5. Mabel y Mason.

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     Aún podía recordar con claridad, cómo solía ser su vida antes de todos aquellos desastres que lo convirtieron en aquel hombre cero misericordioso en el que se había formado. Bill nunca fue paciente con nadie, ni con su propia familia. Mucho menos luego de aquel accidente, terminó siendo demasiado exigente con todos, y más consigo mismo.

Observaba frente a él, al otro lado de la gran mesa en su sala donde aquellos bebes descansaban sobre unas sillas, atados a ellas mientras comían el intento de comida para bebés que había tratado de hacer siguiendo un mísero tutorial en internet. Bill no tenía ni la mínima idea de cómo cuidar a un bebé, todo lo que sabía lo había aprendido gracias a internet, quien se había vuelto su fuente confiable para no perder la cabeza tratando de evitar que aquellas criaturas murieran en sus manos.

Al ver como aquella masa amarilla envolvía a los cachorros y ellos solo jugaban con ella, apretó los puños. Había perdido su valioso tiempo tratando de hacer algo por aquellos molestos enanos, y no se habían tomado la molestia de probar un solo bocado de lo que había estado haciendo toda la mañana.

Suspiró, tomando nuevamente su celular por enésima vez esperando ver algún nuevo mensaje de su hermano menor. Luego de la discusión que tuvieron unas noches atrás, el otro había dejado de dar señales de vida y cortado cualquier comunicación con Bill. Claramente eso no le interesaba en lo más mínimo, lo que Bill necesitaba en esos momentos, era sacarse aquellas pequeñas y enormes cargas que significaban para su vida esos molestos cachorros.

Los observó nuevamente, notando que el cabello antes castaño ahora estaba cubierto de aquella pegajosa sustancia y esta misma comenzaba a gotear sobre la madera de las sillas delicadamente talladas provenientes de uno de sus muchos viajes a Italia.

Eso definitivamente no saldría tan fácil sin dañar el acabado.

Se levantó de donde estaba casi tirando la silla al suelo, y se dispuso a salir sintiendo su cabeza doler. Más aún al escuchar como uno de esos pequeños comenzaba a sollozar y su ruidoso llanto crecía a medida que se alejaba. Antes de salir observó sobre su hombro a aquel pequeño con la marca en su frente estirar sus brazos en su dirección, sus pequeños ojos cubiertos de lágrimas mientras trataba en vano alcanzarlo.

Bufó molesto y salió de su casa, cerrando la puerta tras de sí donde aún podía escuchar sus lloriqueos.

Bill sacó de uno de sus bolsillos una caja de cigarrillos, tomando uno entre sus labios antes de encenderlo. Observó el cielo blanco, cubierto por nubes en su totalidad y aspiró, inundando sus pulmones con la nicotina mientras sentía el viento chocar contra su rostro y bailar con sus cabellos dorados.

Dentro de poco acabaría el invierno y el cielo podría volver a verse de aquel magnífico azul que añoraba. No era como si no le gustara el frío que le calaba hasta los huesos y la nieve que cubría su casa y sus alrededores, pero siempre tuvo un especial gusto por la primavera. Sabía que era por la nostalgia que le traía la fecha y los recuerdos que tenía en la misma. Su familia siempre había pasado buenos momentos en primavera, sus padres llevándolos a inmensos campos donde los pétalos de las flores y las hojas de los árboles volaban hasta caer al suelo. Will y él siempre competían por quién tomaba aquellas hojas antes de caer al suelo, siendo siempre el ganador y Will el perdedor que lloraba cuando Bill robaba sus hojas.

Sonrió, a pesar de siempre ser el causante de los llantos de Will el menor era el que siempre terminaba pidiéndole perdón al momento. Porque si había algo que Will odiara más que a los monstruos bajo su cama, era estar separado de Bill.

Nunca entendió por qué a pesar de su trato seguía de forma tan insistente a su lado. Bill siempre abusó de la inocencia de su hermano, y deseó ver hasta dónde podía llegar el orgullo de Will para aguantar los tratos de él durante toda su niñez y parte de su adolescencia.

Three || BillDipDonde viven las historias. Descúbrelo ahora