Capítulo veintisiete: "Cambio de look"

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– ¿Qué vas a hacer? -Pregunta mi hermano mientras se acerca a la habitación- ¿Vas a venir?

– No. -Respondo rotundamente y él frunce el ceño.

– ¿Entonces por qué te estás quitando la ropa? -Alza una ceja.

– Voy a ponerme el pijama, no pienso salir. Si queréis podéis dejar a la niña aquí, no voy a hacer nada.

– Ah pues genial, así Mia puede venirse. Al final no la hemos visto esta tarde. -Sonríe- ¡Carol, llama a Mia!

Me gustaría ir de fiesta, pero sinceramente prefiero quedarme en casa haciendo cualquier cosa. Quizás vuelvo a darme un paseo por la playa. Me encantaba ir a las tantas de la noche a pasear con los pies descalzos por la arena, con una sudadera y un botellín de cerveza. Solía hacer eso cuando sentía la necesidad de estar solo. Como ahora.

Acabo de permitirme el lujo de escuchar una playlist en Spotify mientras me duchaba y ahora mismo sigo cantando mientras me peino el peino hacia arriba. Sin embargo; al ver unas tijeras encima del lavabo se me ocurre la brillante idea de cortarme el pelo ¿Por qué no? Hace muchísimo tiempo que no lo hago.

Me muerdo el labio para concentrarme mejor, quizás la esté cagando porque estoy cortando mechones de pelo de forma aleatoria, pero no pasa nada.

– Jesús ¿No tendrás por casualidad unas...? -Carol queda callada y me mira atónita- ¿Se puede saber qué haces?

– ¿No lo ves? -Digo mientras sacudo los pelos que caen sobre mis hombros.

– La estás cagando.

– ¿No me digas? -Vacilo y ella se ríe, extiende la mano para que le dé las tijeras- Gracias.

Pide que me siente encima del inodoro y comienza a peinar de un lado a otro mientras recorta por aquí y por allá ¿Y esta maestría?

– ¿Seguro que no quieres venir? Justo cuando estábamos viniendo decías las ganas que tenías de salir de fiesta. -Recalca y observo las muecas que hace a través del espejo- Y ahora que se da la oportunidad la rechazas.

– ¿Y dónde pensáis dejar a Chantal? -Alzo una ceja y ella suspira- No podéis dejarla con nadie y no vais a dejarla sola.

– Íbamos a dejarla con los padres de Mia, así podréis venir los dos.

– Ni de coña. -Alzo la voz y ella rueda los ojos- Carol, no.

– ¿Por qué no? No es la primera vez que se quedan con ella, además los conozco desde que tengo uso de razón. No pasa nada, Jesús. -Se ríe.

– No es por eso, Carol. -Digo mientras me quejo de los tirones de pelo que me está dando- No quiero verla, no puedo.

– Tarde o temprano ibas a verla. Lo sabes.

– No quiero que llegue ese momento. -Susurro y ella me mira fijamente.

– Jesús, tienes que seguir con tu vida. -Eleva mi mentón con su mano- Eres guapísimo, listo y un partidazo. Sal y cómete el mundo, hace meses que no te veo medianamente feliz. Solo aparentas, pero no he visto esa sonrisa que te salía antes. -Comenta con una sonrisa en la boca, como siempre- Por favor.

– Ella era el motivo de mi sonrisa, Carol. -Confieso y ella suelta todo el aire que estaba conteniendo- Me gustaría dejar de hablar del tema, por favor.

– Está bien. -Añade y termina de sacudir mi pelo- Esto ya está. -Cruza los brazos y me levanto para mirarme en el espejo mejor- ¿Ha quedado bien, eh? Anda que si no llego a venir...

– Gracias. -Le guiño un ojo y ella da un golpecito en mi brazo.

Se marcha y cierra la puerta del baño. Cuando quiero darme cuenta estoy llorando otra vez. Quizás sea por lo que hemos hablado o por cualquier otra cosa, solo sé que esto no puede seguir así. También sé que lo estoy pasando realmente mal.

Por eso he vuelto a vestirme y cómo ha dicho Carol, voy a comerme el mundo sin importar lo que haya a mi alrededor. Voy a seguir viviendo mi vida, con actitud, disfrutando de las pequeñas cosas al máximo. Cuando Carol me ve de nuevo, me mira de arriba a abajo y se acerca a mí para darme un abrazo.

– Sabía que ibas a poder rechazarlo. -Dice mientras me aprieta la cara para darme un beso- Qué alegría.

– ¿Dónde está Guille? -Preguntó mientras miro de un lado a otro.

– Ha ido a llevar a... ¿Y ese cambio de look? -Dice Dani mientras se saca la galleta de la boca- Estás guapo, eh.

De un momento a otro se me ha subido demasiado el ego y me siento sorprendentemente a gusto conmigo mismo, cosa que no me pasaba desde hace muchos meses. Estoy contento y además tengo el presentimiento de que esta va a ser una gran noche.

He vuelto a la habitación, he estado hablando con un par de compañeros de trabajo sobre unos cuantos asuntos. No podéis haceros una idea de lo bien que me han venido estas pequeñas vacaciones, me lo merecía muchísimo. Me encuentro lavándome los dientes, pero de un momento a otro suena el timbre e interrumpe mi ritual de higiene bucodental.

– ¿¡Dani o Carol, podéis abrir!? -Grito desde uno de los baños, pero no obtengo respuesta- Mierda. -Maldigo escupiendo la pasta de dientes en el lavabo.

De camino a la puerta sigo lavándome los dientes y me doy cuenta de que Carol y mi hermano se han encerrado en la habitación. El resto se cuenta por si solo. Ruedo los ojos y abro la puerta, sin preguntar quién es. Y maldita sea. Vuelvo a cerrar la puerta, aunque de forma inconsciente. Detrás de ésta se encuentra la persona en la que más he pensado los últimos meses y a la vez a la que quizás más daño haya hecho.

 Detrás de ésta se encuentra la persona en la que más he pensado los últimos meses y a la vez a la que quizás más daño haya hecho

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Pasado unos segundos, decido volver a abrir. Ahí está, jugando con sus manos del nerviosismo y no puedo evitar mirarla de arriba a abajo. Y ella hace lo mismo conmigo. Nos acechamos con la mirada, pero no decimos nada, solo observamos.

– Hola. -Consigo decir después de este duelo que hemos creado en unos segundos.

– Hola. -Contesta con dificultad, supongo que es porque se le ha formado un nudo en la garganta.

– ¿Qué tal? -¿En serio eres tan cutre Jesús, cómo le preguntas eso?

Se le iluminan los ojos y después de varios segundos, otra vez en silencio, se lanza a mis brazos y se aferra a mí. Aunque al principio siento la necesidad de apartarme, después me dejo llevar y disfruto de este pequeño abrazo.

– Te quiero. -Pienso, pero no me atrevo a decirlo en voz alta.

Cuéntame al oído | Tercera parte | StoriesftGemeliersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora