– ¿Os quedáis a comer? -Pregunto mientras arrastro la silla por el pasillo- Podríais quedaros un poco más de tiempo, nunca nos vemos.
– No podemos, tenemos mil cosas que hacer. -Dice Dani pasando un brazo por mis hombros y yo suspiro- Volveremos, te queda mucho tiempo sentada.
– Imbécil. -Contesto y él me besa la cabeza.
Hacía mucho tiempo que no los veía y realmente me ha hecho muchísima ilusión este reencuentro, aunque no ha sido como me hubiera gustado. Tampoco puedo quejarme.
Jesús carraspea la voz detrás de mí y giro la cabeza, me atrae con su dedo y hago caso omiso. Doy un largo suspiro al ver todo lo que ha montado aquí ¿Jesús, te crees que con esto se va a solucionar todo?
– Sushi. -Alzo una ceja y él asiente.
– Y vino. -Dice mientras me enseña la botella- ¿Tienes hambre? Porque yo tengo muchísima.
Me relamo al observar la mesa ¿Quién no se resiste a una comida japonesa? La adoro y de hecho creo que la comería todos los días. Hace dos años fuimos a Japón. En noviembre. Hacía bastante frío y se nos hacía raro sorber la sopa en los restaurantes. Tengo un montón de vídeos graciosos de esos momentos, de nuestra primera vez haciendo ruidos mientras comíamos. Sin duda, una anécdota para contar.
– ¿Podemos hablar en condiciones, por favor? -Dice mientras se arrodilla, para ponerse a mi altura y yo asiento- Otra vez te estoy pidiendo que hablemos algo más de dos frases.
Le tiemblan tanto las manos que ha dejado la botella en la mesa otra vez y se ha terminado sentando en la silla para llevarse las manos a la cabeza. Es agobiante esta situación.
– ¿Por qué esta comida? -Pregunto acercándome a él y rueda los ojos- No sé... Es raro que quieras beber vino, no te gusta.
– Bueno, igual cambio de opinión. -Se ríe y yo no puedo evitar reírme- Me apetecía comer contigo y como no debes desplazarte mucho...
Me muerdo el labio y él me sonríe. Su sonrisa no se desvanece, se queda ahí fija y no se aparta hasta qué pasa un buen rato. Y esa mirada me hace recordar tantas cosas... Entre ellas todas las veces que me ha dicho te quiero, con la sonrisa más bonita que me han dedicado nunca.
Y aunque la comida la pasamos en silencio, hemos disfrutado de ella, tranquilos y sin prisas. De nuevo estamos en la cama, él con el móvil y yo viendo la misma serie de siempre. Parecemos un matrimonio que está a punto de jubilarse, pero esto es porque yo no puedo hacer mucho más. Nos hemos traído las copas de vino aquí, porque al final le ha encantado y le ha cogido el gustillo a seguir bebiendo cada dos por tres.
– Creo que voy a salir de fiesta después de trabajar. -Dice mientras deja el móvil sobre su pecho y yo alzo una ceja- Para tomar algo.
– Ten cuidado con el coche y no bebas demasiado. -Advierto y él se burla de mí.
– Vale mamá. -Se ríe y yo suspiro- No tienes de qué preocuparte.
Pauso el capítulo que se estaba reproduciendo y él se humedece los labios, pero termina de beberse lo que quedaba de su copa de vino y se lanza a mis labios sin pensarlo más. Saben a alcohol y no me disgusta, de hecho tengo que decir que me encanta.
Jesús entra a trabajar a las cuatro y acaba a las doce ¿Seguro que tendrá ganas de fiesta después de 8 horas de trabajo? Lo dudo mucho...
– Ojalá pudieras venir. -Susurra mientras me acaricia la espalda- Hace mucho tiempo que no te veo vestida de fiesta... Tampoco con tacones, porque dices que te ves muy alta y te ves fatal. Aunque estás guapísima con lo que sea. -Se ríe y yo me muerdo el labio- Tengo ganas de ir al centro, para que me lleves a ese sitio tan guay a beber Martinis.
– Solo piensas en alcohol. -Me río y él niega con la cabeza- Me encantaría ir, iremos pronto.
– Cuando quieras, nena.
Nena. Solo suena bonito si me lo dice él, con cariño y amor. Nunca me han gustado los "motes" o apelativos cariñosos, pero él me suelta de vez en cuando alguno y me parece muy adorable.
Me acaricia la espalda de arriba a abajo, hasta que acaba dejando sus manos sobre mis glúteos y aprieta con fuerza para atraerme hacia él. Para volver a besarlo, aunque esta vez durante mucho más tiempo. Hasta que las lenguas se nos cansan y la respiración se nos agita. Parece que me ha leído los pensamientos y que está haciendo justamente lo que estaba deseando. Y creo que es la primera vez que lo hace con tanta sutileza, para que no me haga daño en la pierna, pero a mí no me importa.
Después de tres meses hemos conseguido tocarnos más allá de la ropa interior. Me recordaba a la adolescencia, a ese temor de la primera vez y el arrepentimiento continuo de hacer cualquier cosa que implique contacto físico. Su respiración y la mía están muy agitadas e irreconocibles, más que nunca. Jesús mira la hora en el reloj y se da cuenta de que son las tres y veinte, tiene que marcharse.
– Joder. -Se queja y yo suelto una risa- No me apetece irme.
– Vas a llegar tarde, como siempre.
– Supongo que hoy merece la pena tardar. -Me guiña un ojo mientras se abrocha el pantalón.
Se viste muy rápido y coge todas sus cosas para irse. Va tarde, pero como ha dicho él: merece la pena.
– Te quiero. -Grita desde la puerta y yo me río- ¡Muchísimo!
Así que bueno, se puede decir que el día ha sido fantástico y el mejor con diferencia en mucho, pero que muchísimo tiempo.
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Cuéntame al oído | Tercera parte | StoriesftGemeliers
FanfictionPorque todas las promesas aún se tienen que cumplir.