Parte 2. Capítulo 3

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—¡¿Cómo te atreves a aparecerte por aquí después de lo que ocasionaste?!

Gritó Gisella Black en cuánto me vio cruzar el umbral y todo el mundo se giró a verme.

Vaya, ha sido más rápido de lo que pensé. Miré en todas direcciones sin ánimos de perderme la reacción de los presentes y me deleité al notar el asombro en sus rostros. Nadie se esperaba que la heredera desterrada se apareciera en el funeral de Antonio Black. Y si hubiera sido la antigua Clare no habría tenido las agallas para hacerlo. Experimentaba hasta lástima por ellos, debido a que seguramente esperaban que fuera un pequeño ratón asustadizo, pero yo ya no era la misma persona manipulable e indefensa que solía ser de adolescente, así que ignoré sus miradas y proseguí avanzando.

—Yo también me alegro de verte, abuela—respondí cuando estuve a menos de un metro de distancia de ella.

Pude ver la ira burbujeante en sus ojos y me pregunté si ella sería la siguiente en colapsar si seguía teniendo tantos arrebatos. Sin darme oportunidad de decir nada más, dio unos pasos hacia el frente y me abofeteó. Me llevé la mano a la mejilla por inercia, más que por el dolor que me provocó.

—Eres una asesina. ¡Tú lo mataste!

La sala entera guardaba silencio mientras Gisella seguía insultándome y llamándome una aprovechada, y si eso no era suficiente, también una homicida. Le indiqué con una mirada al mayordomo que se acercara e interviniera, pero ignoró mis órdenes. Genial, tendría que poner orden en esta casa, empezando con los empleados y sus malas actitudes. Me giré de nuevo para analizar las circunstancias en las que me encontraba. Ya había conseguido llamar la atención de mis parientes, quienes estaban junto al ataúd en el momento que entré y no pudieron detenerme de poner un pie en la casa.

En otras circunstancias me hubiera sentido mal por mi abuela. Antes de todo el escándalo del fraude y traición de mis padres, mis abuelos me habían brindado bastante amor y apoyo. Tal vez no de esa manera incondicional en que lo brindaban en las familias normales, pero por lo menos no eran ariscos ni me ignoraban. Suponía que eso se debió a que todavía era de utilidad para ellos en ese momento. Ya que cuando se acusó a mis padres de malversación de fondos, me trataron como la peor basura del mundo y ni siquiera se dignaron en aparecerse en el entierro de su propio hijo.

Agradecía profundamente que el resentimiento y el dolor de saber que mi familia de sangre me dio la espalda quedó en el pasado, porque simplemente estorbaría con mis planes de recuperar lo que me pertenecía. Mantuve la compostura y me porté a la altura de mi educación, ninguno de ellos me doblegaría. Pocos minutos después, cuando notaron que no planeaba retirarme, Patrick y Celia se acercaron a donde nos encontrábamos.

—Te pedimos de la manera más atenta que te vayas en este mismo instante. No eres bienvenida en este lugar y mucho menos después de todo el daño que nos has causado.

Me hervía la sangre de cólera. Era incapaz de creer lo cínicos que podían a llegar a ser ellos dos. Y fue aún más difícil de contenerme y no mencionar a Liddon para cerrarles la boca. Necesitaba jugar muy bien mis cartas y no revelar más de la cuenta.

—Discúlpenme, pero ustedes no son nadie para pedirme que haga algo. Yo estoy aquí a petición del abuelo, si él no me hubiese querido acá, su abogado no me habría llamado.

Escuchaba los murmullos de asombro por parte de la audiencia. Nadie esperaba que en realidad haya sido invitada. Pero si lo fui y nada más ni nada menos que por el mismísimo Antonio Black. No pude pasar desapercibida la mirada asesina que recibía de mi prima, Abigail. La cual de seguro estaba más molesta de que yo fuera el centro de atención esa noche que por la vergüenza que le estaba trayendo a los Black el comportamiento de sus padres.

Enamorada del líder de la mafia [PARTE I & PARTE II]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora