VEINTIOCHO (PARTE II)

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ALAIA LEWIS

Podía ver su rostro perfilado en la oscuridad del coche, no quería ir a mi casa todavía pero me negaba a entender el por qué no quería separarme del él, recosté mi cabeza en su hombro ya que todavía me sentía algo mareada, él acarició mi rodilla acto que me hizo cerrar ojos, mi imaginación se hizo presente y sentí un cosquilleo en mi entrepierna al querer su tacto en otra parte de mi cuerpo.

—¿Me llevarás a casa? —pregunté sin despegar mi cabeza de su hombro.

—¿A dónde más podemos ir?

—Quizá a tomar aire fresco al acantilado y esperar el amanecer —propuse, estaba algo somnolienta y estaba diciendo lo primero que se me venía a la mente.

—¿Acaso quieres pasar tiempo conmigo? —que egocéntrico.

—Quizá —necesitaba una explicación a lo que sentí cuando nos besamos hace un rato bailando y lo podía averiguar si pasaba más tiempo con él.

—No te acostumbres Alaia.

—Ya lo estoy haciendo, ya me estoy acostumbrando a ti —confesé.

—Estas mareada, no digas tonterías —soltó sin titubear, quizá esperaba esa respuesta pero aun así algo dolió dentro de mí, me reí amargamente.

—Si quizá sea el alcohol que me hace hablar tonterías.

—Leopoldo, llévanos al acantilado en la playa —dijo al chófer.

—Claro que sí señor y soy Leonardo —corrigió el hombre.

—Duerme un poco linda, el camino será largo —acarició mi mejilla, ignorando la corrección.

—Cántame una canción para poder dormir —sé que me estaba aprovechando de la situación, ni siquiera estaba tan borracha pero quería saber hasta dónde puede llegar la paciencia de Isaac.

—Alaia, conténtate con que bailé contigo —es cierto al parecer no le gusta bailar, pero yo quería que cante para mí.

—Entonces dormiré para soñar que me cantas —no necesité cerrar los ojos porque ya lo estaban y traté de dormir un poco.

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—¡No! —un grito hizo que abriera los ojos y me encontré con Isaac respirando pesadamente su pecho subía y bajaba desesperado, sus ojos estaban cerrados, al parecer tenía una pesadilla ya que balbuceaba algo como "no te vayas por favor, quédate", su frente sudaba un poco y el chófer paró el coche ya que de seguro escuchó el grito.

—Puedes bajar un momento, por favor —le pedí al chófer ya que a Isaac no le agradaría que alguien desconocido lo viera en una situación tan vulnerable.

—No hay problema señorita —hizo lo que le pedí.

—Isaac —hablé cerca de él sin levantar la voz, sabía lo que se sentía tener una pesadilla— ¡Hey! Despierta solo es un sueño.

—¡Por favor, no! —gritó a la misma vez que abrió sus ojos y lágrimas estaban acumuladas en ellos.

—Tranquilo, respira con calma, ya pasó —acaricié su rostro, su pecho subía y bajaba aceleradamente.

—No me toques —quitó mi mano de su rostro, su reacción me descolocó— bájate por favor quiero estar solo, que el chófer también baje.

—¿Qué? —no podía articular palabra y mi cerebro no procesaba la información ya que mi cuerpo no se movía.

—¡Que te bajes¡ —dio un grito y me obligué a reaccionar.

—El chófer ya bajó hace un momento —le informé, bajé del auto y cerré de un portazo la puerta, di unos pasos llegando a la acera— Es un idiota —bufé. El chófer que estaba en la capota se acercó a mí al verme bajar.

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