Capítulo tres: "Cristina"

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Cuando he entrado a casa de mi madre quería irme. Están Carol y Dani con su hija. La cual me pinta la bata con dibujos de miles de colores, por eso soy el centro de atención del hospital y a mí no me disgusta. Al final me he quedado, Chantal ha acabado lanzándose a mis brazos y ahora no deja de provocarme para que juegue con ella.

– No le digáis nada a Mia, por favor. -Advierto y Carol rueda los ojos- ¿Y a ti qué te pasa?

– Me molesta que ella te haya estado organizando durante mucho tiempo todo esto y ahora vas tú y la dejas plantada. -Cruza los brazos y yo suspiro- Jesús joder, despiértate.

– Carol, no me eches la bronca. Sé que está mal, pero no puedo... No puedo.

– Eres flipante. -Comenta levantándose del sofá para irse fuera y Dani me dice que me calle- Deja de cagarla, hazme el favor.

– No estás bien. -Dice Dani apoyando su mano sobre mi pierna- Estás... Apagado.

Quiero gritar. Quiero estar solo sin que nadie me hable. Recapacitar. Pensar en todo lo que quiero. Me siento inútil, sin saber que hacer.

He estado todo el día en casa de mis padres, hemos comido juntos y pasado una buena tarde. También he hablado con Carol, me ha prometido que no iba a contarle nada a Mia, pero yo he tenido que prometerle que no iba a volver a mentir. A nadie en general. No he vuelto a hablar con Mia en todo el día, espero que no se haya quedado en casa. Aunque conociéndola seguro que se ha entretenido con cualquier cosa, como siempre.

– ¿Qué quieres conseguir con esto? -Pregunta mi madre sentándose a mi lado y yo encojo los hombros- Jesús...

– ¿Vienes a regañarme tú también? -Alzo una ceja y ella niega rotundamente- Entonces vale.

– Veniros mañana a comer. Hace mucho tiempo que no estamos juntos todos. -Propone alargando su mano para estrecharla- ¿De acuerdo?

– De acuerdo.

No quería irme, pero tampoco tenía más remedio. La vuelta a casa se demora más de lo que creía, he estado entreteniéndome con el coche. Un nudo en la garganta comienza a aparecer en cuanto voy a subirme en el ascensor, pulso la planta número cuatro y a continuación se cierran las puertas. Tengo el corazón a mil por hora, lo aseguro.

Pero al meter las llaves en la cerradura descubro que la cerradura está echada y eso significa que Mia no está en casa.

Aún así entro y suspiro al ver todas las luces apagadas, hace incluso frío. Así que me siento en el sofá y cierro los ojos, la he vuelto a cagar. Quizás se ha enterado de todo y por eso se ha largado. Puede ser que también haya salido con sus amigas, aunque a saber. Recuerdo la frase de mi madre al verme, ese "Vas a quedarte solo por imbécil" y creo que va a tener razón.

Por eso estoy ahora mismo estoy barajando la posibilidad de llamarla, para saber si me lo coge o pasa de mí. Porque eso puede significar dos cosas, la primera que puede que vuelva y la segunda que me haya mandado a la mierda. Se me viene a la cabeza una cosa, la reserva en el restaurante al que solíamos ir antes a cenar sushi y lo más seguro es que esté allí ahora. Así que al final decido llamarla por teléfono, pero después de un rato me salta el contestador.

– Mierda. -Digo a regañadientes y lanzo el móvil al sofá.

Una vez más estoy llorando mientras camino de un lado a otro. Sé que cuando mientes en una relación, la otra persona comienza a perder la confianza. Nosotros la hemos perdido tantas veces que es imposible calcular cuántas veces me ha perdonado.

Aunque ahora es mi móvil el que se ilumina y sonrío al ver que he recibido un mensaje de ella.

Mia❤️👩‍❤️‍💋‍👨: Voy de camino a casa
Mia❤️👩‍❤️‍💋‍👨: Tenemos que hablar

Trago saliva e incluso esta vez me sabe a amarga. Nunca me ha gustado esa frase han cliché cuando hay problemas de pareja. Es acojonante el temor que causan esas tres palabras. Así que me mantengo firme al lado de la puerta, a la espera de que aparezca. Tengo que reconocer que no sé qué va a pasar, por eso me tiemblan todas las extremidades del cuerpo.

Ha pasado más de media hora y me estoy quedando dormido, ha sido un día intenso y me muero de ganas por meterme en la cama a dormir. Escucho el sonido del ascensor y no tardo en abrir la puerta. A lo lejos veo a Mia sacando las llaves del bolso y se queda parada en mitad del rellano cuando ve que estoy delante de la puerta de casa. Suspira y sigue andando. Con este gesto sé que algo no va muy bien... Es demasiado expresiva y sé perfectamente lo que le pasa en cuanto gesticula de una forma u otra.

– Estás guapísima. -Es lo primero que pienso y pronuncio cuando está delante de mí- ¿Has ido a cenar sola?

– Que va, he ido con Cristina. -Dice recalcando el nombre y yo me muerdo la lengua- Y ya sé que estoy guapa.

– Siempre has tenido el carácter muy marcado. -Digo junto a una risa y ella se quita los zapatos- Y realmente me encanta.

Agarro su cintura y ella evita mirarme a los ojos, aunque acaba haciéndolo porque sé que no puede resistirse. Me fundo en sus brazos y ella apoya su cabeza en mi hombro derecho. Suspiro, quizás aliviado.

– Eres un mentiroso de mierda. -Dice con enfado y yo aprieto los labios, nervioso- ¿Sabes qué? He aguantado muchísimas cosas en todo este tiempo, pero a esto me niego, Jesús.

– Nena, déjame expl...

– No quiero tus explicaciones ¿Pensabas que no iba a enterarme, tan gilipollas te crees que soy? Cristina es mi amiga, Jesús. -Alza la voz y yo asiento- Ahora soy yo la que necesita pensar lo que quiere exactamente. -Pronuncia sin tapujos y caminando hacia dentro, perdiéndome así de vista- Ah, sabes que me decido rápido. -Se gira y yo doy un tremendo suspiro, Dios mío.

Cuéntame al oído | Tercera parte | StoriesftGemeliersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora