Hace dos semanas que dejé de estar en la planta de oncología. No creen que sea el ambiente más adecuado para mí y mucho menos desde que se enteraron de que Mia es mi novia. La veo de vez en cuando, cuando entro y salgo del hospital. Menos de una hora al día, pero me basta. No está siendo una buena etapa ahora mismo, pensaba que me iría mucho mejor. Una vez más estaba equivocado.
Estoy deseando que mejore para que pueda irse a su casa y estar con su familia, no deja de repetírmelo. Nos han restringido las visitas y apenas podemos estar por su habitación... Aunque tengo que reconocer que a veces he dejado que pasen cuando no estaba permitido, pero fue de forma esporádica. La familia de Mia está fatal y aunque intente animarlos porque todo está saliendo bien poco a poco, ellos tiraron la toalla hace mucho tiempo. Quizás la única fuerza positiva sea yo, no pierdo la esperanza nunca y mucho menos con la gente que me rodea. Y hoy es de esos días que estoy esperando un mensaje suyo para poder verla por videollamada.
Estoy metido en la cama y tengo bastante sueño, pero no pienso irme a dormir sin hablar con ella. Es raro, normalmente me escribe un mensaje o me manda cualquier sticker tonto. Y cuando quiero darme cuenta estoy cerrando los ojos, pero me incorporo para evitar quedarme dormido.
Suspiro y dejo el móvil en la mesa, pero me quedo fijamente mirando el collar que le regalé. Lo agarro y suelto una risa, si es que...
– Guárdamelo, en serio. Voy a perderlo. -Repite por segunda vez.
– Tienes millones de cajones en la habitación, puedes guardarlo en cualquiera. -Añado mientras señalo cada uno de ellos.
– Se me va a perder, no voy a acordarme donde lo metí.
Y al final acabé guardándoselo porque tenía razón, suele guardar las cosas y luego no se acuerda en el sitio donde las guardó. Me prometió que lo llevaría puesto la primera noche que saliéramos a cenar. Que se pondría esa falsa negra que le queda tan bien y un top blanco. Acompañados de vino blanco muy frío. Sinceramente me parece el mejor plan del mundo. Junto a ella cualquier plan me parece el mejor.
Van a venir mis padres esta semana. Quieren pasar un tiempo aquí, hace buen tiempo y la gente comienza a ir a la playa a darse el primer baño del año. Es la mejor época, no hay mucho turismo y hace un buen tiempo. Además, quieren ver a Mia aunque sea de lejos. La quieren muchísimo, no me hacía una idea de cuánto hasta hace muy poco tiempo.
Me despierta de mis pensamientos una llamada del hospital, es raro y mucho más a estas horas. Así que lo cojo lo antes posible.
– ¿Jesús? -Pregunta una voz conocida- Soy Virginia, la enfermera de guardia. Te llamo porque Mia está muy mal, acaba de entrar en quirófano.
Y de repente el mundo se me viene encima. El móvil se me ha caído al suelo y la vista se me ha nublado. No tenía un buen presentimiento y ya sabía porqué. Ayer le dolía la cabeza y no me dejaron hacer nada por ella, me echaron literalmente de su habitación.
He salido lo más rápido posible de casa, pero en la carretera siempre pasa lo mismo: pillas un atasco cuando menos te lo esperas y en el momento menos oportuno. Y tengo que aguantar el atasco casi hasta el hospital, pero cuando llego me encuentro con la maravillosa sorpresa de que no puedo pasar y que tengo que quedarme esperando fuera.
– ¿Os conocéis desde hace mucho? -Pregunta Virginia sentándose a mi lado, me ha traído un té para relajarme.
– Bueno. -Suelto una risa- Desde los dieciocho... Han pasado casi ocho años desde que nos conocimos en una parada de autobús.
Le he contado casi toda nuestra historia, porque sinceramente es bastante larga y difícil de entender. Y durante esta media hora de charla me he desahogado muchísimo y he llorado mientras contaba absolutamente todo lo que siento ahora mismo. La rabia interna de querer y no poder hacer nada, eso no me lo quita nadie.
Y cuando sale uno de los cirujanos de quirófano me levanto para poder ir a la puerta y preguntarle qué tal está, pero cuando se quita las ganas se me cae el mundo encima, mierda.
– ¿Está bien? -Pregunto nervioso, me tiembla todo el cuerpo e incluso la voz- ¿Puedo verla?
– ¿Podemos sentarnos? -Dice bastante serio y yo trago saliva- El tumor cerebral le ha causado un derrame y...
– ¿Un derrame? -Pregunto casi gritando y él asiente- Lleva días quejándose de dolores de cabeza y no habéis hecho nada, no me dejáis hacer nada a mí porque soy su novio..
– ¿Crees que tú lo habrías detectado a tiempo, Jesús? -Me grita y yo cruzo los brazos.
– Yo no creo eso, pero sí que le habría hecho un poco más de caso que vosotros. -Respondo poniéndome a su altura.
Me hierve la sangre y aún no ha empezado a contarme nada. Hemos dedicado todo este tiempo a discutir, pero no a hablar sobre lo que realmente importa.
– He hecho todo lo posible. -Dice mientras me da la espalda- Han habido muchas complicaciones, reza porque se levante.
Sus palabras se me clavan como cuchillos en el pecho y aunque mi cerebro me dice que vaya detrás de él a decirle cuatro cosas, mi cuerpo responde haciéndome caer de rodillas al suelo. Nunca ha sido buen compañero y mucho menos buena persona. Y no se puede ser buen médico si no eres una persona que tiene empatía y vocación, que es justamente lo que le falta a él, además de educación.
Aunque me han dicho que no puedo pasar, voy a hacerlo. Me da exactamente igual. Necesito ver y saber cómo está. Necesito hablar con alguien que de verdad esté involucrado en el caso y por ello corro hasta la UCI, donde encuentro a varias personas mirando por la ventana de su habitación.
– ¿Puede contarme alguien qué es lo que ha pasado? -Pregunto entre lágrimas y asfixiado.
Por sus caras puedo intuir que algo no va nada bien.
Y es que hoy preferiría no haberme levantado.
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Cuéntame al oído | Tercera parte | StoriesftGemeliers
FanfictionPorque todas las promesas aún se tienen que cumplir.