4. Pequeña felicidad.

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     El seguir un único camino siempre había sido el día a día para Bill. Su vida desde que era un pequeño siempre fue planeada con el más mínimo cuidado, siendo guiado por un sendero sin retorno ni atajos que lo llevaron a formar la persona que era hoy en día.

Aun podía recordar las conversaciones con sus padres, quienes lo halagaban siempre y decían que hacía un buen trabajo. Ellos siempre estaban ahí para apoyarlo y guiarlo, cubriéndolo de los errores asegurándole una vida a gusto y llena de victorias, nunca conoció lo que era el fracaso, ni el sabor de una derrota.

Era por ello que enfrentarse a estas situaciones sin sentido le afectaba tanto, porque Bill no fue criado para ello. Cuando sus padres murieron, esa fue la primera vez que sintió lo que era la tristeza de perder algo, y que el dinero no cubriera ese vacío que dejaron sus padres al lado de su cama, donde siempre se sentaban para cubrirlo con su amor.

Bill observó a su lado, viendo a aquellos pequeños cachorros cómodamente durmiendo sobre su costoso abrigo. Luego de haberlos llevado a su habitación había buscado algo que les diera más calor a ellos. Sin pensarlo mucho usó unos de sus abrigos favoritos, y los pequeños sin dudarlo lo aceptaron envolviéndose en la prenda.

Gruñó levemente, siendo consciente de sus acciones. No se suponía que las cosas fuera de aquella manera, esos pequeños mugrientos solo estaban ahí porque quería que Will le diera su parte de la compañía, no por nada más. Y aun así, no encontraba alguna explicación lógica para su comportamiento hacía unos segundos.

Suspiró, observando las fotos que reposaban en su pared. Varias habían sido tomadas por su madre cuando eran niños, había pocas en donde estuviera Bill solo, pues siempre estaba junto a Will en cada momento especial de su niñez.

Observó detenidamente una de ellas, donde ambos estaban llenos de lodo y sonreían a la cámara con aquellas brillantes miradas llenas de inocencia y felicidad. Luego de la muerte de sus padres, Bill y Will perdieron aquella conexión que tenían y no volvieron a sonreír de aquella manera. Al enfrentarse a una difícil situación real de la vida, ellos olvidaron lo que era la verdadera felicidad.

Cuando sintió un pequeño toque en su mano, observó aquellos pequeños y regordetes dedos apretarse sobre el dorso de su mano. Era uno de los pequeños que se había despertado y gateó donde estaba sentado, y ahora trataba de escalar sobre su regazo.

Bill entrecerró sus ojos antes de levantar la mano y empujar al pequeño, causando que cayera de espaldas nuevamente sobre la cama. Sin embargo, volvió a usar toda su fuerza para girar y comenzar a gatear nuevamente hacia él. El rubio bufó, y estiró su mano deteniendo al bebé quien tomó sus dedos con sus pequeñas manos y los observó.

—Eres muy inquieto, enano.

Murmuró, viendo como el pequeño comenzaba a oler su mano. Pero al sentir como abría su boquita y lo mordía, jadeó alejando su mano y causando que el pequeño cayera de cara contra las mantas. Bill se levantó, dispuesto a irse y dejarlos, pero al escuchar un pequeño quejido se detuvo, y al escuchar más giró, observando al pequeño cachorro llorando, cubriendo sus ojitos mientras una de sus manos trataba de alcanzarlo.

Lo observó seriamente, y al ver sus ojos cafés brillantes mirarlo fijamente, sintió un pequeño escalofrío.

Volvió a suspirar, acercándose nuevamente a la cama. El pequeño al verlo dejó de llorar, y aun hipando estiró sus manos hacia arriba, pidiéndole con la temblorosa mirada su atención. El mayor lo miró dudoso, jamás había cargado a un niño. ¿Y si lo lastimaba? ¿Y si vomitaba sobre su camisa importada de Francia? No podía permitir ello.

Pero al verlo, sintió sus manos moverse por sí solas hasta bajar donde el bebé y con cuidado lo rodeó subiéndolo y finalmente cargarlo contra su pecho.

Three || BillDipDonde viven las historias. Descúbrelo ahora