Capítulo once: "Bipolaridad"

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Enciende la luz de la habitación y seguidamente se gira. Niega con la cabeza para rebatirme la frase que acabo de soltar y yo encojo los hombros, no opino lo mismo que ella. Sé que tiene esa inseguridad y nadie se la va a quitar por muchos años que pasen.

Nos miramos, pero de nuevo son miradas vacías que carecen de muchas cosas, frías, que no dicen más allá de un pequeño duelo de miradas que termina en cuanto ella hace el amago de levantarse.

– Dime que no es verdad lo que he escuchado. -Agarro su muñeca para impedir que se levante y ella se lleva la otra mano a la cabeza- Dime que es mentira lo que le has dicho a Carol por teléfono, por favor.

– ¿Has puesto la oreja? -Pregunta entrecortada y yo asiento- ¿Por qué?

– Te escuché llorar y me acerqué a la puerta... -Respondo y ella suspira- Por favor, Mia.

– Lo siento, Jesús. -Dice mientras marea los rizos de su pelo y yo absorbo los mocos, como cuando me enfadaba con mi madre cuando era pequeño- Te quiero, pero...

– Me quieres, pero te rindes a lo más mínimo. -Cruzo los brazos y ella niega con la cabeza- Porque siempre lo quieres todo al instante, pero no entiendes que estoy atravesando una etapa bastante mala en mi vida.

– Eso no es verdad, Jesús.

– Me fui a vivir contigo cuando estabas en tu peor momento. -Elevo la voz y ella alza una ceja- Te recuperaste. Recaíste y sin embargo, seguí ahí. Contigo. Día tras día, minuto a minuto. Pasó el tiempo y nos vinimos a Sevilla. -Me río y ella asiente- Y te juro que han sido los mejores años de mi vida, hasta ahora. -Digo casi hundido- Porque sé que has querido ayudarme en todo momento y que ahora has tirado la toalla, de un día para otro ¿Sabes qué? Paso, Mia.

– ¿Cómo que pasas?

– Paso de seguir con una relación tan insegura, ahora soy yo quien tira la toalla otra vez. -Digo mientras me levanto de la cama y busco los zapatos.

Agacha la cabeza y se limpia las lágrimas de los ojos. El silencio es incómodo y no ayuda a mejorar la situación. Ahora mismo siento que la he dejado sin palabras.

– No he tirado la toalla. -Susurra elevando la cabeza- Nunca la he tirado. Me gustaría poder confiar en ti, otra vez.

– ¿Has dejado de hacerlo? -Alzo una ceja y ella se encoge de hombros- Vaya.

– ¿Vaya? Sabes que no tenemos la misma confianza de siempre. Sinceramente ahora mismo no parecemos una pareja, Jesús.

– Hace mucho tiempo que no somos una pareja, Mia.

Y aún sigo sin entender cuál es el motivo de esta discusión que hemos creado en milésimas de segundos. Porque le respondo cualquier cosa y me quedo plenamente satisfecho, pero cuando salgo de casa me doy cuenta de todo lo que he dicho.

Bipolaridad. Sí, ahora mismo estoy actuando como una persona con bipolaridad. Estoy muy enfadado. Pensaba que podríamos mantener una conversación agradable y que solucionaríamos esto pronto, pero se ve que no. Me arrepiento bastante de esa última frase.

He acabado echándole gasolina al coche. Conducía sin rumbo, con mucha rabia. No me apetece volver a casa, no esta noche.

Me llega un mensaje al móvil, son mis compañeros de trabajo y me están volviendo a invitar a una fiesta como la de ayer. Sin pensármelo más de dos veces accedo, no tengo otra cosa mejor que hacer. Así que ahora mismo estoy dirigiéndome hacia la plaza donde hemos quedado para recogerlos e ir al centro.

– Espero que esta noche no bebas tanto, Jesús. -Dice Víctor en cuanto se mete en el coche y yo me río- Sobre todo porque después nos vas a llevar a casa.

– Ya veremos. -Comento mientras los saludo a todos.

Observo que dejan la puerta abierta, como para que pase alguien más. Efectivamente escucho unos tacones, son reconocibles esos andares y puedo saber perfectamente quién es: Valentina.

– Ya estamos todos. -Dice ella apartándose el pelo de la cara y me guiña un ojo.

Doy un suspiro y decido callarme, no me ha hecho ninguna gracia volver a verla y mucho menos llevarla en mi propio coche. Han sido unos cabrones y han dejado el asiento del copiloto libre para que ella se siente a mi lado.

– ¿Puedes apartar tu mano de mi pierna? -Preguntó enfadado y ella se ríe- Gracias.

Pero el enfado se me pasa en cuanto llegamos y me acerco a la barra a pedirme una copa. La primera de muchas de la noche. Lo único bueno es que mañana entro a trabajar por la tarde, así que podré dormir bastante.

– Estás raro, Jesús. -Dice Jaime y yo alzo una ceja- No sé, ayer estabas mucho más contento ¿Ha pasado algo?

– Que va. Será porque no he dormido muy bien. -Miento y ellos se ríen.

– ¡Pero si tú te fuiste el primero! -Dice Víctor entre risas- Seguro que llegaste a tu casa y te fuiste a dormir directamente.

– Pues tienes toda la razón del mundo.

Y todo son risas hasta que se acerca Valentina, que me arrastra hasta la zona de fumadores con ella. De repente me han entrado muchísimas ganas de fumar, en serio. Aunque ella se refiere a fumar otra cosa y tengo que reconocer que no me parece mala idea. No me fumo un porro desde hace años, de hecho creo que me fumé el último con mi hermano en verano de 2018, nuestros padres nos pillaron y estuvimos un par de días sin pisar la calle. Fue divertido.

– Estás triste. -Dice mientras expulsa el humo y yo encojo los hombros- Te lo noto en la mirada. -Me mira fijamente a los ojos y yo asiento- Déjame adivinar... ¿Ha pasado algo con tu novia?

– Puede ser. -Respondo mirando al suelo y ella se acomoda en mi hombro.

– ¿Has pensado en lo que te dije? -Susurra en mi oído- ¿Crees que estás con la persona adecuada?

– No lo sé.

– Hay una forma de comprobarlo. -Dice con picaría.

– ¿Cu...?

Pero mi inocencia al hacer esa pregunta es interrumpida por sus labios. Me está besando, pero yo no hago nada para evitarlo. Hasta que abro definitivamente los ojos ¿Qué estás haciendo, Jesús?

– No puedo, Valentina. -Digo mientras me aparto- Creo que debería irme.

No ha sido buena idea venir a la terraza con ella ¿En qué momento accedí? He venido a pasármelo bien, a beber y a bailar con mis amigos. No quería besarme con nadie, no precisamente con ella.

Y al mirar la hora, de pura casualidad, descubro varios mensajes de la persona que menos he recordado esta noche, pero los leo y decido no contestar. No me apetece.

Cuéntame al oído | Tercera parte | StoriesftGemeliersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora