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CAPÍTULO VEINTICINCO

Soy consciente de estar despierta, pero mis ojos se niegan a abrirse.

Jesús, estoy cansada.

Suspiro, entierro mi cabeza en la almohada y me dispongo a dormir, hasta que el movimiento hace que la tela desprenda un perfume cítrico y masculino que me recuerda que no estoy en casa, que no es un domingo más y que he pasado la noche con Demian luego de ir a Seks.

Me fuerzo a abrir los ojos, al menos un poco, pero no veo a Demian en la cama. ¿Se habrá ido?

Me impulso con los brazos, estiro mis músculos y miro la habitación. Todo está en orden y no hay indicios de lo que pasó anoche. El condón usado no está y ni mi ropa ni la de Demian están en el suelo. Pongo mis pies fuera de la cama, tomo una respiración profunda y me dispongo a salir de la habitación, luego de buscar algo de la ropa que está perfectamente acomodada a un lado de la estantería con todos los... juguetes de Demian.

Tomo una respiración profunda y miro por un segundo mi cuerpo, dándome cuenta de que hay al menos tres marcas en mis pechos.

—Hola.

—¡Cristo, me asustaste! — me giro sobresaltada y veo a Demian en el marco de la puerta, luciendo divertido. Mis mejillas se enrojecen furiosamente cuando me doy cuenta de que sigo desnuda.

Bueno, él ya te ha visto desnuda varias veces, ¿Qué demonios te avergüenza?

—¿Todo bien? — ¿Por qué el hombre parece siempre tener un buen humor mañanero?

—Yo... Sí, dormí bien, gracias— lo observo, notando que se ha bañado y lleva los usuales pantalones oscuros de mezclilla y una camiseta azul marino que resalta el verdor de sus ojos.

—Bien— él ni siquiera baja los ojos más allá de mi pecho—. Tenemos que irnos en un rato.

—¿Irnos a dónde? — él sigue mirándome, pero no dice nada y yo suelto un bufido—. Ya he aprendido a controlar la ansiedad.

—No te creo— sonríe—. Date un baño, ponte cualquier cosa. En media hora te quiero en la cocina o habrá consecuencias— él sale del cuarto y yo parpadeo, sorprendida. Incluso me pellizco el brazo para asegurarme de estar despierta y que no sea parte de un sueño.

Salgo del momento de confusión y miro a mi alrededor nuevamente, sonriendo al ver que mi bolso está sobre el sofá de cuero de la esquina. Busco ropa y prácticamente corro por el pasillo hasta el baño, para darme un baño rápido. Eso me ayuda a despertarme y luego, me lavo los dientes, ya que he traído el cepillo y la pasta. Sí, me he organizado un poco esta vez. Cuando ya estoy lista y mi cabello cae húmedo alrededor de mis hombros, salgo del baño.

Tomo una respiración profunda mientras camino en dirección a la cocina, sin siquiera saber qué hora es.

—Te sobraron cuatro minutos— Demian me sonríe, con los codos apoyados sobre la mesada de mármol y yo me volteo para poder ver el reloj de agujas que está por encima del marco de la entrada.

—¿Ya es el mediodía? — lo miro, sintiéndome un poco avergonzada de haber dormido tanto— . ¿Por qué no me despertaste?

—Porque estabas cansada y necesitabas dormir— dice con un murmullo suave y luego añade, sonriendo—, y yo tampoco me levanté hace mucho— se encoge de hombros—. Es domingo, Lianna. Está permitido dormir hasta tarde los domingos.

—Supongo que tienes razón— suspiro, acercándome a la isla donde está apoyado—. Entonces, ¿Dijiste que íbamos a algún lado?

—Oh, sí, nos vamos— él se voltea, lo veo sacar algo de la heladera, aunque no distingo qué y mientras aún está de espaldas, vuelve a hablar—. Tenemos una cita.

Sinestesia | ¡Pronto en físico! Donde viven las historias. Descúbrelo ahora