Capítulo 2

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—Clare, córtale la camisa o se le seguirá pegando en la herida.

Asentí con manos temblorosas mientras sentía que me desmallaría por el olor a sangre, y rememoré los eventos de anoche.

Había tenido dos opciones. Una era huir y dejarlo morir en aquel sitio, porque era una calle para nada transitada por ser un barrio pobre y nadie jamás se enteraría que yo tuve algo que ver con ese sujeto. Y segundo, podía ayudarlo con el riesgo de que se muriera en el auto de mi amiga y me llevaran a la cárcel por intento de homicidio o algo por el estilo. De lo único que estaba segura era que ese chico no estaba en buenos pasos, quiero decir, ¿qué tipo de persona se niega a recibir ayuda médica? no tenía que estar en sus cinco sentidos para haberme pedido eso, ¿o sería demasiado pobre como para pagar por el servicio? Estaba demasiado oscuro como para confirmar viendo su vestimenta. Eran muchas mis dudas pero no contaba con suficiente tiempo y no podía dejarlo así mientras intentaba investigar su identidad. Suspiré resignándome a mi destino, y llamé a la única persona que podía auxiliarme en ese momento: el señor Miller, mejor conocido como un doctor clandestino. Era de esas personas que atendían inmigrantes en Estados Unidos, aquellos que habían cruzado pero no contaban con la ciudadanía americana, y por lo mismo, no podían gozar de los tratamientos médicos de la misma forma que un residente. Me removí incómoda, pensando con intranquilidad en qué ese chico se podía morir en nuestras manos y comenzaba a maldecirme por haber decidido ayudarle. Hubiera sido tan fácil simplemente pasar de largo, pero mi moral no llegaba tan bajo todavía para atreverme a ser tan insensible. Miré nuevamente como el señor Miller utilizaba el bisturí y pensé que vomitaría. En algún momento consideré estudiar medicina, pero nunca tuve la solvencia económica para permitírmelo. Y ahora que estaba envuelta en esa situación, tal vez fue una cosa buena que nunca empezara como tal en esa carrera, o habría terminado perdiendo mi dinero por nada. Me acerqué al chico para proseguir con lo que el señor Miller me pidió, y con cuidado comencé a desgarrar su camisa, se notaba empapada y hasta alguien como yo fue capaz de deducir que había perdido bastante sangre, y dudaba que se encontrara en las mejores condiciones, sin embargo, fue lo mejor que pude conseguirle después de su advertencia tan sospechosa.

Ya tomaste esa decisión Clare, ya no puedes echarte para atrás.

Yací a un lado de la camilla improvisada donde tenía al chico postrado y me quedé en ese lugar por horas, esperando que el doctor terminaba de operarlo. Cada vez que tenía oportunidad, desviaba la mirada hacia la pared, mirar sangre y heridas abiertas no era lo que uno más deseaba observar en su día a día. Pero aun así, no me atreví a salir de la sala y aguardar en otro sitio, extrañamente me sentía bastante responsable de él y parecía un poco arisco el solo dejarle la carga de la responsabilidad al señor Miller que con bondad se ofreció a apoyarme con mi locura.

—Listo. Creo que esto es todo.

Al entender que todo terminó, solté el aire que había estado aguantando y me desplomé en el pequeño sillón que tenía la habitación, me temblaba todo el cuerpo y me sentía extrañamente helada.

—¿Estará bien?—pregunté con cierta duda. La verdad es que hasta alguien como yo que no conocía nada de eso podía darse cuenta de la grande cantidad de sangre que había perdido.

—Lo más probable. Estaré dando rondas por la noche para mirar cómo se desarrolla.

Lo miré cruzar el umbral de la puerta, cuando de pronto se detuvo en seco y volteó a mirarme.

—No es por alarmarte Clare, pero no pienso que sea una persona en la que puedas confiar—se quedó un momento mirando a la nada y luego volvió a espetarme—. No cualquiera tiene una herida de bala como esa, menos la obtiene alguien de su edad solo por casualidad.

Enamorada del líder de la mafia [PARTE I & PARTE II]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora