Capítulo cuarenta y cinco: "Un idiota"

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Se ha metido en la cama conmigo y me ha abrazado la espalda. Sus labios besan mi cuello y he notado como se me erizaba la piel. En cambio, no me he girado en ningún momento ni he dicho nada al respecto. La estoy volviendo a cagar.

– Te quiero. -Susurra pegándose más a mí.

– Y yo a ti. -Respondo en el mismo tono de voz que ella.

– Estás despierto. -Asegura con media risa- ¿Te pasa algo?

– No. -Respondo seguro, aunque no es cierto- Estoy bien. Cansado, pero bien.

Vuelve a besarme en el mismo sitio que antes y sus manos se adentran en mi piel. Estoy completamente paralizado, no lo entiendo. Mi punto débil es el cuello, pero ahora mismo no siento nada. Y ella lo nota, por eso ha parado.

– Buenas noches. -Susurra de nuevo, pero esta vez se gira hacia el otro lado- Que descanses.

– Buenas noches. -Respondo un poco nervioso.

"El silencio se hace y puedo asegurar que es mucho más que incómodo. Me sabe fatal, en serio. Ha venido súper ilusionada y de un momento a otro se ha desvanecido completamente la sonrisa de su rostro. Lo siento muchísimo, de verdad.

Ahora soy yo quien se gira y me atrevo a abrazar su cintura para acércame más a ella. Coloco mi pierna derecha sobre la suya y beso su espalda. Y hace lo mismo que yo, no hacer ni decir nada.

– ¿Cuánto tiempo te quedas?

– ¿Quieres que me quede? -Pregunta un poco borde- No sé, después de recibirme y tratarme así...

– Claro que quiero que te quedes, solo que no llevo unos días muy bien. -Respondo nervioso- Lo siento, Mia.

– Si quieres que me quede demuéstramelo. -Dice en un susurro y alzo una ceja.

Y después de haber estado pensando durante un buen rato, recuerdo que aún no nos hemos besado. Posiblemente es lo que quiere, un beso. Por eso me he subido encima de ella, para darle el beso que se merece y que tengo que reconocer que yo también lo estaba deseando, aunque no lo pareciera. Sonríe y no puedo evitar hacerlo yo también. Es increíble lo que me hace sentir esta chica.

– Hace frío ¿Qué haces sin ropa? -Pregunto al mirarla de arriba a abajo- Te vas a resfriar.

– Siempre duermo así. Lo sabes. -Rueda los ojos y tira de mi camiseta para quitármela- Así mejor.

– Los pantalones no. -Me quejo en cuanto comienza a tirar de ellos con sus piernas y ella solamente se ríe- Mia... para...

Me calla con besos para que no hable y cuando nuestra piel desnuda se roza comienzo a sentir un cosquilleo que recorre todo mi cuerpo. Se abraza a mí, puedo notar el metal que adorna sus pezones en contacto con mi pecho. Pues sinceramente se está mejor de lo que creía.

– ¿Puedes dormir? -Susurra y yo niego con la cabeza- Yo tampoco.

– Pues vamos bien.

Se ríe y me incorporo un poco para mirarla a los ojos. Le acaricio la cara mientras sonrío, es realmente preciosa. No quiero perderla, nunca. Me niego a volver a pensar todo lo que rondaba por mi cabeza estos días. Ya no voy a volver s consentir que nadie ponga en duda mis sentimientos, lo juro.

Me vuelve a besar, aunque esta vez me se pone ella encima y esto creo que va a acabar en cualquier cosa menos en un sueño temprano. Me besa el cuello y ahora sí que siento absolutamente de todo. Y no puedo negar que tengo muchísimas ganas de que pase algo más esta noche. Su lengua recorre todo mi cuerpo y yo cierro los ojos para dejarme llevar, mientras ella se dirige a mi entrepierna."

Después de un buen rato caigo en que llevo toda la noche soñando con ella, pero la busco en la cama y no está. Me llevo las manos a la cabeza al observar mi entrepierna y camino hacia el baño, para lavarme la cara. Solo recuerdo que ambos nos dimos las buenas noches y ya está, no pasó nada entre nosotros. Aunque bueno yo me he montado una película porno en mis sueños toda la noche.

Camino hacia la cocina, está sentada en la encimera bebiendo de una taza. Supongo que habrá encontrado cualquier infusión por ahí y seguramente es lo que está bebiéndose ahora mismo.

– Buenos días. -Digo con media sonrisa y ella me la devuelve- ¿Qué tal has dormido?

– Bueno, no me puedo quejar. -Responde dejando la taza a un lado- ¿Y tú?

– Supongo que bien.

Nos quedamos en silencio después de charlar sobre cómo dormimos, aunque creo que ambos sabemos la respuesta. Me observa fijamente, esperando algo. En cambio, me he sentado justo en frente de ella sin decir ni una sola palabra.

– ¿Qué has hecho todos estos días? -Pregunta para romper el hielo, por fin- Hace bastantes días desde que hablamos por última vez.

– Si ya lo sabes ¿Para qué preguntas? -Respondo elevando la mirada y ella me mira fijamente, traga saliva y asiente- Trabajar, Mia. Trabajar, trabajar y trabajar. Ya está.

– Genial. -Contesta agarrando su móvil y sale de la cocina, enfadada.

Mierda. Me vuelvo a llevar la mano a la boca e incluso estoy moviendo la pierna de un lado a otro, de los nervios. Joder, no sé porqué he contestado de esa forma. Suspiro y dejo la taza en la mesa, para caminar hacia la habitación de nuevo.

– ¿Qué haces? -Pregunto nervioso, en cuanto veo que empieza a recoger sus cosas.

– Si ya lo sabes ¿Para qué preguntas? -Imita y yo alzo una ceja, vaya- Siento que estorbo, así que prefiero irme.

– No te vayas, por favor. -Digo mientras me acerco a ella- Lo siento, Mia. No sé porqué me estoy comportando así.

– Sigues dudando sobre esto ¿Te crees que no me doy cuenta? -Cruza los brazos y asiento- Pues yo estoy harta de dudas, Jesús. Estoy cansada y no tengo dieciocho años, no soy gilipollas.

– No dudo sobre esto. -Respondo mirándola a los ojos- Estoy más seguro que nunca, quiero seguir contigo. Te quiero, Mia.

– Si tanto me quieres ¿Por qué me hablas de esta manera? -Cruza los brazos- No te entiendo ¿Por qué te comportas como un imbécil?

Me humedezco los labios y ambos nos miramos, pero de nuevo no decimos nada más. Asiento y ella aparta la mirada, se ve que la conversación ha acabado aquí. Por eso decido marcharme de la habitación, o bueno esas eran mis intenciones hasta que me ha cogido del brazo.

– Eres un idiota. -Asegura acercándose a mí y suelto una risa.

Aunque termino callándome por cómo me mira. Se acerca más a mí y humedece sus labios, como hice yo antes. Mi mirada se desvía hacia ellos y me doy cuenta de que ella está haciendo lo mismo que yo. De un momento a otro, nos miramos a los ojos y se lanza a mis labios, pero es un beso más corto de lo que pensaba. Más bien por mi parte, porque me he apartado en cuanto su lengua ha rozado la mía de nuevo. Y creo que tiene razón en lo de que soy un idiota. De pies a cabeza.

Cuéntame al oído | Tercera parte | StoriesftGemeliersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora