25. Oscura constelación.

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     Las cosas podían llegar a ser bastante aburridas con una frecuencia molesta, ocasionando que su humor cayera en picada como un avión defectuoso en mayor medida de lo que le hubiese gustado. La emoción había pasado a tomar un segundo plano cuando el éxito formaba parte de su día a día, y había pocas cosas que realmente valieran la pena en su momento.

Exhaló con lentitud, el vaho saliendo frente a su rostro mientras observaba la gran y tétrica mansión frente a él. Aquel que fue su segundo hogar de pequeño, y ahora era un lugar de pesadilla al que preferiría no volver jamás.

Suspiró, tomando su maleta del auto y comenzando a caminar en dirección a aquel lugar mientras una de las criadas abría la puerta para él. Sus pasos resonando en la vieja madera que crujía, y los vellos de su cuerpo erizándose a medida que el frío ambiente lo rodeaba. Todo en aquel lugar era deprimente, solo un cementerio podría compararse a la frialdad y tristeza guardada ahí. De no ser por las pocas luces adornando el pórtico y lo faroles alrededor, sería definitivamente la tumba perfecta para el patriarca de su familia.

Oh, su querido abuelo. Para su disgusto lo pensaba muy seguido, cada cosa de ese lugar le recordaba la imagen de aquel hombre que marcó su infancia y casi destruye su futuro. A pesar de su resentimiento y el enorme deseo de quemar todo lo que le recordara a su rostro, sabía que sobre todo estaba el honor de su familia. Quemar esa mansión sería destruir todo lo que había construido su madre, y Bill no estaba dispuesto a ser quien destruyera uno de los muchos sueños de ella, aunque le costara cada parte de su cordura al seguir en ese lugar.

Aquella criada lo saludó, tomando su abrigo y llevándolo lejos luego de cerrar la puerta. Bill no podía recordar su nombre, como el de la mayoría de las que trabajaban en ese lugar. No le tomó importancia, era una de las que trabajaba para Will, no debería presentar problema alguno.

Aunque le molestara compartir terrenos con su hermano, era necesario mantenerlo muy cerca suyo. Toleraría sus pequeños caprichos, siempre y cuando no significaran un riesgo para él o se encargaría de eso.

Avanzó rápidamente, ignorando a todo el personal que lo saludaba hasta llegar a su oficina. Cuando estaba a punto de introducir la llave en la cerradura, se detuvo a escasos centímetros de ella. Se mantuvo estático durante al menos un minuto, mirando fijamente la gran puerta. Luego cerró levemente sus ojos antes de finalmente abrir la puerta e ingresar a la habitación como si no hubiese pasado nada.

Cuando escuchó pasos tras suyo, dejó abierto mientras dejaba su maleta sobre el sillón y arrojaba unos cuantos trozos de madera a la chimenea para encenderla. La misma chica que lo recibió se detuvo en la entrada, mirando tímidamente el suelo.

—¿Cuándo volverá?

Ella brincó un poco en su lugar, luego se aclaró la garganta antes de responder.

—Vendrá en dos días, señor —dijo ella, en voz baja pero lo suficientemente audible para él.

Bill asintió, caminando hasta su escritorio y sentándose en él. Observó fijamente a la criada, notando como temblaba ligeramente. Sabía que no era solo por su presencia, el clima en ese momento debía estar por debajo del cero y su uniforme no debía brindar el calor suficiente. Cerró sus ojos, tocando los libros sobre su escritorio con sus dedos antes de abrirlos nuevamente.

—Es todo por hoy, puedes retirarte.

Ella pareció sorprendida, pero prefirió no cuestionar las órdenes de él porque solo agradeció, antes de retirarse y cerrar la puerta.

Cuando se encontró solo, Bill se relajó en su lugar. Tenía mucho trabajo por hacer, pero en esos momentos prefería descansar un poco antes de su siguiente viaje que curiosamente sería en dos días al tiempo de la llegada de su hermano. Las cosas se complicaban más cuando estaba establecido en un lugar por tiempo indefinido, por lo cual los viajes duraban más y terminaba odiando los autos y aviones con todo su ser.

Three || BillDipDonde viven las historias. Descúbrelo ahora