Parte 2. Capítulo 11

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Bajé a la primera planta para contemplar mejor la magnitud del evento. Todo el lugar estaba decorado con orquídeas azules y rosas blancas, las favoritas de Abigail. Del techo colgaban candelabros bañados en oro y pequeños diamantes, mandados a hacer especialmente para su celebración. Era su día especial y todos en la mansión parecían empeñados en tratarla como un miembro de la realeza.

Deseé haber invitado a mis amigas conmigo, pero todavía no deseaba introducirlas en mi turbio mundo. Quería mantener alejados a mis seres queridos lo más posible de las conspiraciones de mis tíos, ya que no sabía de qué serían capaces de hacerles con tal de lastimarme.

Me gustaba el anonimato y misterio que nos daban las máscaras. Tarde que temprano terminaría sabiendo quien era yo, porque tendría que presentarme y saludar a los socios más importantes, pero por el momento, podía disfrutar de la música y la velada sin tener que lidiar con miradas asesinas y comentarios mordaces. Le quité una de las copas de vino tinto al mesero y me dispuse a beber para calmar mi ansiedad.

No tenía ni la más remota idea de a qué hora o como Elliot se presentaría. Nuestra reunión había sido tan extraña que no tuve cabeza para pensar en pedirle su número telefónico. Pensé en llamar a Cristóbal y pedírselo, pero de pronto sentí que estaba comenzando a parecer demasiado interesada en él. Así que con todo el dolor de mi alma, opté por simplemente esperar a que apareciera luego de que coloqué su nombre y el apellido de su madre en la lista de invitados.

—Pero quién diría que te presentarías a mi fiesta.

Habló una voz detrás de mí que me produjo escalofríos. Sabía que mi buena suerte no podía durar demasiado.

—No me la perdería por nada del mundo—le respondí a Abigail.

Abigail no era una chica muy despampanante, pero tenía lo suyo. Y vistiendo aquel seductor traje plateado, se veía atractiva. Sin embargo, exudaba una mala vibra a donde sea que fuera y eso hacía que las personas la evitaran inconscientemente. Era la viva imagen de Celia. Soberbias hasta la médula.

—Es bueno saberlo—sentenció con sarcasmo. Tomé otro sorbo de la copa para no tener que responderle.

—Podrías pedirle a la abuela que te organice algo para tu próximo cumpleaños. Algo como un desayuno en el jardín.

Para otras personas aquello sería algo normal para una celebración, pero lo que Abigail quería decirme era que no era lo suficientemente importante como para que me hicieran una fiesta a grande escala como a ella. Quise aclararle que no me importaba en lo más mínimo, y que pronto ni siquiera tendría sentido porque yo sería quien tuviera las de mandar en la mansión, pero decidí no apresurarme a dar las cosas por sentado. Ya estaba jugando demasiado con fuego y actuar por puro enojo, me haría perder todo lo que ya tenía ganado.

—Claro. Me encantaría.

Abigail esbozó un gesto despectivo. Nunca podía dejar de sorprenderme lo mucho que disfrutaba sentirse mejor que yo. Era como si viviera su vida alrededor de mí, con la única meta de superarme. Sin duda alguna era mucho más escalofriante que su propio hermano, pero por lo menos ella no era una violadora en potencia, así que debía darle algo de crédito. Pensé que tendría que soportar su charla de superioridad un rato más hasta que la mandaran a llamar, pero sin previo aviso, una fuerte mano se cernió sobre mi cintura y me atrajo hasta él. Mi cuerpo nunca podría equivocarse aun si no era capaz de ver su cara.

—Espero no tuvieras que aguardar mucho por mí.

Su ronca y seductora voz se coló por mis oídos como un canto celestial. O tal vez quedaría mejor llamarle maligno. Nadie en su sano juicio podría resistirse a él si se proponía conquistarte. Y pude comprobarlo al mirar como a Abigail comenzaba a caérsele la saliva. Rodé los ojos. Esa escena me resultaba familiar. Creí poder recordar aquel día que nos encontramos en el cementerio y actuó de manera similar al encontrarse con ojos verdes. Por más que quisiera mandarla lejos y que dejara de verlo, sabía que era una reacción inevitable. Aun si la mitad de su rostro estaba cubierta, lo bien que se ajustaba su traje a su tonificado cuerpo y la forma tan acentuada de su mandíbula, gritaban sensualidad. Abigail se irguió un poco más y levantó el pecho.

Enamorada del líder de la mafia [PARTE I & PARTE II]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora