Idiota

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Mojada, helada y visiblemente molesta fue como salió del agua. No pude contener la risa y me gane una mirada furiosa. Al menos podía recibir algo de esos ojos de plata.

Me gustaban muchas cosas de ella así como me disgustaba su manera tan seria de ser, sabia que se forzaba a actuar así. Trate de darle la capa pero ella me la arrebato furiosa.

-Me largo-anuncio pero la seguí  y tome un mechón de su cabello

-¿Como es tan rojo?-pregunte pero de un manotazo me hizo soltarla-Parece fuego-

-Déjame en paz-pidió y pronto note que sus ojos se ponían rojizos

-Ey ¿Estas bien? Perdón por reírme-se veía muy frágil y graciosa así, pero cuando una mujer llora la risa se acaba-Déjame ayudarte-

-Solo quiero ir a casa-gimoteo intentando contenerse y antes de que pudiera correr la tome en mis brazos y la bese, quería morder esos labios que tan arrogantes eran conmigo y lo único que recibí fue una fuerte patada donde mas me dolía.

-¡¡Ahhhhgggggg!!-chille soltándola y viéndola huir.

 No pude reaccionar a tiempo claramente y cuando dejo de doler vi uno de sus zapatos en el suelo, lo tome con delicadeza y decidí que la alcanzaría pronto.

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Quiero vomitar.

No podía y no sabia como sacarme la vergüenza.

-Y encima me vio llorar-me queje. Quería tirar el vestido y el zapato, pero Rex Lapis me lo había dado-Te odio-

Sentía asco, me había besado, me había tocado quería quitármelo de encima, ese sabor a canela me mareaba y solo en bata corrí a la cocina buscando algo que se llevara ese sabor.

Un frasco con miel dorada y brillante estaba en la mesa y su contenido fue a parar a mi boca, la miel viscosa me quito el pesar de los labios. ¿No se suponía que ningún chico se acercaría a mi? ¿No me lo aseguraba este perfume?

-Regrese-la voz en la sala me hizo calmarme un poco y cuando entro a la cocina pude ver la duda en su rostro

-Dijiste que el perfume alejaría a los chicos de mi-espete molesta-Fue una promesa-

-Efectivamente no deberías tener ni un solo pretendiente, así funciona la formula-dijo tan serio como siempre, frio y calculador.

-Efectivamente no deberías tener ni un solo pretendiente, así funciona la formula-dijo tan serio como siempre, frio y calculador

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-¿Y por que Tartaglia me ha besado?-

-¿Hizo que?-

Tomando mas miel de un sorbo trague con dificultad

-Puedo sentir su lengua aun-no decía mentiras pero quería que se molestara, su perfume había fallado y si yo estaba molesta el no podía enojarse por otro par de zapatos perdidos-¿Que harás para arregla...

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Lo arreglaría de la forma mas fácil que veía frente a mi.

La bese sin dejarla terminar la frase y aunque solo quería calmarla y quitarle el mal regusto, como su nombre lo decía era dulce como la miel.

Recordé que miles de años atrás había aprendido a chupar la miel de los pistilos de algunas flores y ahora mismo me sentía de esa forma, quería toda la miel que de ella salía y como Miel no me apartaba lo tome como que estaba funcionando.

Sentí su cálida boca pegarse a la mía y pensé en lo asqueada que debió haber estado para estar tan desesperada por quitarse el otro sabor. 

Mi lengua se derrite en la dulce miel de su boca y un efecto casi adormecedor invade mi cuerpo ¿Tan raros deben ser los besos?

Ella me aparto tratando de respirar pero solo pude dejarla escapar por un segundo antes de tomar su boca de nuevo ¿No me había pedido ella ayuda para esto? Solo hacia lo que me pidió.

La miel de sus labios parecía no tener fin, ¿seguía siendo eso o era que ella simplemente era dulce?. Por fin me detuve, seguro de haberla ayudado pero sus ojos me miraban de una forma en que nunca lo habían echo, la plata en ellos parecía derretirse y poco a poco me percate de que aun la sujetaba con fuerza contra mi.

-Lo siento, no te he dejado terminar de hablar-puede ver su pecho subir y bajar-Tampoco te he dejado respirar-

-Debo irme a dormir-dijo finalmente con la voz entre cortada-Gracias por ayudarme-

-Claro, descansa-me despedí viéndola subir las escaleras con pesadez.

Me tumbe en una silla y toque mis mejillas, sentía mi rostro arder y una insatisfacción atroz. De echo no sabia bien lo que sentía y de pronto note mis manos muy vacías y mi pecho arder,

¿Me había enfermado yo?

Historias de TeyvatDonde viven las historias. Descúbrelo ahora