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CAPÍTULO SETENTA Y NUEVE

Brass se ha ido hace dos horas, luego de recibir una llamada del trabajo. Me ha dicho que necesitan sacar nuevamente algunas fotos, así que se ha ido. Desde que llegué, ha lucido alterado y no sé qué le pasa hoy.

Regresa pasadas las ocho treinta, luciendo menos nervioso.

—Traje pizza— me sonríe, dejando la caja en la mesa de la cocina—. ¿Qué tal ha ido el trabajo hoy?

Trago saliva e intento sonreírle. Brass no sabe que he estado yendo todas las noches a Seks, por lo que hoy fue extraño regresar más temprano y le mentí. Me siento una mierda por haberle ocultado algo a mi mejor amigo, pero también que se cabrearía si supiera que en realidad estoy mucho más jodida de lo que le dije.

Lo miro, notando que su mano derecha está un poco enrojecida, pero no digo nada. No es la primera vez que Brass regresa con las manos así luego de las sesiones fotográficas. Muchas veces debe maquillar a las modelos o retocar cosas y suele mancharse.

Nos sentamos y ambos cenamos. No logro tragar más de media porción de pizza y mi amigo me mira con algo de preocupación, pero lo disimula e intenta entablar una conversación, diciendo que mi padre le ha vuelto a hablar.

Ayer decidí ser honesta y decirle que estaba de regreso, que el viaje se había acortado pero que aún no podía verlo porque había regresado al trabajo. Brass me prestó su móvil para hablar porque sigo completamente negada a encender el mío y tentarme a escribirle a Demian.

Tal vez él y Viktor aún están gestionando todo el asunto de su padre y lo último que quiero hacer, es presionar su chat por error y escribirle que lo extraño.

—Papá dijo que podríamos almorzar con él el domingo— carraspeo, apartando mi porción a medio comer. Lo cierto es que el estómago se me ha cerrado y no es nada nuevo, porque siempre que estoy muy nerviosa o estresada, mi alimentación sufre las consecuencias. Durante años tuve atracones de comida luego de que mi padre dijera sus cosas habituales pero de más grande, mi estómago comenzó a cerrarse en cada momento de tensión—. ¿Quieres ir conmigo?

—No pensé que quisieras ir— me mira sorprendido—. ¿Realmente estás... bien como para ver a tu padre?

Le doy una sonrisa leve.

—Creo que en este momento, él podría decir cualquier mierda tóxica y no me lastimaría— porque ya no hay una parte de mí para dañar. Estoy completamente rota—. Puedo ir sola, solo creí que tal vez...

—Iré contigo— dice con una sonrisa leve—. ¿Qué te parece si cuando terminamos, nos vamos un rato de aquí? — me dice—. Es viernes, podríamos salir a beber algo.

Le digo que sí, aunque en realidad no quiero, pero estoy esforzándome por salir del agujero de autocompasión en el que me sumergí.

Antes de salir, me doy una ducha y salgo, veo que Brass está con su teléfono.

—¿No estás hablando con Samuel, verdad? — le pregunto con un poco de temor.

—Nop— me da una sonrisa leve—. ¿Ya estás lista, freudita?

—Sí— intento sonreírle y aliso la falda del vestido. Odio usar maquillaje, pero he cumplido en tapar mis ojeras por el mal descanso y me he puesto máscara de pestañas para que mis ojos no luzcan tan destruidos.

Salimos del edificio y caminamos con tranquilidad por la calle. Brass tiene su brazo encima de mis hombros y tengo que contener los recuerdos, porque Brass es Brass y no es... él.

—Pensé que podríamos ir a un bar que está como a diez calles de aquí, ¿Qué opinas?

—Sí, eso suena genial— dejo que me conduzca por las calles y realmente llega un momento en el que disfruto del silencio entre nosotros, mientras ambos estamos perdidos en nuestros pensamientos.

Sinestesia | ¡Pronto en físico! Donde viven las historias. Descúbrelo ahora