Parte 2. Capítulo 9

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Al escuchar los planes que Patrick y Celia tenían para deshacerse de mí, sentí mis piernas fallarme.

Desde el momento que tomé el avión de vuelta, estuve consciente sobre que mis familiares harían todo lo posible por quitarme del camino, pero nunca pensé que serían capaces de asesinarme. Y no porque creyera en su moral, sino que resultaría demasiado obvio si de repente desaparecía del mapa. Tuve siempre conmigo esa seguridad hasta apenas minutos atrás, cuando todos mis planes parecían comenzar a desmoronarse.

Luché contra mi propio cuerpo para que no se derrumbara ese sitio. Lo que menos necesitaba era alertarlos de mi presencia y que se enteraran que escuché la confabulación que ideaban en mi contra.

Necesito hacer algo al respecto. Fue lo único en lo que pude pensar mientras me dirigía de regreso a mi habitación. Si confiaba en mi propio poder para protegerme, estaría muerta en cuestión de días. Por más que me doliera admitirlo, la gran diferencia de dinero e influencia entre nosotros era abismal. Para ellos encargarse de desaparecerme sería tan fácil como pinchar un globo. Las ansias crecían dentro de mí por la incertidumbre de no saber qué pasaría conmigo si no encontraba una solución rápido. Aparté los libros que descansaban encima de mi escritorio, y posé en este mi ordenador y los documentos de los informes que me faltaba terminar de revisar. Ahora poseía un motivo más para odiar a Alexander. Algún día me cobraría todo lo que me estaba haciendo angustiarme.

Miré el reloj marcar las seis de la mañana cuando terminé el insufrible trabajo. Como supuse tuve que pasar toda la noche en vela para tenerlo listo a tiempo. Me pesaban los párpados y tenía un dolor de cabeza insoportable. Busqué mi anhelada aspirina para que me ayudara a subsistir y corrí al baño a ducharme. Al sentir el frío chorro del agua correr por mi piel, no pude evitar suspirar de alivio. Era delicioso tomar un baño cuando el estrés se acumulaba, ya que era como si el agua y el jabón se llevaran todos mis problemas por el desagüe. Salí de la mansión sintiéndome mareada por la falta de sueño y me dirigí hasta la empresa.

Esperé hasta que mi jefe estuviera en su oficina para entregarle todo lo que me encargó.

—Aquí están los informes que me pidió para hoy.

Noté el asombro disimulado en sus ojos y luego volvió a poner ese rostro serio e inflexible que siempre me dedicaba.

—Puedes retirarte.

Quise echarme encima de él para reclamarle que no fuera capaz de decirme ni unas gracias por mi esfuerzo, pero sabía que sería en vano. Le desagradaba demasiado como para tener un poco de consideración hacia mí persona. Me senté de nuevo a revisar correos en mi mesa, mientras las demás empleadas cuchicheaban a mí alrededor. Algo parecía haber pasado y por primera vez pensé que era una lástima ser una marginada. Tendría que esperar hasta que anocheciera y me encontrara con el guardia para preguntarle por aquello que tenía tan curiosos a los trabajadores.

—Han pasado unos días desde nuestro último encuentro, ¿no es así?

El olor de su colonia me produjo arcadas. No necesitaba voltear hacia arriba para saber quién me hablaba. Había sido un milagro divino no haberme cruzado con Brandon desde su intento de propasarse. Estaba tan intranquila porque intentara acorralarme cuando estuviera sola, que cerraba las puertas de cualquier sitio en el que anduviera en la casa para que no pudiera entrar de sorpresa. Sin mencionar que evitaba estar sola la mayoría del tiempo. A cada rato llamaba a las sirvientas para pedirles cosas absurdas con tal de que monitorearan mi paradero cada tanto. Al parecer mis precauciones estuvieron funcionando muy bien ya que no tuvo el descaro de molestarme. Sin embargo, lamentablemente ya había recuperado aquella confianza enfermiza que poseía.

—Así es—contesté a secas—. No tenemos ningún motivo para vernos en ninguna circunstancia.

—¿Cómo puedes decir eso? Si somos familia.

Enamorada del líder de la mafia [PARTE I & PARTE II]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora