Parte 2. Capítulo 7

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Elliot entraba a escena acompañado de Cristóbal y varios guardaespaldas, entre ellos Caleb. Mirar al rubio después de tanto tiempo me traía muchas memorias. Era como estar atrapada de nuevo en aquel tiempo donde Elliot y yo nos estábamos conociendo, cuando fingía ser un chico normal y vivir en el departamento de su "mejor amigo". Los miré alzar la vista y eso me hizo devolverme rápidamente a mi lugar, asustada por la idea de que supieran que nos encontrábamos ahí.

—¿Por qué nos escondemos? —susurró Max.

—No tengo la menor idea—confesé—. Simplemente entré en pánico.

Y es que no sabía cómo debía actuar frente a él después de la manera tan fría en que me trató. Sería bastante incómodo tener que encararlo cuando claramente no tenía ningún interés en mí. Escuché los pasos de sus cuidadores acercarse hacia donde estábamos y me tensé. Fue entonces que reparé en el sitio que estábamos sentados. Nos habíamos tomado el descaro de pedir los mejores asientos de la sala y parecía que ellos no estaban muy complacidos por nuestra acción.

—Disculpe.

Maldición. Es Caleb.

Ignoré su llamado y fingí que no lo escuchaba. Miré fijamente la pista como si estuviera pérdida en lo que sea que estuviese pasando allá abajo. Tendría que ser Max el primero en dar la cara y no me sentía para nada culpable de dejarlo encargarse de la parte más embarazosa.

—Dígame. Oh, pero si eres tú. ¿Cómo has estado, Caleb? —sentenció Max, ocultando el hecho de que ya los habíamos visto. Si yo no hubiese estado observando la escena junto con él tan solo unos minutos atrás, también creería que su sorpresa es genuina.

Bien Max, quién diría que serías tan buen actor. Lo animé en mis pensamientos, sumamente complacida de que tomó las riendas de la situación.

—Bien—respondió claramente incómodo. Me compadecí de Caleb, que seguro debía estar teniendo un debate interno sobre cómo tratar a alguien con el que pasó tanto tiempo en el pasado sirviéndole casi como a su jefe—. Me alegro mucho de verlo, señor Howell, pero me temo que he venido a pedirle el asiento. Éste ya estaba reservado.

—Ya veo. No lo sabía, prometo moverme con mi acompañante al asiento trasero, ¿de acuerdo?

Caleb asintió. Y cuando empezamos a recoger nuestras cosas, escuché la voz de la persona que más inestable me hacía sentir en el mundo.

—No es necesario. Pueden quedarse ambos aquí.

Elliot había llegado hasta donde estábamos. Enderecé la espalda y apreté la mandíbula. Podía sentir su presencia a unos escasos centímetros de mí y sabía que no podía seguir pretendiendo que no estaba enterada de lo que sucedía. Alcé la vista y volvimos a encontrar nuestras miradas.

¿Por qué siempre me siento tan débil cuando nos vemos fijamente? Podía pasar horas, días, semanas perdida en sus ojos. Era como ser engullido por un torbellino, una vez que estabas dentro, no podías escapar. Después de que por fin recuperé la cordura, recapitulé una vez más aquella orden que le dio a Caleb. ¿En serio estaba siendo amable con nosotros? Si tan solo unos días atrás actuó como si no supiera quienes éramos.

—No, nos moveremos—dictaminé fuerte y claro. No comenzaría a deberle favores de nuevo tan fácilmente—. Este lugar era de ustedes y nosotros podemos ir atrás. Fin del asunto.

Reté a Elliot a que intentara contradecirme y esbozó una sagaz sonrisa. Me levanté de una, dispuesta a mostrar mi resentimiento por su comportamiento y jalé a Max del brazo para que también se pusiera de pie. Lo noté cabizbajo y supe que aún no se atrevía a encarar a sus viejos amigos. Otra punzada de culpa me golpeó. Cristóbal que parecía no haber estado muy atento a lo que sucedía hasta ese momento, me detuvo de avanzar y habló.

Enamorada del líder de la mafia [PARTE I & PARTE II]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora