TRECE

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ISAAC LOMBARDI

Salió de ella un sollozo y escuché el azotar de la puerta, me congelé al saber que está a punto de llorar, pero es que ella es demasiado insistente, no puedo con su forma de pensar creyendo que todo se arregla hablando, mi conciencia se removió y me pregunté donde estuvo estos últimos días, ella es demasiado ingenua, ve todo color rosa y no puedo con eso.

Maldita sea Alaia, ¿Por qué tenías que meterte en mi vida?

Pocas personas son las que conocen y sobre todo soportan el carácter que cargo, pero ella siendo una completa desconocida sigue aquí a pesar de todo lo que le he dicho, nadie había hecho eso y sé que estoy en error pero no pienso dar mi brazo a torcer hasta que ella se vaya, simplemente no la soporto.

Las miles de emociones me abruman y no sé qué tan fuerte se golpeó mi cabeza para volverme tan sentimental, esas mierdas no eran parte de mi día a día como ahora lo son.

Pero es que la necesidad de pedirle que se aleje de mí es persistente, no quiero ni siquiera sentir su presencia, ni oler su perfume, nunca antes me había pasado eso, al contrario me gustaba que las chicas se me acerquen que se restrieguen en mí hasta que su perfume se me quede impregnado, pero ella tiene algo que hace que solo la quiera lejos.

Me pasé casi toda la noche dándole vueltas al asunto y ¿si le pido perdón por todas los gritos y las veces que la he hecho sentir mal? o ¿si la sigo tratando así hasta el día en que se vaya ?, creo que eso será después de la cirugía, me iba por la opción A, pero mi ego no me permitía pedirle disculpas así que terminaba llevándome por la opción B, así me la pasé hasta que me dio sueño.

Me desperté por el ruido de la aspiradora que se escuchaba afuera de mi cuarto, me quedé unos momentos en la cama asimilando la situación, fui con dirección al baño, me saqué la venda de la mano para no mojarla, me despojé de la ropa y me metí a la ducha, mientras el agua tibia caía sobre mí me di cuenta que nunca antes me había puesto a pensar ni por un momento el trato que le doy a Alaia, hasta ayer en que después de lo mal que la he tratado ella entro al baño, me saco de ahí, curó mi mano y me dijo que se preocupaba por mí.

El accidente solo cambio mi estilo de vida, no mi comportamiento y aunque quiero recapacitar y sentirme culpable no puedo ya que fue ella la que se metió en mi vida, no yo en la suya.

Salí de la ducha, lavé mis dientes después me vestí, Siri me dijo la hora, hoy me había levantado temprano apenas eran siete con treinta, bajé a ver a Ali ya que tengo hambre.

Después de bajar las escaleras y chocar de casualidad contra la pared mi mano herida, fui con destino al comedor.

—Buenos días hijo, ¡hoy te levantaste temprano! —mierda, Ana hizo que salte de susto, pensé que ya no estaba.

—Buenos días, si — respondí, mientras caminaba hasta donde era mi lugar en la mesa me lo sabía de memoria, me senté a esperar mi desayuno.

—¿Qué te pasó en la mano? —dijo con voz preocupada, sentí que tomo mi mano y la retiré.

—No fue nada, ya me lo curaron —escondí mi mano para que no siga haciendo preguntas.

—Pero no me dijeron nada de esto, ¿cómo pasó? —al parecer Alaia no se lo informó, me sorprendí.

—Ya pará Ana, deja de actuar.

—Me preocupas en serio, no sé por qué siempre piensas que lo que te digo no lo siento.

—Porque es verdad, no sientes nada de lo que dices sentir por mí, sino no hubieras hecho lo que hiciste —me levanté, el apetito se me había desaparecido.

Un Mundo Diferente [completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora