CUARENTA Y NUEVE

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ALAIA LEWIS

Llegue a Panamá y nos instalamos en una cabaña en medio del bosque, llegamos sin medios de comunicación para que no puedan rastrearnos, los celulares los botamos en un barrio de malvivir en Iowa.

La propiedad de mi padre era tan recóndita que estaba segura nadie nos encontraría aquí por un buen tiempo, apenas él dijo que saldría a comprar alimentos me ofrecí a ir con él, quería conseguir un teléfono para llamar a Isaac, no quería escucharlo por última vez ya que este momento sería el final de todo, después no lo volvería a escuchar y eso hacia decaer más mi ánimo, pero aun así me armé de valor dejé de lado el nudo que ya se me había formado en la garganta y el vacío en el estómago y subí con mi padre al taxi.

Cuando llegamos mientras él pagaba el taxi divisé una cabina de teléfono público y corrí hacia allá, marqué el numero ya que me lo había aprendido y al instante estaba sonando, respiré profundo, estaba nerviosa y temblaba sin querer, las palabras habían abandonado mi mente y no se me ocurría que decir.

—Hola —escuchar su voz era como salir un rato de mi pesadilla.

—Isaac —logré pronunciar.

—Alaia, ¿estas allá?, ¿llegaste bien?, maldición apenas ha pasado un día y ya me haces falta.

—Estoy bien y lo estaré, no te preocupes por mí.

—Como no hacerlo, no escuchar tu voz, no sentirte cerca, no aspirar tu aroma y sin saber hasta cuando, va a ser una tortura.

—Te extrañaré demasiado.

—Dime que me amas —pidió.

—Te amo Isaac, nunca lo olvides —soltó un suspiro.

—Te estaré pensando cada día que pase y no estés conmigo, recordaré todo lo que vivimos y espero los recuerdos alcancen para poder seguir sin ti y si no alcanzan te buscaré para crear más juntos sin importar que.

—Yo volveré a ti, tú no tienes que venir en mi búsqueda.

—Eso será muy difícil —sentí su voz un poco quebrada, una lagrima rodó por mi mejilla imaginándolo con lágrimas en los ojos.

—Desde ahora no estaremos físicamente en la vida del otro, pero siempre nos llevaremos en el pensamiento y en lo más profundo del corazón—mi voz salió con sollozos incluidos, recordé el viaje y cuando dijo que no se haría la operación si no estaba yo— tienes que seguir con tus planes, viaja a Italia, hazte la operación, inténtalo.

—Pero sin ti...

—Hazlo por mí y por ti, por los dos.

—Está bien, lo haré por los dos. Te extrañaré hasta que vuelvas a estar entre mis brazos, dolcezza.

—Eres el amor para toda mi vida Isaac —hubo un silencio, ninguno de los dos se atrevía a colgar y estaba segura que mis sollozos se podían escuchar, lo tenía que hacer yo, mi corazón no podía romperse más, estaba hecho pedazos al igual que yo— Adios, Isaac.

—Hasta luego, Alaia —dejé el teléfono en su lugar cortando la llamada y derramé las lágrimas contenidas, miré afuera de la cabina y mi padre estaba mirándome, su expresión era neutra, sequé mis lágrimas y salí de la cabina.

—Solo me despedía de alguien —le dije al verlo.

—Tenemos que comprar alimentos que nos duren varias semanas para no estar saliendo cada rato —no reclamó y eso me hizo suponer que no había escuchado mi conversación.

—No nos puse en peligro, no tienes que preocuparte —se volteó, me miró y acaricio mi mejilla, su rostro tenía una expresión de culpa.

—Andando.

Un Mundo Diferente [completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora