Recuerdo cuando me besó por primera vez.
Cuando aquella vergüenza que sentía se fue esfumando poco a poco y me dejo descubrir cada parte de ella. Se desnudó ante mí y no me refiero físicamente. Me dejó conocerla y ella me conoció a mí.
Y me enamoré. No conseguí sacármela de la cabeza. Nunca. Ninguna chica me ha hecho sentir lo que siento por ella.
Tenemos una conexión especial.
Y es que si ella estaba triste intentaba alegrarla.
Y si lloraba intentaba hacerla reír.
Pero no podía verla mal, nunca. Por eso siempre tenía una sonrisa en la cara, que iluminaba mis días y no me hacía pensar en otra cosa.Yo supe ver en ella lo que nadie veía. Porque detrás de aquella pelirroja se escondía una bomba de relojería que no hacía nada más que sorprenderme. Y yo no estoy preparado para perderla.
– Puedes pasar. -Dice Virginia apartándose de la puerta.
Ha sido la peor noche de mi vida.
Y hasta la mañana siguiente no he podido verla, cuando la han subido a planta y por fin ha abandonado la UCI. Porque eso es una buena señal.
Por eso cuando me pongo delante de ella no puedo evitar ponerme a llorar. Además está mirándome. Fijamente sin entender absolutamente nada.
Ha sido como volver a verla por primera vez después de mucho tiempo, aunque esa es la pura realidad. Quiero comenzar a hablar, pero no me salen las palabras, lo juro.– Hola. -Susurra en un hilo de voz.
Volver a escucharla aunque sea así me reconforta a más no poder y es realmente increíble lo que siento ahora mismo.
– Te quiero muchísimo. -Me muerdo el labio y ella suelta una risa- En serio, no puedes hacerte una idea de cuánto.
Me dice que me acerque más a ella y miro hacia la ventana, pero Virginia asiente y yo suelto una risa. Eso significa que sí, que puedo acercarme más.
– ¿Me has echado mucho de menos? -Pregunta divertida.
– No me he separado de esa puerta en días. -Me seca las lágrimas y ella sonríe- No sabes lo que me alegro de volver a verte, de verdad.
– Te quiero. -Susurra agarrándome la cara con sus dos manos.
Nos miramos fijamente y sonrío. Y me encantaría besarla, pero no puedo.
– Solo uno. -Dice divertida.
Y cuando voy a apartarme es ella quien me acerca a sus labios. Me encantaría quedarme así, toda la vida.
Aunque nos interrumpen un par de personas que entran en la habitación. Sus padres, mi hermano y Carol. Y la alegría ha vuelto a la vida de todas estas personas. Su madre me mira fijamente y se acerca a mí para darme un abrazo, de esos que te dejan sin respiración.
– Gracias, Jesús. Por todo lo que has hecho. -Me acaricia la cara y yo sonrío- ¿Ves? La esperanza es lo último que se pierde.
Me miro la mano derecha porque ahí es donde tengo la pulsera de color verde y asiento, tiene razón. Y ahí está su hija, que no aparta la mirada de mí en ningún momento. Estoy deseando poder salir de aquí y que nos reunamos todos en un sitio al aire libre. Sin llantos ni lágrimas, solo risas y buen ambiente, nos lo merecemos todos después de esto.
Ha sido un día entretenido. He trabajado bastante contento y emocionado, pero es cierto que estoy muy cansado. Necesito dormir más de dos horas seguidas, mi cuerpo lo necesita urgentemente.
– Vete a casa a descansar, esta noche me quedo yo. -Dice Ana con media sonrisa- Estará bien, ya verás.
Asiento y mientras agarro mis cosas para irme doy un largo suspiro ¿Debería irme de verdad?
– Llámame si pasa lo que sea, por favor. -Advierto y ella asiente- Gracias.
Abre la nevera que hay en la habitación y saca una bolsa que me entrega, suelto una risa al ver lo que hay dentro. Es realmente única.
– Son albóndigas. Comételas, tienes mala cara. - Frunce el ceño, me recuerda a mi madre- Seguro que llevas días comiendo fatal.
Y tiene toda la razón del mundo, estos días he estado sobreviviendo a base de café y sándwiches de la cafetería. Supongo que mi cuerpo lo agradecerá.
– Gracias, Ana. -Sonrío.
Dejo un beso en la frente de Mia al irme y me despido de su madre, mañana será otro día. Espero que de buenas noticias.
En cuanto abro la puerta de mi casa después de yo no sé cuántos días doy un largo suspiro, gracias de verdad. Me he duchado, he comido y me he tumbado de nuevo en mi cama. Mi espalda lo ha notado y lo agradece. La última vez que estuve aquí tumbado tuve que salir corriendo después de una llamada. Espero que eso no vuelva a pasar.
Me acaba de llegar un mensaje, es Mia. Sonrío al ver simplemente su notificación. Lo echaba mucho de menos.
"Mia❤️👩🏽❤️👨🏽: Llevo todo el día pensando en ti y en lo que has hecho todo este tiempo por mí, muchas gracias❤️
Has sido un pilar fundamental en mi familia siempre, pero ahora más que nunca. Te quiero muchísimo. Descansa, te lo mereces más que nadie🌹"Suelto una risa al leer su mensaje, pero en vez de contestarle decido llamarla. Tengo ganas de oír su voz todo el rato. Aunque ella me corta la llamada y minutos después me la devuelve, aunque esta vez de otra forma.
– Hola. -Dice con una sonrisa- ¿Ya estás en la cama?
– Sí. -Digo junto a un bostezo- Estaba a punto de irme a dormir, pero he visto que me habías mandado un mensaje y quería llamarte.
– Hemos vuelto a las llamadas. -Se muerde el labio- Pensaba que no lo volveríamos a hacer nunca más.
Y yo tenía la misma sensación, pero no quería ser consciente ni pensar en ello.
– Tienes cara de cansado. -Dice después de observar que he bostezado mil veces más- Te voy a dejar tranquilo ¿Hablamos mañana, vale?
– Vale. Descansa tú también. -Sonrío y ella asiente- Oye, te quiero.
– Y yo a ti, idiota. -Dice lanzando un par de besos- Buenos noches.
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Cuéntame al oído | Tercera parte | StoriesftGemeliers
FanfictionPorque todas las promesas aún se tienen que cumplir.