CUARENTA Y TRES

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ALAIA LEWIS

Isaac y yo desayunamos con André y Rouse, después salimos a dar un paseo a la playa y almorzamos en un restaurante de mariscos que estaba por ahí cerca.

Mi padre me había llamado demasiadas veces y no le contesté, llegó demasiado lejos imponiéndome a un desconocido para que cuide de mí, dejó de insistir después de 13 llamadas y yo ya veía lo que sucedería al regresar al apartamento.

Me permití disfrutar del momento sin pensar en lo que pasaría después.

Rouse había organizado una fogata de último momento y había llamado a varias de nuestras amigas y algunos que otro amigo cercano de André, mientras ella esperaba a los invitados Isaac y yo nos sentamos en un tronco que está un poco alejado del mar.

La noche ya había caído y la luna llena era lo único que nos alumbraba, mi cabeza está apoyada en su hombro mientras él me abraza, me sorprende verlo tan tranquilo y me he dado cuenta que el mar calma sus ánimos y lo pone del mejor humor que puede tener.

—Te ves tan tranquilo que me transmites paz —le dije. En estos momentos mi mente no estaba tranquila.

—Cuando no te sientas bien apóyate en mí, quizá no te transmitiré la paz que necesitas pero haré todo lo posible para que te sientas bien.

—Tú tienes todo lo que yo necesito.

—Tu eres mi mundo —mi corazón no demoró en latir desbocado como siempre cuando estaba con él y retiré mi cabeza de su hombro y me reí nerviosa.

Su rostro volteó quedando frente a frente con el mío, subió su mano a mi mejilla su pulgar pasó por mis labios y los abrí inconscientemente queriendo que me besé, se acercó despacio a mí, su nariz chocó con la mía y sonreí, sus labios por fin encontraron los míos fundiéndose en un beso lento y suave de esos que sólo nos damos de vez en cuando.

Cuando nos separamos sonreí y vi a lo lejos algunos chicos acercándose a Rouse y supuse eran los que invitó.

—Están empezando a llegar —le dije.

—¿Y si vamos a ese lugar que es sólo de nosotros dos, donde estamos lejos de la gente?

—¿Al acantilado? —no está tan lejos y me parece una excelente idea.

—Si.

Tomé su mano y nos levantamos —Andando —a unos cuantos metros vi a Joe acercándose a nuestra dirección, su mirada estaba en nosotros y el flash de la anterior noche me vino a la mente.

Rayos que vergüenza.

—Ahí vine Joe —avisé a Isaac.

—Esquivémoslo —dijo pero era muy tarde, Joe alzó su mano en forma de saludo e hice lo mismo.

—Hola chicos —se acercó— Hola Al —besó mi mejilla— Hola Isaac.

—Hola —contesté pero Isaac no lo hizo, su brazo rodeó mi cintura y me pegó a él.

—Veo que estas mucho mejor —me parece o se refiere a lo que vio ayer en la noche.

—Si así es, ya estoy mucho mejor —le respondí con una sonrisa.

—¿Vendrán con nosotros? —preguntó,

—No —contestó Isaac— tenemos algo más íntimo que hacer.

—Bueno, si se animan creo que ya saben dónde estarán todos —asentí— que se diviertan —dijo con una sonrisa y se despidió con la mano.

—¿Por qué le dijiste eso? —le reclamé después de que vi a Joe alejarse— No preguntó qué haríamos solo si iríamos a la fogata.

Un Mundo Diferente [completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora