Epílogo.

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     El mundo solía ser una utopía efímera, que consideraba una clase de infierno para las personas de su tipo que fueron obligados a vivir de una forma tan deplorable desde su niñez. Un lugar misterioso, lleno de egoísmo y dolor que era gobernado por la clase más alta de la jerarquía. Aquellos alfas que se habían atrevido a trazar una enorme línea entre ellos, y los demás rangos tras ellos.

Una línea que terminó convirtiéndose en un gigantesco abismo, que solo les recordaba a los omegas, lo patéticos y débiles que eran en comparación con ellos. Que nunca podrían, obtener lo que ellos podrían solo por el hecho de haber nacido como lo que eran; la clase más débil de todo el mundo.

Al menos así eran las cosas, hasta que un día, un loco y desquiciado omega castaño, se atrevió a cruzar aquel abismo y demostrarle a ese mundo lleno de alfas arrogantes, que había un nuevo rey sobre ellos y no era un alfa como esperaban.

Dipper Cipher, un omega bastardo nacido de una amante moribunda junto a su hermana gemela. Dos omegas que fueron cobijados por los Cipher, abandonados en un orfanato durante casi toda su niñez, y siendo adoptados por los mismos años después gracias a William Cipher.

Habían sido dos pequeños cachorros abandonados, sin una sola gota de amor. Pero terminaron encontrando una verdadera familia junto con los Cipher, aquellos gemelos que habían cambiado sus vidas por completo desde el primer momento que fueron acunados en sus brazos.

Dos gemelos, que habían sido lastimados por su familia, y quienes fueron torturados por su pasado durante años, sin poder encontrar la paz a tanto sufrimiento guardado dentro de sus corazones. Les habían arrebatado su felicidad, y fueron condenados a vivir con el peso de la culpa de sus antepasados.

Y, aun así, habían podido encontrar la paz cuando fueron capaces de volver a confiar los unos en los otros. Cuando luego de tantos años viviendo bajo las sombras de sus pasados y presentes, vieron en los ojos del otro una luz que los guiaba a un brillante futuro cercano que calentaba desde lo más profundo de sus almas.

Se encontraron completos cuando vieron en el otro... a su alma gemela, y su más grande rival por el control del mundo.

Sonrió, porque el mundo era un lugar oscuro y temible. Pero era justo y siempre terminaba juntando las piezas en el mejor momento, luego de llegar al final de aquel corrupto túnel por el que pasaron desde su niñez.

Y eso era perfecto, aun cuando el mundo no lo había sido para él. Ahora, era el momento de tener su justicia por su pasado. Dipper podría odiar aquel mundo desde que era solo un niño, pero estaba seguro, que ahora no cambiaría nada de lo que fue, porque tenía todo lo que había pedido desde siempre.

Su sonrisa se extendió un poco más cuando escuchó la puerta de su habitación abrirse lentamente, y como pequeñas pisadas se movían a gran velocidad alrededor del lugar. Trató con todas sus fuerzas no mostrar señal alguna de diversión, y de mantener la seriedad en su rostro mientras continuaba escribiendo en aquel viejo diario en sus manos.

Fue sumamente difícil, más cuando sintió dos pequeñas cabezas asomarse sobre cada uno de sus hombros, y sintió sus aceleradas respiraciones mientras observaban lo que estaba escribiendo.

—¿Almaguun...? —preguntó una de las voces, aguda y curiosa mientras observaba aquellas extrañas figuras.

—¡Idiota, ahí dice algodón! —exclamó otra suave y aguda voz del otro lado del castaño, mientras golpeaba al dueño de la otra voz sobre la cabeza de Dipper.

Dipper suspiró al sentir sus hombros como zona de guerra cuando aquellos pequeños comenzaron a golpearse estando aún sobre él. Tomando una gran bocanada de aire, dejó el bolígrafo con el que había estado escribiendo, y con un rápido y limpio movimiento, tomó las manos de aquellos dos jalándolos sobre su cuerpo y sentándolos a cada uno sobre sus piernas.

Three || BillDipDonde viven las historias. Descúbrelo ahora