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CAPÍTULO TREINTA Y TRES

Demian

El cuerpo de Lianna está tenso. Su rostro, sin embargo, no. Luce tranquilo. Poco a poco lograré que se relaje, que sus músculos se conviertan en nada y que su mente deje de hacer ruido.

Por algún motivo que ninguno de los dos termina de entender, ella confía en mí. Aunque en realidad, sí lo sé: le he demostrado en el tiempo que hace que nos conocemos que soy digno de esa confianza. No la he lastimado, no he hecho nada que la dañe de algún modo y poco a poco, es como si pudiéramos ir construyendo un lazo entre nosotros.

Eso es bueno.

Demasiado bueno.

Lianna está herida, lastimada emocionalmente y la confianza, para ella, es un arma de doble filo. A veces no puedo evitar compararla con un pequeño cachorrito que fue abandonado en una carretera y que espera ser rescatado. Sin embargo, cuando alguna persona pasa y lo rescata, desconfía. Es algo normal, ¿No? ¿Para qué confiar si siempre está la posibilidad de que te lastimen?

Hay dos opciones, siempre. Puedes quedarte encerrado y no enfrentarte a absolutamente nada o puedes salir y fortalecerte. Lianna está haciendo eso, poco a poco. Me está dejando ayudarla y en serio me alegra. Especialmente, porque poco a poco estoy pudiendo conocer a la chica que hay más allá de toda esa timidez y esa Lianna me agrada.

Presiono mis dedos alrededor de uno de sus talones, mientras la observo. Mi cerebro está completamente enfocado en ella y sé que ella no puede pensar en nada más que en esto, tal vez por miedo. Sin embargo, lo está enfrentando y eso es lo que me hace admirarla.

Podría haberme dicho que no. Me ha dicho que no antes, sabe que puede detenerme y a pesar de eso, supera el miedo y lo enfrenta. Mejor dicho: a pesar del miedo, lo enfrenta.

Eso es incluso más valioso.

Ella no puede escucharme, porque me ocupé de que no pudiera hacerlo, pero puede ver. Esta vez, es mejor así. Principalmente, porque no puede ver mucho más que el techo, ya que está boca arriba y segundo, porque estoy seguro de que las voces alrededor la abrumarían más.

De todos modos, no hay nadie lo suficientemente cerca como para que ella lo escuche. Nadie va a meterse en una escena sin ser invitado, a menos de que haya algún inconveniente o algo esté saliendo mal.

Paso mis manos de arriba a abajo por sus piernas, sin ir mucho más allá y sin presionar tanto los límites. Que estemos haciendo esto es un montón, teniendo en cuenta como es Lianna. Así que ni siquiera planeo llevar las cosas mucho más allá, solo mantenerlo en la superficie.

Mucha gente no lo entiende— especialmente quienes intentan comprender este estilo de vida desde fuera— pero es un privilegio tener el control. Por el contrario de lo que se cree, quien toma la decisión principal en una relación bdsm es una sumisa. Ella elige a quién someterse, a quién darle el control y quién dominará en la relación. Sin eso, no hay nada. Al menos yo tengo claro que tengo que sentirme afortunado de que alguien quiera que lo domine. Es un privilegio y un voto de confianza. No importa si es solo para una escena o para una relación a largo plazo, las cosas se joden si no hay confianza.

Es algo de ida y vuelta, sin duda. Te ganas la confianza del sumiso, en recompensa, recibes obediencia. Hay placer en ambos.

Saco mis pensamientos de todo eso, observando la respiración tranquila de Lianna. Definitivamente, las restricciones fueron buena idea. No se parecen a un abrazo, sin duda, pero ella siempre parece tranquilizarse cuando tengo mis brazos alrededor de su cuerpo e inconscientemente puede que le de la misma seguridad. Con eso y con la falta de sonidos alrededor, deberíamos estar bien.

Sinestesia | ¡Pronto en físico! Donde viven las historias. Descúbrelo ahora