hermana —su llanto desgarrador me partió el corazón y lloré con ella, recién caía en cuenta cuanta falta le haría.

Un Mundo Diferente [completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora