14. Señor Cipher.

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     Resulta que esa, no sería la última vez que los gemelos sabrían algo sobre el señor Cipher.

Luego de aquel día donde habían estado con él en aquella habitación, las encargadas misteriosamente habían hecho caso omiso a la falta de Dipper y le permitieron volver a su habitación como si no hubiese pasado nada. Eso definitivamente extrañó y llamó la atención del castaño, quien aunque no le gustara admitirlo, sabía que aquel sujeto de ojos azules probablemente tuvo algo que ver con ello.

Algo había hecho para que las encargadas lucieran tan lejanas a sus faltas, y se volvieran más pacientes e ignorantes con ellos. Notaba como el trato hacia Mabel y hacia él generaba más atención, y aunque los demás niños continuaran molestándolos, ahora las encargadas reprendían a quienes se acercaran a ellos como si hubiesen cometido alguna clase de delito.

Los gemelos se habían vuelto los favoritos del orfanato, y a Dipper eso no le gustaba para nada.

No confiaba nada en las personas de ese lugar, por eso prefería mantenerse en el anonimato y no llamar la atención no deseada. Ahora se habían convertido en el objeto de envidia de los demás niños, y sería más difícil para ellos lidiar con ellos cuando no se encontraran las encargadas cerca de ellos.

Justo como en ese momento.

Dipper limpió su quijada cuando la sangre de su nariz escurrió por ella. Los niños frente a él que eran mucho más grandes lo miraban con superioridad mientras lo acorralaban contra el árbol que estaba justo debajo de su habitación. Las ramas moviéndose con ferocidad contra el cristal, el viento más intenso que nunca y las nubes grises cubriendo cada parte del cielo.

Era simplemente maravilloso.

—Eso te enseñará tu lugar, omega.

Había dicho la palabra con tanto desprecio, que estaba seguro podría saborear el veneno de sus palabras. Aquel niño de 13 años, alfa recién revelado, despreciaba a los niños como él y abusaba de su autoproclamado poder jerárquico.

Dipper bufó, acomodándose la camisa rasgada y manchada, observándolos sin importarle como luciera ante sus ojos. Luego de que aquel grupo de molestos niños lo siguieran hasta su escondite lo habían estado golpeando los últimos minutos. Pero él no les daría el gusto de doblegarse ante ellos.

—¿Mi lugar? —preguntó mientras lo observaba inocentemente—. Esto solo me enseña el tuyo, y lo patético que eres para golpear a alguien por la espalda. ¿Qué nos espera en el futuro si está a manos de alfas despreciables como tú?

Lo siguiente que supo Dipper, era que esos cinco niños comenzaron a golpearlo hasta casi perder la consciencia. Pero aun así, no borró la sonrisa de su rostro al ver que sus palabras habían logrado el efecto deseado.

El día siguiente, estaba en la enfermería del lugar. Aquella vieja y desagradable beta enfermera solo había limpiado la sangre seca en su cuerpo con el único botiquín que tenían y usado maquillaje para ocultar los hematomas en su rostro.

Después de todo tenía que verse presentable, porque tenía visitas ese día.

Y no se sorprendió al llegar a la misma oficina y ver a aquel sujeto de ojos azules esperándolo con una sonrisa, sonrisa que se borró al ver el estado del pequeño.

Dipper caminó con dificultad y se sentó en silencio en la silla frente al alfa, sintiendo su mirada preocupada y compasiva.

Lo odiaba.

—Hola, Dipper —habló en voz baja el mayor.

El pequeño simplemente asintió sin levantar la mirada, únicamente observando los zapatos pulcramente limpios y relucientes del otro.

Three || BillDipDonde viven las historias. Descúbrelo ahora