55. Almas gemelas.

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     Dipper solía pensar que la realidad en la que vivía era perfecta. No lo era en términos para ellos, que eran dos omegas y fueron destinados a vivir miserablemente, pero lo era en cuanto a cada uno de los sucesos que ocurrían y que eran tan precisos y exactos que convertían el simple hecho de existir en un cálculo matemático perfecto.

Era realmente curioso como algunas cosas parecían encajar juntas a la perfección, y como otras tenían un motivo en su existencia que los convertían en algo especial e increíble al mismo tiempo por el simple hecho de existir. Dos piezas que se unían en una sola, y creaban una forma maravillosa.

Era por eso mismo, que Dipper no entendía como el destino había sido tan caprichoso como para juntar a dos personas a como lo eran Bill y él, para ser almas gemelas. Eran opuestos e iguales al mismo tiempo, una combinación que resultaría en un error sea donde sea que lo viera. Eran un acto cruel del destino que había decidido jugar con ellos, y ver quien sobrevivía entre ellos en esa lucha dominante por obtener el poder.

Había sido elegidos para odiarse entre sí, y para ver quien caía primero ante los pies del otro en un juego del destino.

Dipper suspiró, mientras se acomodaba mejor en el césped. El costado derecho le dolía bastante, no dudaba que le hubiese roto una costilla con aquella patada tan fuerte que le proporcionó. Ese alfa definitivamente no era nada comparado a lo que esperaba, y con solo un movimiento había logrado derrotar a Dipper como si nada.

Se sintió humillado.

Pero más que humillado, se sentía herido con todo lo que acababa de pasar. Porque Dipper realmente estaba sintiéndose desolado al saber que todo este tiempo había sido engañado por ese hombre.

Su nariz se movió levemente, y gruñó cuando pudo sentir ese aroma que lograba sacarlo de quicio en cualquier lugar que se encontrara. Suspiró agotado, mientras usaba sus manos para apoyarse en el césped.

—Sé que estás ahí, lárgate Cipher.

Logró escuchar su molesta risa, y el cómo se acercaba a él a paso lento. No giró en ningún momento, observando el bosque frente a él sin ningún interés aparente como si fuese una de las maravillas que tanto había alardeado de ese mundo.

—Me sorprende como has mejorado la agudeza de tu olfato.

Habló ese rubio, estando a pocos centímetros suyos, justo a su lado. Dipper hizo todo su esfuerzo para no reaccionar ante la velocidad del hombre al llegar a su lado en menos de nada. Podía ver la sombra de él sobre la suya, y sentir el calor de su cuerpo a pesar de la distancia que los separaba.

—¿Qué es lo que quieres? ¿Acaso no tuviste suficiente con arruinarme la infancia? —cuestionó, con su voz cargada de rencor.

Bill no dijo nada, observando sonriente la misma imagen del bosque que él. Dipper lo miró de soslayo, notando como el viento movía sus cabellos rubios de una forma graciosa que llegaba hacerlo lucir adorable. La luz del sol de la tarde se reflejaba en su rostro, y hacía que sus ojos resaltar más ante su peculiar color. Era hipnótico, y muy molesto de ver para alguien a quien debería odiar y terminaba fascinándose más que lo veía.

No era justo.

Bill suspiró, cerrando sus ojos y disfrutando de la suave brisa contra su rostro. Sus facciones se relajaron, y lucía tan pacífico que Dipper creyó que se había quedado dormido. Pero luego abrió nuevamente sus ojos, y estos se enfocaron en los suyos.

—Lo siento.

Dipper pareció desconectado en ese momento, cuando escuchó aquellas palabras venir de él. De todo lo que había esperado, entre golpes e insultos, jamás esperó escuchar una disculpa de su parte. Había sido tan extraño, que seguramente lo demostró en la mueca de su rostro cuando la risa de Bill volvió a resonar. El castaño frunció el ceño, y miró amenazante al mayor.

Three || BillDipDonde viven las historias. Descúbrelo ahora