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     Tenía que aceptar que, Bill Cipher tenía unos esplendidos gustos en cuanto a decoración se tratara, que solo fue cuestión de abrir la puerta de aquella oficina, para sentir que estaba en un lugar completamente diferente fuera de aquella tétrica mansión.

La oficina de Bill lucía, como el lugar más sagrado de cualquier punto del lugar que hubiese visto antes. Parecía haber abierto la puerta a un universo alterno, Dipper sabía que el hombre tenía un gusto refinado tanto en libros como en vestimenta, pero ver que su entorno era reflejo mismo de su gusto, era realmente impresionante.

Como suponía, tenía varios estantes llenos de libros alrededor. Las paredes tenían un tapiz amarillo pálido que combinaba a la perfección con las múltiples hojas blancas pegadas en las mismas a su alrededor. El escritorio oscuro con un gran ventanal tras de sí, y el cómodo sillón que se veía en el centro del lugar, justo a unos metros de una chimenea.

Si hubiera tenido la imagen del lugar perfecto para pasar todas sus horas de estudio, definitivamente sería ese lugar. Podía sentir la tranquilidad inundado cada esquina y su mirada solo se maravillaba con tantas cosas que tenía en ese lugar que le permitirían pasar una tarde agradable. Olfateó levemente, logrando detectar el olor del alfa rubio en el lugar que delataba que pasaba más tiempo ahí que en cualquier otro sitio de la mansión. Eso solo le sirvió como recordatorio para hacerle saber que ese era un lugar prohibido, era uno de los terrenos más privados del alfa y que seguramente lo mataría si lo descubrían ahí husmeando aun cuando le advirtió claramente que no quería verlo en sus asuntos.

Sin embargo, a Dipper poco podría importarle si el rubio terminaba descubriéndolo. Sabía que Will no permitiría que le hicieran daño tan fácilmente, lo sabía luego de su arranque de enojo en la biblioteca en su primer encuentro con Bill. Era por ello que no le temía a ese alfa rubio sabiendo que no podía lastimarlo, era una de las ventajas de tener a Will pegado su espalda.

Con cuidado cerró la puerta tras de sí y se dedicó a echar un vistazo más de cerca del lugar. Los libros que tenía Bill en ese lugar, eran de varios temas, pero más de economía y robótica. En su mayoría, estaban escritos en ruso y alemán al igual que los pocos que había visto en la biblioteca. No era de extrañar que tuviera un gran enfoque en la economía teniendo en cuenta en lo que trabajaba, pero Bill llevaba su conocimiento más allá de los números grandes en las finanzas y siempre buscaba de todo, razón por la cual Dipper se sentía impresionado por el gran conocimiento que debía poseer.

Observó aquellas hojas que tenía en las paredes, varias de ellas eran recordatorios que incluían fechas y horas, pero lo más impresionante es que los lugares que tenían eran distintas naciones del mundo. Podía entender por qué no había descubierto de su existencia desde antes, pues parecía no permanecer en un mismo lugar mucho tiempo.

Aun así era extraño, pensó. Que decidiera establecerse en aquella mansión que parecía repudiar, no era simplemente por ser una buena alma caritativa. Aquel alfa escondía algo, y Dipper estaba seguro de que era relacionado con ellos y con el incidente de hace siete años que lo obligó a desaparecer de todo medio de comunicación.

Era un hombre extraño, pero Dipper había dejado de tenerle miedo cuando comprobó que Bill Cipher quizás era demasiado inteligente como para poder entenderlo. Era un enigma... no. Era un reto, y Dipper se sentía demasiado intrigado con el rubio como para pasar por alto todos esos detalles que solo aumentaban su hambre de conocimiento y respuestas.

En otro lado, las paredes contenían anotaciones escritas con tinta roja. Al igual que en los libros, Bill dejaba detalles en planos de construcciones y solucionaba ecuaciones matemáticas que Dipper jamás había visto ni en los libros que había leído.

Three || BillDipDonde viven las historias. Descúbrelo ahora