Capítulo 16

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Miré el sitio con detenimiento y no fui capaz de ocultar mis emociones. Las palabras hospital psiquiátrico seguían clavadas en mi mente. Haciéndome sentir de repente muy helada. Me sudaban las manos y no sabía a donde dirigir la mirada para simular tranquilidad. Elliot me sacó de mi ensoñación diciendo:

—Me han concedido el permiso, vamos.

Asentí procurando lucir lo más seria y neutral posible, pero lo que estábamos a punto de vivir comenzaba a angustiarme. Me senté en el pequeño sofá de la sala de espera mientras Elliot hablaba con la encargada. Miré mi rostro una vez más en el espejo de mi polvo compacto y agradecí haberme arreglado un poco antes de seguirlo tan ciegamente.

No tienes que ser tan pesimista. Puede que su madre trabaje aquí o sea la encargada del lugar, no saques conclusiones apresuradas. Me repetí una y otra vez.

Pero cuando miré salir de una habitación a una preciosa mujer de ojos verdes en bata blanca y a su enfermera a un lado, supe la verdad. No había forma de no saber quién era su hijo. Elliot era la viva imagen de su madre. Noté una pequeña placa que cargaba en el pecho, con el nombre de Meredith Thomson grabado. Fue entonces que recordé el minúsculo —por no decir gigantesco— detalle de que jamás se me ocurrió preguntarle a Elliot por su apellido.

Genial. Sin duda alguna me moriría de hambre como investigadora. Con razón le resultó bastante sencillo ocultarme lo de su familia adinerada, si deliberadamente omitió decirme su nombre completo. Yo no creí necesario saber sus apellidos, no era como si fuese a ponerme a buscarlo en internet esperando encontrar quién era en realidad. Había actuado como la mayoría de personas cuerdas y confié en su palabra.

La enfermera de aspecto brusco, le hizo un gesto a Elliot para que se acercara y este obedeció. Tomó la mano de su madre y le dedicó una mirada afectuosa. Después caminamos hasta la ala este del recinto, donde se posaba un bonito jardín, tomamos asiento en una mesa frente a la fuente.

—Meredith, quiero presentarte a Clare. Una amiga.

La señora sonrió al escuchar su nombre. Volteó a verme.

—Un placer señorita.

—El placer es mío.

Era demasiado bella y se veía demasiado lúcida como para estar en un lugar como aquel.

—Qué bueno que hayas venido a visitarme, querido. Espero que mi pequeño Elliot siga bajo tu cuidado. —pronunció después. Elliot asintió como si esas palabras tuvieran sentido y arrugué el entrecejo.

—No te preocupes por él. Está muy feliz con sus nuevos juguetes.

Guardé silencio el resto de la visita. Contemplando la manera tan poco personal con la que Elliot se comunicaba con su madre. Pero a su manera, se veían felices y lo dejé estar. Pasada una hora, la enfermera volvió diciendo que era hora del baño. Nos despedimos de la señora y nos quedamos ahí mismo, disfrutando de la brisa que el viento nos brindaba.

—Como ya te diste cuenta cree que aún sigo siendo un pequeño de nueve años.

Esbocé una media sonrisa. El sol bañaba mis brazos, pero por alguna razón su calidez no me llegaba.

—Es muy difícil de explicar. De sobrellevar todavía más. Le han pasado muchísimas cosas Clare, más de las que alguien como ella debió alguna vez de soportar...

—No tienes que hacer esto, Elliot. —respondí un poco incómoda.

No me agradaba la sensación de pensar que estaba sincerándose conmigo porque no le quedaba otra opción.

—Créeme que sí tengo que. ¿A caso piensas que te contaría todo esto solamente porque quiero que me perdones? Por el amor de Dios, claro que no es así.

—Solo digo que no te quiero obligar a nada. No es tu obligación contarme tantas cosas personales, no busco abrumarte.

Elliot me miró y tomó mi mano. Sentado frente a mí me provocaba más intranquilidad.

—Escúchame. El mundo de mi padre, mi mundo le hizo esto a Meredith. Antes de que mi padre reconociera su paternidad, mi madre estuvo criándome sola por nueve años, juzgada por la sociedad y con la preparatoria sin terminar, no obtuvo ni un solo trabajo en los que generara ingresos estables. Al final acabó vendiéndose para poder alimentarnos. Para poder sacarme adelante y cuando este señor apareció de nuevo en mi vida y llevarme lejos de ella, no lo soportó. Algo se quebró en ella y jamás volvió a ser como era antes. Es por eso que piensa que soy un conocido que cuida de su niño mientras ella vive aquí.

Tenía un sentimiento horrible atorado en la garganta. Apreté su mano para transmitirle el mensaje de que lo apoyaba.

—Soy bastante honesto cuando digo que si te he ocultado cosas de mi vida, es simplemente por el hecho de que es mejor no involucrarte en todo ese desastre. La herencia, el poder e influencia de mi padre no es algo que yo haya deseado nunca. Pero no es como si tan solo pudiera renunciar y listo.

—¿Por qué no? —cuestioné. —Siempre puedes mandar a esas personas al carajo.

Si bien que lo sabía yo.

—No lo entiendes, Bonita. A mi padre no.

Las comisuras de su boca temblaron cuando dijo eso.

Cada vez que conocía un poco más de Elliot, más extraño se volvía todo el asunto entre nosotros. Ahora que abrió su corazón conmigo y me explicó el porqué de sus acciones, me sentía demasiado contrariada como para simplemente alejarlo de mi vida. Ignoré el hecho de que sus guardaespaldas nos siguieron todo el trayecto hasta acá en una camioneta negra y lujosa, o como desde nos vigilaban con disimulo desde la otra habitación. Tenía tanto que digerir que no podía seguir pretendiendo que las cosas estaban bien de nuevo. Aparté la mano del chico con suma delicadeza y espeté concentrando mi mirada en la botella de agua que me trajo una de las enfermeras.

—Que haya decidido perdonarte no quiere decir que olvidaré lo ocurrido, Elliot. —sentencié. Tenía que ser firme, así que planté muy bien mis pies en el suelo para no comenzar a temblar. —Entiendo tus motivos para actuar de la manera en que lo hiciste pero no puedo actuar como si no hubiera pasado nada de nada. Siento que si lo hiciera, volvería a ocurrir y no podría tolerarlo una segunda vez, ¿entendido?

Su nueva actitud cautelosa, activó mi sexto sentido.

—Así que esta es tu última oportunidad. En verdad deseo hacer las cosas bien contigo, por lo que si te falta decirme algo importante, que necesite realmente saber, dímelo ahora. Te prometo que no te juzgaré.

Siendo sincera el hecho de que fuera un heredero hijo de un malnacido no era algo tan horroroso de aceptar. No era como si estuviera metido en algo ilegal o peligroso. Así que necesitaba que cualquier otra cosa que ocultara, me lo revelara en ese instante. Pero al pasar unos minutos, su sonrisa de siempre volvió y relajó los hombros.

—Todo lo que necesitas saber ya lo sabes, Clare. Ya no hay nada más qué agregar.

¡Hola! Ojalá les guste :)

Enamorada del líder de la mafia [PARTE I & PARTE II]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora