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CAPÍTULO DIECISÉIS

Lianna

Mi miércoles ha sido una mierda en todo el sentido de la palabra. Para empezar, me costó mil demonios dormirme anoche y casi me quedo dormida para ir al trabajo de no ser porque Brass me despertó.

Llegué tarde al trabajo y, aunque no me dijeron nada, sé que a mis jefes no les agradó. Luego, cuando mi jornada terminó y llegué a mi casa, mi padre llamó. Él tiene una fascinación por llamar los días miércoles para quejarse de todas las malas decisiones que, según él, cometí.

Ahora se le ha metido en la cabeza que debo ir a verlo a él y a Celia porque conocieron a un buen chico que quieren presentarme. Dije que no y mi padre ha vuelto a su argumento sobre haber estudiado psicología, como si estudiar eso fuera algún tipo de deshonra familiar o algo asó.

En serio que hago mi mejor esfuerzo por ignorarlo pero duele que rechace y le reste valor a todo el empeño que puse durante años para recibirme. ¿Por qué no ve que me quemé las pestañas estudiando? ¿Por qué no ve que tengo uno de los mejores promedios? ¿Por qué no ve lo bueno?

—Lianna... —la voz de Demian me saca de mis pensamientos y cuando lo miro a los ojos, tiene el ceño ligeramente fruncido—. ¿Estás bien?

—Si, bien—le aclaro—. No pensaré más, lo prometo—le digo, porque eso es lo que me ha pedido y en serio quiero tratar de hacerlo, pero es difícil.

—Está bien—él se aleja unos pasos, hasta sentarse en el borde de la cama en la que hemos dormido hace unos días y me observa—. Ven aquí.

Hemos empezado.

Las órdenes no tardarán en llegar y debo centrarme en cada palabra que sale de su boca. Debo dejar el pleito con mi padre de lado, concentrarme en Demian y cuando esto se termine, tal vez y solo tal vez, lo llame para hablar. Me ha pedido que vaya a pasar el fin de semana con ellos pero estoy intentando encontrar una excusa para poder evitarlo.

Sacudo mi cabeza, anulo la vocecita molesta y camino hasta Demian que, cuando me tiene enfrente, separa las piernas y me pone entre ellas.

Sus manos tocan mis piernas desnudas y las mueve hasta meterlas por debajo de la falda del vestido.

—Me agrada cuando usas vestido— dice. Las yemas de sus dedos presionan mi culo, acercándome a él.

—Gracias.

He estado leyendo el libro que Demian me dio y textualmente decía ser agradecida.

—¿En qué piensas?—me pregunta luego de unos segundos.

—Estoy intentando no pensar en nada—le digo.

Tengo mis brazos a los lados de mi cuerpo, mientras que los de Demian siguen rodeándome y manteniéndome cerca de él. Lo cierto es que agrada su tacto, no voy a mentir. Me gusta ser tocada por él porque es como si intentara transmitir cuidado en cada roce.

Casi de forma contenida, pongo mis manos sobre sus hombros. Puedo sentir sus músculos por debajo de mis dedos. Siempre me atrajeron visualmente los tipos con espaldas anchas. Es como si dieran una imagen protectora. Demian siempre da esa imagen. Es una persona intimidante, sin duda; su cuerpo se impone pero, a su vez, esa grandeza demuestra que podría ser capaz de cuidarte.

No es que me sienta una pobre princesa que desea ser cuidada y amada por un príncipe. Simplemente... me agrada ser querida. Claramente, haré responsable a la falta de cariño de mi padre por esto.

Sinestesia | ¡Pronto en físico! Donde viven las historias. Descúbrelo ahora