Cuando dejamos de abrazarnos, me aparta el pelo de la cara y se acerca con timidez a mis labios. Tiene miedo y yo tengo ganas de quitárselo, por eso le agarro la cara y me lanzo a éstos antes de que se arrepienta.
Porque es un beso de esos que ansias y que no quieres que acabe nunca. Lo que siento por Jesús es único, de hecho el enfado se me ha pasado prácticamente. No me gusta que me mientan, lo detesto y supongo que todo el mundo opina igual. Aunque todo el mundo se merece que le perdonen y Jesús me ha demostrado muchas veces lo mucho que me quiere y lo bien que nos complementamos.
Mi pierna nos fastidia bastante, pero aún así hace todo lo posible para agarrarme con fuerza el culo y besarme con más intensidad. Me muerde el labio y yo agarro con fuerza su cuello, pidiéndole más.
– Vaya... -Se ríe aún sobre mis labios y yo dejo un último beso sobre los suyos- Hacía muchísimo tiempo que no nos besábamos... Así... Con ganas-Decimos a la vez y ambos nos reímos.
Me fijo en su notoria entrepierna y él encoge los hombros, a lo que yo suelto una risa. Ambos estamos de la misma forma, con ganas de tocarnos todas las partes del cuerpo. Al menos yo me siento así y espero que él opine de la misma forma que yo.
– No me mires de esa forma... -Advierte todavía sobre mi boca. Aunque termina besándome la barbilla y me agarra con fuerza el cuello.
A medida que los besos avanzan, también lo hacen las caricias y roces por todo el cuerpo. Al principio estaba bien, pero empeoraba a medida que la respiración se nos agitaba. Cada vez que nos rozamos quiero más y más.
– Para... -Susurra mientras me aparta hacia atrás- No puedo.
Nos volvemos a mirar a los ojos, pero de nuevo observo ese rechazo del que me hablaba antes. Porque ha pasado de devorarme a esquivarme, todo en cuestión de minutos. Comienza a vestirse de nuevo, pero prefiero no decir nada ante esto que acaba de pasar. Da un suspiro muy largo y me mira de reojo por encima de su hombro.
– Es raro. -Dice con una risa- Menuda inactividad sexual ¿Quién lo diría? -Cruza los brazos mientras se critica a sí mismo- Los vecinos tienen que estar disfrutando muchísimo, hace meses que no escuchan retumbar las paredes. -Me guiña un ojo y yo suelto una risa absurda.
– Podríamos hacer que retumbasen de nuevo. -Propongo y él alza una ceja- Lo que pasa es que no dejas de poner excusas para no follar conmigo.
– No es cierto. Me encantaría poder hacerlo, pero...
– Jesús, esta relación está repleta de peros. -Ataco y él asiente ¿Me he pasado demasiado?- A mí me encantaría que pudieras tocarme sin arrepentirte después o que yo pueda tocarte a ti, sin tener que dejar algo a medias.
Me he dado cuenta de que ha convertido el sexo en una inseguridad más, por eso cada vez que vamos a hacer algo dice que no puede. Sabe que conmigo no debe sentirse así y que puedo ayudarlo en todo lo posible... Aunque parece que no le sirve de nada.
Se tumba a mi lado y me agarra la mano derecha, que la entrelaza con la suya para apretar fuerte. Muy, muy fuerte.
– ¿Crees que a mí no me gustaría lo mismo que has dicho tú? -Se gira para rodear mi cintura y yo trago saliva- Es difícil, Mia.
– Me alegra que hayas podido besarme. Que te hayas atrevido.
Sonríe y a mí me parece que es la sonrisa más bonita y sincera del mundo. Se incorpora un poco y me coloca bien la almohada que tengo debajo de la pierna, así toda la noche. Me despertaba cada dos horas para preguntarme si estaba bien, creo que está más cuidadoso que nunca.
Hasta que ha llegado esta mañana y me he levantado con un dolor horrible. La pierna me aprieta y siento como si me hubiera atropellado un camión. Lo único bueno que saco de esta experiencia es que tengo una baja de dos semanas y por otro lado no tienen que operarme, así que magnífico.
– Llevas toda la mañana bebiendo agua de coco y cacahuetes mientras ves la misma serie que has visto mil veces. -Rueda los ojos y yo me río- Eres realmente única.
Me ha ayudado a ducharme y ha sido una auténtica odisea, digamos que la peor experiencia de momento. Me temo que van a ser dos semanas intensas, llenas de picores y de disgustos constantes. El timbre suena y Jesús no tarda en ir hacia la puerta para abrir. Unos pasos reconocibles corretean rápidamente hacia mi habitación, esta misma persona se asoma por la puerta con intenciones de asustarme.
– ¡Menudo susto! -Exclamo divertida y Chantal comienza a reírse a carcajadas- Ven, hace mucho tiempo que no te veo, enana.
Y mientras abrazo a la primogénita de mis mejores amigos, éstos se asoman de la misma forma por el marco de la puerta y comienzan a reírse en cuanto me ven de esta forma.
– Creo que esto solo puede pasarte a ti, en serio. -Dice Carol mientras se acerca a mí y yo me burlo de su frase- Por fin te veo, lisiada, pero te veo.
– Veo que te has levantado graciosa hoy. -Comento y ella asiente orgullosa- En fin.
Dani ha cogido un rotulador permanente y ha comenzado a dibujar todo tipo de cosas que posteriormente su hija ha coloreado con diversos materiales, entre ellos pintauñas de todos los colores. Tengo que reconocer que me ha quedado una escayola bastante creativa.
– Tienes un señor chupetón en el cuello, amiga. -Dice Carol observando el lado derecho de éste y yo abro los ojos como platos- Puedo imaginarme lo que pasó anoche...
– Anoche no pasó nada, Carol. -Respondo y ella alza una ceja- Solo nos besamos, punto.
– Bendito Satisfyer. -Se ríe y no puedo evitar soltar una risa- Creo que fue la mejor inversión del mundo ¿No crees?
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Cuéntame al oído | Tercera parte | StoriesftGemeliers
FanfictionPorque todas las promesas aún se tienen que cumplir.