Parte 2. Capítulo 20

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Después de la confesión de Cristóbal fui incapaz de pegar un ojo las noches siguientes. Me retorcía en la cama, hundida en mis crueles pensamientos y cuando por fin lograba dormitar un poco, me levantaba asustada por una pesadilla con Elliot de niño como protagonista. Todo aquello era demasiado doloroso y no podía evitar llorar.

Me quebraba el corazón saber por todo lo que estaba pasando, y yo no deseaba hacerle la vida más difícil, pero tampoco entendía de qué manera necesitaba actuar frente a él. Sabía que no era el mismo, comprendía a que se dedicaba y siempre fue de esa manera, pero la realidad era que prefería actuar como si no lo supiera. Necesitaba convencerme a mí misma que él era el mismo chico de antes, porque eso significaría que yo no era responsable de arruinarle toda la jodida vida. Y Elliot miró a través de eso, y le molestó lo cobarde que soy por escapar de él, solo porque tenía miedo.

Me llevé las manos al rostro y recordé el incómodo silencio que siguió a aquella tarde, la manera en que no volví a ver a Elliot y como este simplemente le ordenó a Caleb que me escoltara directo a la mansión.

Quise negarme y pedir encontrarlo una vez más, pero aunque me lo concedieran, no tenía ni la menor idea de qué le diría. ¿Le pediría perdón por ser tan débil e ilusa? ¿Le rogaría que no pierda sus ganas de vivir aunque fui yo misma quien lo estancó en ese mundo? Me temblaba el cuerpo de impotencia. ¿En verdad yo tenía algún derecho de interferir e intentar cambiar su perspectiva? Suspiré, traumarme con aquello no haría que la situación mejorara, así que decidí ponerme la almohada en la cara e intentar conciliar el sueño para llegar a la oficina no tan destrozada.

Avancé con paso decidido hasta la sala de reuniones, donde asistiría como la nueva asistente de Alexander. No es como que mi puesto mejorara considerablemente, puesto que seguía haciendo las mismas tareas pero por lo menos me brindaba la oportunidad de asistir a algunas de las juntas con la excusa de que era para asistir a mi jefe. Abigail entró a la sala y pasó por mi lado, escaneándome con una mirada repleta de malicia.

—Pero mírate, te ves lamentable.

Me mordí el interior de la mejilla para no soltarle la grosería que se merecía. En su caso, no soportaba su mal trato debido a que sintiera que lo merecía, sin embargo, no podía darme el lujo de que los directivos tuvieran razones para echarme antes de tiempo. Yo me quedaría con la empresa a como diera lugar.

—También es un placer verte.

Se quedó un momento sorprendida por mi reacción, y luego sonrió.

—Parece que conoces muy bien tu lugar.

Pensé que simplemente se iría y dejaría de molestarme, pero para mí mala suerte, me aventó su maletín y lo atrapé por inercia.

Maldición, debí dejarlo caer.

—Llévalo a mi oficina, puedes dejárselo a mi secretaria y ella se encargará de lo demás. Tuve una mañana muy ocupada desayunando con la abuela y unos socios importantes, por lo que apenas y llegué a tiempo para la junta. Estoy segura de que comprendes.

Asentí, obligando a mis comisuras a subir para aparentar que no deseaba ahorcarla. Miré a Alexander de reojo, quien tenía su atención puesta en mí y mi prima, y cuando alcé el brazo, me hizo un gesto con la mano diciendo que me apresurara. Echando humos por las orejas, me dirigí hasta donde Abigail me había indicado, pero me encontré con que no había nadie por el lugar.

Esa idiota de seguro me mintió y su secretaria ni siquiera ha regresado.

Resoplé, claramente enfadada por estar perdiéndome de una reunión bastante importante, hasta que reparé en la gran puerta de cristal polarizado que pertenecía a la oficina de Abigail y como esta no estaba cerrada del todo. Con curiosidad y cuidando que nadie se percatara, me acerqué hasta ella y la empujé delicadamente con mi mano. Estaba abierta. Abrí los ojos y pensé que hasta en eso mi prima era una idiota.

Enamorada del líder de la mafia [PARTE I & PARTE II]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora