Capítulo cuarenta y seis: "Yo nunca"

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– ¿En mi casa? -Pregunto totalmente alucinado y Víctor asiente- Joder... ¿No puede ser en otro lado?

– Jesús, este año toca en tu casa. Prepara lo que sea para cenar, lo importante es el vino y los chupitos. -Asegura Hugo con una risa- El mes pasado tocó en mi casa, ahora te toca a ti.

– Sí, aún recuerdo los macarrones.

Todos los meses organizamos una cena con compañeros de trabajo. El mes pasado le tocó a Hugo y nos hizo para cenar macarrones con salchichas, imborrable. Este mes me toca a mí, en concreto esta noche.

– Nos vemos a las nueve. -Dice Valentina, que se mete en el coche de al lado y yo asiento- Hasta luego.

Pues sí, viene Valentina ¿Que sí Mia sabe algo? Pues no, no sabe absolutamente nada, aunque creo que va a ser una noche... diferente ¿Que qué voy a hacer para cenar? Pues no tengo ni idea, improvisaré algo.

Antes de ir a casa he parado en el supermercado, para comprar un par de botellas de vino y algo para chupitos, concretamente vodka. Y al entrar por la puerta de mi casa se me vienen a la cabeza mil recuerdos al oler ese... olor. Valga la redundancia.

– Pensaba que llegarías más tarde. -Dice con media sonrisa.

– ¿Qué haces? -Pregunto con curiosidad.

– Me apetecía darte una sorpresa y bueno, estoy haciendo tu comida favorita -Comenta con una risa y yo me rasco la cabeza, mierda- Vaya... has comprado vino ¿Te olías algo? -Se ríe de nuevo mientras observa mis manos y yo niego, agarra mi cintura y deja un beso sobre mi mejilla- ¿Entonces?

– Agradezco mucho esto, Mia. -Sonrío y ella asiente- Pero esta noche... creo que será prácticamente imposible. Vienen algunos compañeros a cenar a casa.

– Ah bueno, no importa. Podemos guardarla en la nevera hasta mañana. -Dice con una sonrisa y yo me muerdo el labio- ¿Quién viene?

– Víctor, Hugo, Óscar, Jaime, Laura y Valentina. -Se le cambia completamente la cara al escuchar la última.

– Entonces creo que será mejor que me vaya a casa de Carol esta noche. -Comenta quizás un poco extrañada- Podéis comeros la lasaña, así no tienes que cocinar nada.

– No tienes que irte. -Rueda los ojos- Me encantaría que te quedaras, aunque no te haga ni pizca de gracia que ella venga. Solo somos compañeros de trabajo. -Asiente y yo le guiño un ojo.

– ¿Hugo era el de los macarrones? -Se ríe y yo asiento- Increíble.

Me da un beso en los labios y me cambio de ropa para ayudarla en la cocina. Ha sido una tarde bastante divertida y si no hubiera sido por ella la cena no habría salido adelante. Aunque sinceramente me habría gustado más pasar la noche con ella, a solas. Bebiendo vino, bailando y besándola toda la noche ¿Aunque quién dice que no voy a poder hacerlo hoy?

Se ha recogido el pelo con un moño bajo y tengo que reconocer que me encanta como le queda. Y mientras se peinaba tuve un recuerdo, de hace muchos años cuando comenzó a crecerle el pelo de nuevo y decía que tenía muchísimas ganas de tener el pelo larguísimo de nuevo para poder recogérselo.

– ¿Qué haces llorando? -Pregunta mientras deja los platos sobre la mesa.

– Nada, que te quiero muchísimo. -Sonrío y ella suelta una risa- Ven anda.

Cuéntame al oído | Tercera parte | StoriesftGemeliersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora