Capítulo treinta y cuatro: "Listilla"

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Mia

Estos últimos días los hemos pasado haciéndonos los tontos, mirándonos como dos adolescentes que se lo callan todo porque odian que comenten lo que sea sobre ellos. Guiñándome un ojo cuando suelta alguien cualquier indirecta y haciendo el mejor papel de mi vida: el de persona desinteresada. Aunque no creo que Carol se haya tragado esta trola porque ella sabe que si las miradas matasen yo ya estaría muerta. Ni Carol, ni Dani. Ninguno de los dos.

Mientras recogía las cosas sentía cierta nostalgia porque a saber cuándo volveremos a vernos. Por eso antes de irme he venido hasta el hospital donde trabaja y bueno, ya de paso saludo a algunos antiguos compañeros y amigos. Los nervios invaden  todo mi cuerpo mientras recorría los pasillos, mirando de un lado a otro sin saber a quién puedo encontrarme.

Entre esas personas está Cristina, la mejor amiga y compañera del mundo, con la cual llevo hablando durante un buen rato. Sin embargo; a lo lejos observo a la persona que pensaba que no volvería a ver en mi vida. Aquella que hizo que mi relación con Jesús marcara un antes y también un después. La cual se queda mirando desde una distancia bastante considerable. Es increíble que haya dejado de hablar por teléfono por haberse quedado boquiabierta al verme.

Nos saludamos cuando me acerco a su lado, pero parece que quiere mantener una conversación conmigo porque ha seguido mis pasos

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Nos saludamos cuando me acerco a su lado, pero parece que quiere mantener una conversación conmigo porque ha seguido mis pasos.

– ¿Buscas a alguien? -Pregunta con curiosidad.

– A Jesús. -Respondo mientras miro de un lado a otro y ella alza una ceja- ¿Sabes dónde puede estar?

Pero se queda callada y sinceramente no me importa demasiado lo que me diga, por eso he decidido seguir caminando. Hasta que me acerco a la sala de descanso, donde doy tres golpes en la puerta antes de entrar y asomo la cabeza. Y ahí está, concentradísimo mirando la pantalla de su ordenador. Mareándose el pelo con un bolígrafo y con sus gafas. Carraspeo la voz, porque no se ha dado cuenta del ruido que he hecho al entrar y tampoco es consciente de mi presencia. Finalmente me acerco un poco más y decido posicionarme justo en frente de él.

– ¿Pero no te ibas? -Pregunta quitándose las gafas y levantándose de la silla- Vaya, que sorpresa.

– Y me voy, pero estaba de camino y me apetecía verte. -Cruzo los brazos y él se ríe- Así que bueno, ya te he visto.

– Ah bueno claro. -Vuelve a reírse- Hasta pronto entonces.

– Hasta pronto. -Respondo alzando una ceja.

Y cuando pongo camino para la puerta ante esta pequeña broma, me agarra por detrás y me abraza la espalda. Me muerdo el labio mientras me aprieta contra su cuerpo, porque no sé cuándo volverá a pasar algo semejante entre nosotros.

– ¿No puedes quedarte unos cuántos días más? -Me susurra al oído y yo niego con la cabeza- Bueno, ten cuidado volviendo a casa.

La intensidad que hemos tenido en estos días han sido indescriptibles. Se me eriza la piel por el hecho de pensar en sus labios recorriendo todo mi cuerpo o cuando me decía te quiero acariciándome el pelo. Porque ese te quiero es sincero y siempre lo será, pase lo que pase.

– Bueno. -Susurro colocándole bien la bata, como siempre hacía.

– Bueno. -Repite- Mia. -Eleva mi mentón con su mano y yo asiento- Quiero volver a verte.

– Y yo a ti. -Digo con media sonrisa y él vuelve a abrazarse a mí- ¿Cuánto suelen durar las despedidas?

– Ah, pues no lo tengo muy claro. -Se ríe mientras acaricia mi espalda- Pero tengo muy claro que no quiero volver a despedirme de ti.

Me muerdo el labio al escuchar esa última frase, que hace que me separe de él y nos miremos fijamente. Trago saliva y juro que este intercambio de miradas me está poniendo muy nerviosa. Doy un paso hacia atrás y me doy cuenta de que me choco con la mesa, pero parece que Jesús ha aprovechado este momento para lanzarse a mis labios y devorarme una vez más la boca. La excusa de la mesa le ha servido para ponerme encima suya y arrastrarme hasta los vestuarios, donde nos hemos metido en uno de los baños.

Esto me hace muchísima gracia, me trae muchos recuerdos. Muchas noches aquí encerrados los dos, follando como si no hubiera un mañana. Como vamos a hacer justo ahora. Porque no ha conseguido despegar sus labios de mi boca, pero tampoco de mi cuello y de mi entrepierna. Porque yo tampoco he podido hacerlo. Y es que son tantos porqués que podría quedarme sin palabras. Me tapa la boca porque ha estado entrando gente al vestuario, pero esto no ha hecho que paremos.

– Me encantaría que te quedaras más tiempo. -Comenta dándome el café que le he pedido y yo suspiro- No sé Mia... Estoy súper bien ahora mismo... Has hecho que vuelva... A sonreír.

– Ya lo hacías, solamente que no te dabas cuenta. -Pero él niega con la cabeza.

– Todo este tiempo solo ha sido una auténtica mierda. -Confiesa rascándose de la cabeza, está nervioso- Estaba triste. Amargado. Trabajaba, dormía y comía. Poco más.

– Esa mala racha ya ha pasado... -Agarro su mano y él asiente- Ya verás, ahora vendrá la mejor etapa de tu vida.

– ¿Y tú qué sabes, listilla?

– Después de una mala racha algo bueno pasa. -Respondo acariciando su brazo de arriba a abajo- Poco a poco...

Sin duda me quedo con su sonrisa; sus palabras; sus ilusiones y sobre todo con su sinceridad. Me he dado cuenta de lo mucho que lo quiero, de lo que nos queremos los dos, y ambos nos hemos dado cuenta en estos últimos días.

¿Cómo te puede cambiar la vida de un día para otro? Vuelvo a mi ciudad más contenta de lo que vine, sabiendo que ese pilar fundamental vuelve a estar presente en mi vida. Porque ese pilar es Jesús y quizás vuelvo a atreverme a decir "El amor de mi vida".

Cuéntame al oído | Tercera parte | StoriesftGemeliersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora