18. Reunión familiar.

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     Decir que estaba sorprendido, era decir poco.

La vida realmente debía odiarlo mucho para arruinar todo lo que había planeado a lo largo del tiempo. Lo había confirmado desde que era pequeño y siempre permanecía bajo una nube gris y lluviosa que delataba el inminente fracaso al que estaba destinado. Todo aquel que lo observara lo sabría con solo darle un vistazo a sus tristes y deprimentes ojos.

Todos lo sabían; sus compañeros de escuela, los de la universidad, los de su trabajo, el señor que vendía café frente a su oficina...

Hasta sus padres lo sabían.

Y siempre tendría ese recordatorio al observar aquellos despreciables ojos ámbar de su hermano que le miraban con la misma decepción heredada de sus padres.

Un linaje lleno de odio y decepción del cual no quería ser parte, y a pesar de buscar un cambio, siempre terminaba llegando al mismo punto indecoroso de decepción.

Subió su mirada, encontrándose con aquellos burlones ojos irritantes que había estado despreciando desde su llegada. El destino podía ser realmente cruel con él al darle justo donde más le dolía, y eso lo sabía perfectamente aquel hombre que se burlaba de su miseria.

—Mírate, Will. Luces exactamente como a nuestro padre le hubiese gustado verte —aquel rubio sonrió, recargando su barbilla en su mano y sonriendo levemente—. Justo como un alfa de verdad.

Will gruñó, sus manos agitándose pero sin poder hacer mucho debido a las esposas que tenía puestas. La espeluznante risa del otro resonó en el gran salón, mientras un brillo iluminaba sus ojos.

—¿Qué fue lo que hiciste, Bill?

El menor apretó los dientes, sintiendo la punta de sus colmillos clavarse en sus encías.

El rubio mantuvo su sonrisa, antes de enderezarse en su silla y cruzar sus manos sobre su regazo.

—Estoy haciendo lo que siempre he tenido que hacer desde que éramos pequeños —Bill entrecerró sus ojos, admirando el enojo de su hermano reflejado en sus pacíficos ojos—. Salvar tu trasero.

El gruñido de Will resonó por todo el lugar, algunos de los cristales retumbado incluidas las copas que tenían en frente. Bill solo podía deleitarse al ver a su tranquilo hermano perder el control frente a sus instintos.

—¿Qué fue lo que les hiciste? —preguntó, mirando con odio al mayor.

La sonrisa de Bill se ensanchó, sus ojos dorados brillando bajo la intensidad de la luz.

—Hice lo que querías hacerme hacer hace siete años, encargarme de esas molestias enanas.

Will apretó sus puños, las venas marcándose por todo su antebrazo. Sus ojos oscurecidos dejando en ridículo el color del océano más profundo, y tan helado como las oleadas del invierno.

No entendía cuando todo resultó de aquella manera tan desastrosa, todo iba marchando a la perfección según su plan. Ese día era cuando iba a ir al orfanato por los pequeños luego de terminar el papeleo y renunciar oficialmente su trabajo. Era el día que tanto había estado esperando, cuando por fin podría volver tenerlos entre sus brazos.

Sin embargo, todo se derrumbó cuando llegó al lugar y en vez de ver a los gemelos como esperaba, se encontró con múltiples guardias armados que lo retuvieron y llevaron hasta la antigua mansión de su familia.

El mundo de Will se vio dañado por el huracán que era su hermano.

Will agachó su cabeza, observando con impotencia el suelo. Todo se había arruinado. No era ningún rival para Bill, era solo un eslabón en su camino. Pero aún así, no descansaría hasta buscar las respuestas que necesitaba.

Three || BillDipDonde viven las historias. Descúbrelo ahora