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CAPÍTULO VEINTISÉIS

En algún momento, Demian se levanta y va a buscar el refrigerador portátil al coche, para después dejarlo entre nosotros y destaparlo.

—No hemos desayunado, así que come.

De nuevo, el tono dominante.

—Sí, señor— lo digo con un poco de burla, usando un tono militar—. Entonces, dijiste que Rusia es peor en ese sentido.

Hemos tenido una conversación agradable hasta ahora; hemos pasado de películas a libros y luego nos hemos metido en algo un poco más personal.

—si, Rusia tiene su diversión pero... prefiero estar aquí.

—¿En serio aprendiste a hablar ruso?

—Fue fácil teniendo a mis padres gritando en ruso y español— él sonríe—. El hombre cometió el error de enseñarle a mi madre algunas groserías en ruso y... las usaba en su contra en las discusiones— su mirada se ensombrece un poco y yo casi por instinto pongo mi mano sobre la suya—. ¿Haces siempre eso cuando quieres consolar a las personas? — lo miro, sorprendida, porque ni siquiera lo había notado—. Hiciste exactamente lo mismo cuando te hablé de Verónica.

—Bueno, si...— carraspeo—, ese día y hoy pareciera como si te quedaras hecho polvo por hablar de ellas— me refiero a su ex y su madre—. Es mi forma de darte un poco de consuelo— presiono mis dedos alrededor de su mano—. Déjame hacer mi trabajo de psicóloga sin título, Demian— él se ríe.

Bueno, ese es un avance.

—Bien, psicóloga sin título— él me observa—. ¿Cómo vas con la tesis?

—Avanzando— murmuro—, he escrito bastante la última semana— él asiente y yo continúo mirando nuestras manos unidas, negada a soltarme de la suya por algún motivo—. Se supone que debo ver al profesor este viernes para llevarle los avances.

—Eso es bueno.

—Sí, eso creo.

—¿Has tenido alguna noticia de tu padre?

—Oh, no, hay un límite ahí— mascullo—. Nada sobre mi padre.

Demian se ríe y se deja caer para recostarse en la tela, aún con mi mano en la de él. Por poco caigo con él.

—Bien, ¿De qué quieres hablar?

No quiero hablar, ni siquiera sé si hay un tema de conversación que no hayamos abordado ya. Lo imito y me dejo caer, con mi cuerpo a su lado, sin tocarnos, excepto por las manos.

—No lo sé.

El cielo está de un azul despejado y el sol está detrás de un árbol bastante alto, por lo que no me encandila.

—Bien, hagamos el juego de las veinte preguntas— dice, moviendo su cabeza a un lado. Puedo sentir sus ojos clavados en mi mejilla izquierda mientras yo sigo mirando las pocas nubes, intentando encontrar alguna forma—, pero con algunos cambios—muevo mi rostro para poder mirarlo, notando el brillo divertido de sus ojos—. Puedes negarte a responder, pero por cada pregunta que no respondas, será algo de la lista que probaremos.

—¿La lista? — el no se está refiriendo a la lista de límites, ¿Verdad? Claramente sí, se está refiriendo a eso, lo deja claro cuando me observa—. No, no, no.

—Sí, sí, sí— él imita mi voz, de muy mala manera, debo decir—. Entonces, ¿Quieres empezar o lo hago yo?

—¿Qué pasa si tú no respondes las preguntas?— él sonríe— ¿También tendrás algún tipo de sanción?

Sinestesia | ¡Pronto en físico! Donde viven las historias. Descúbrelo ahora